El proyecto The Impact, desarrollado por Bjarke Ingels Group (BIG) en colaboración con Doug Aitken Workshop, NIRAS, Volcano y RWDI, constituye una ambiciosa intervencion urbanas en Ørestad, Copenhague. Con una superficie que supera los 50.000 m², la propuesta busca articular tres plazas vinculadas a recintos musicales de relevancia internacional, el DR Koncerthuset, la Bella Arena y la Royal Arena, mediante un dispositivo espacial concebido como “escenario urbano”. El objetivo central consiste en transformar estas áreas fragmentadas en un sistema interconectado y activo, capaz de sostener el uso cotidiano y eventos de carácter performativo, reforzando así el papel del distrito como enclave cultural y de encuentro ciudadano. La propuesta se apoya en criterios de sostenibilidad ambiental y en estrategias de reactivación social, entendiendo el espacio público como infraestructura cultural y como catalizador de cohesión urbana.
BIG The Impact: Escenario urbano y regeneración cultural en Ørestad, Copenhague
El distrito de Ørestad, en Copenhague, constituye desde finales del siglo XX un laboratorio de urbanismo contemporáneo, caracterizado por operaciones a gran escala que buscan articular vivienda, equipamientos culturales y espacios públicos. Sin embargo, el desarrollo acelerado de este territorio ha dejado como resultado áreas intersticiales fragmentadas, cuya falta de cohesión limita su potencial como infraestructura social. En este contexto, el proyecto The Impact, desarrollado por Bjarke Ingels Group (BIG) en colaboración con el estudio artístico Doug Aitken Workshop, se concibe como una intervención paisajística y urbana orientada a recomponer estas discontinuidades mediante un dispositivo formal y conceptual singular: la denominada “grieta”.
La propuesta pretende unificar tres plazas aisladas, ubicadas en torno al DR Concert Hall, Bella Arena y Fields Mall/Royal Arena, dotandolas de un lenguaje espacial común que actúe como soporte de usos cotidianos, actividades culturales y procesos ambientales. El proyecto se inscribe en una línea de investigación arquitectónica que entiende el espacio público como infraestructura multifuncional, donde la sostenibilidad, el arte y la dimensión social se integran en una operación coherente.
Un “escenario urbano” interconectado
El proyecto plantea la unificación de tres plazas previamente fragmentadas y de uso limitado en el distrito de Ørestad, para articularlas como un único sistema espacial. En lugar de concebirlas como entidades autónomas, la propuesta las integra bajo la noción de un “escenario urbano” cohesivo, donde el tratamiento de pavimentos, superficies y bordes se convierte en un lenguaje común capaz de operar tanto en espacios abiertos de gran escala como en ámbitos de carácter más íntimo.
La operación busca reconectar generando continuidad visual y funcional, para dotar al conjunto de una infraestructura adaptable tanto para el uso cotidiano como para la celebración de eventos públicos.
La “grieta” escultórica como dispositivo estructurador
El elemento central del proyecto es una incisión lineal que atraviesa los tres espacios, concebida como una “grieta” escultórica que actúa a la vez como recurso formal, articulador urbano y dispositivo técnico. Esta fractura, tratada como un corte brillante en el pavimento, abre espacio para corredores de circulación, áreas de encuentro y franjas de vegetación, incorporando además sistemas de drenaje y captación de agua pluvial, iluminación integrada y plantación nativa.
La comparación con el kintsugi japonés resulta particularmente ilustrativa: así como en la cerámica rota la fractura se repara con oro, otorgándole un nuevo valor estético, en este proyecto la grieta se convierte en una estrategia para conferir identidad a un distrito aún en proceso de consolidación. La intervención organiza la estructura espacial, produciendo una pátina simbólica sobre un entorno urbano caracterizado por su reciente homogeneidad.



Estrategias de sostenibilidad y bajo impacto ambiental
El diseño incorpora principios de sostenibilidad orientados a reducir la huella de carbono, calculada en menos de 0,1 kg de CO₂ por m² al año. Entre las medidas adoptadas destaca la reutilización de materiales existentes, principalmente granito y hormigón, que se reincorporan en pavimentos y mobiliario urbano.
La gestión hídrica se resuelve a través de canales abiertos, cuencas de retención topográficas y superficies permeables, integrando los sistemas de drenaje en la propia morfología del paisaje. Asimismo, la elección de especies vegetales nativas promueve la biodiversidad, introduce humedales urbanos y contribuye al confort microclimático mediante sombras naturales y regulación térmica.
Dimensión social y artística de la intervención
El proyecto persigue la reactivación social del espacio público, entendida como un proceso de transformación cultural y colectiva. En colaboración con el artista Doug Aitken Workshop, se incorporan recursos lumínicos, superficies reflectantes y elementos escultóricos que enriquecen la experiencia del usuario y dotan al lugar de un carácter performativo.
Los espacios resultantes se diseñan con flexibilidad programática, de modo que puedan funcionar como áreas de reunión, escenarios temporales, superficies de descanso o soportes para vegetación. Un caso particular es la intervención en la plaza frente a la Sala de Conciertos DR, donde la fuente existente se transforma en un graderío escalonado con islas flotantes, aptas para la contemplación y la representación artística.
Adaptación y especificidad en cada plaza
Aunque la “grieta” funciona como hilo conductor y elemento de cohesión formal, cada una de las tres plazas presenta un tratamiento particular que responde a las condiciones inmediatas de su contexto urbano.
En la plaza del DR Concert Hall, la intervención se centra en la creación de un estanque urbano concebido como anfiteatro, cuyos asientos escalonados enmarcan un arroyo central de agua y luz. Este recurso lumínico, programado para variar según la hora del día y la estación del año, refuerza la dimensión performativa del lugar y lo vincula directamente con la función cultural de la sala de conciertos.
La plaza del Bella Arena adopta un carácter más introspectivo, con una secuencia de “habitaciones verdes” en depresión que generan microclimas diferenciados y espacios de estancia protegidos. En este caso, la “grieta” trasciende la condición horizontal para ascender por la fachada del edificio contiguo, subrayando la continuidad entre plano urbano y envolvente arquitectónica.
En la plaza de Fields Mall y Royal Arena, la estrategia se articula en torno a dos esculturas monumentales con apariencia de meteoritos, que funcionan como puntos de origen y referencia visual. Desde allí, la incisión lineal dirige a los visitantes a través de un paseo que culmina en una ruptura dramática: un vacío urbano esculpido que se convierte en espacio de congregación y encuentro social.



Una síntesis entre arte, sostenibilidad y reactivación urbana
En términos conceptuales, The Impact trasciende el ámbito del paisajismo convencional para formular una reflexión sobre el potencial reparador de la arquitectura en contextos fragmentados. La “grieta” se erige como estrategia distintiva que articula espacio público, gestión ambiental y dimensión artística, integrando sistemas hídricos y vegetación nativa con dispositivos escultóricos y lumínicos orientados a la experiencia social.
La propuesta es una declaración sobre el papel de la arquitectura contemporánea en la construcción de identidades urbanas emergentes, actuando como instrumento de cohesión, sostenibilidad y expresión cultural. La operación se integra en una trayectoria internacional más amplia del estudio, con desarrollos recientes en Brooklyn, Dubái, Debrecen (Hungría) y Las Vegas, que evidencian una práctica caracterizada por la hibridación entre arquitectura, urbanismo y sostenibilidad.
Comparación con Superkilen
La intervención de The Impact en Ørestad encuentra un antecedente relevante en Superkilen (2012), igualmente desarrollado por BIG junto con Topotek1 y Superflex, en el barrio de Nørrebro. Si bien ambos proyectos comparten la vocación de transformar un espacio urbano fragmentado en un territorio de cohesión social, difieren en la estrategia conceptual y en los recursos formales empleados.
En Superkilen, la identidad se construye a partir de la acumulación de objetos urbanos provenientes de distintas culturas como bancos, fuentes y luminarias—, en un gesto de apropiación simbólica que celebra la diversidad étnica de la comunidad local. El espacio público se convierte allí en un collage multicultural, donde la heterogeneidad constituye la esencia del proyecto.
En cambio, The Impact apuesta por un principio unificador: la “grieta” como dispositivo lineal y escultórico que organiza la relación entre las plazas y sus contextos inmediatos. Frente a la lógica de la multiplicidad que caracteriza a Superkilen, aquí predomina la idea de continuidad formal y narrativa, donde un solo gesto articula funciones técnicas, ambientales y sociales.
Ambos casos revelan la capacidad del estudio BIG para operar en escalas urbanas con estrategias distintas: una, basada en la diversidad acumulativa como catalizador social; otra, centrada en la cohesión espacial y simbólica como medio de reactivación. En conjunto, estas aproximaciones permiten situar la práctica de BIG dentro de un espectro amplio de experimentación en torno al espacio público, entre la heterogeneidad cultural y la unidad formal.



Relación con otros proyectos de BIG
La intervención de The Impact se inserta en una trayectoria más amplia de BIG en la que el espacio público adquiere un papel estructurador dentro de la arquitectura y el urbanismo. Un antecedente directo en Ørestad lo constituyen VM Houses (2005), The Mountain (2008) y 8 House (2010), tres proyectos residenciales en los que se exploran tipologías híbridas y relaciones inéditas entre vivienda, paisaje y espacio colectivo. En particular, 8 House plantea una circulación continua en espiral que conecta unidades habitacionales con espacios de encuentro, anticipando la preocupación por la conectividad y la integración programática que The Impact lleva ahora al ámbito estrictamente urbano.
A otra escala, proyectos como Amager Bakke (CopenHill) (2017) ilustran la capacidad de BIG para transformar infraestructuras técnicas en espacios de uso público, en este caso superponiendo una planta de energía con una pista de esquí y un parque urbano. Al igual que en The Impact, la sostenibilidad se integra como condición generadora de la forma arquitectónica y de la experiencia social.
Desarrollos internacionales como Google Campus en California, VIA 57 West en Nueva York o el masterplan de EuropaCity en París evidencian la recurrencia de ciertos principios proyectuales: la búsqueda de continuidad entre arquitectura y paisaje, la incorporación de estrategias ambientales visibles en el diseño y la voluntad de generar marcos colectivos de interacción. En todos estos casos, como en The Impact, la dimensión técnica se entrelaza con un fuerte componente simbólico, donde la forma arquitectónica se convierte en vehículo de narrativas urbanas.
Estas correspondencias muestran cómo BIG oscila entre la experimentación tipológica y la producción de gestos urbanos reconocibles, situando a The Impact como un episodio en el que ambos enfoques convergen: un gesto lineal unificador que, al mismo tiempo, condensa funciones ambientales, sociales y artísticas.
Conclusión
The Impact se presenta como una estrategia de regeneración urbana que combina análisis contextual, precisión técnica y una fuerte carga simbólica. La “grieta” no es únicamente un gesto escultórico, sino un mecanismo capaz de articular circulación, vegetación, gestión hídrica e identidad colectiva, estableciendo un nuevo marco de relación entre arquitectura, arte y paisaje.
En un distrito como Ørestad, donde la modernidad arquitectónica ha producido un tejido aún en proceso de consolidación, la intervención de BIG plantea una lectura alternativa: las fracturas urbanas pueden interpretarse como oportunidades para generar nuevas continuidades y significados. El proyecto reconfigura tres plazas específicas, formulando un modelo de cómo la arquitectura contemporánea puede operar como mediadora entre sostenibilidad ambiental, activación social y expresión cultural en la ciudad del siglo XXI.
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