Investigación en Arquitectura y Diseño Urbano | Tecnne

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Corporeidad en la arquitectura según Pallasmaa

Juhani pallasmaa, la mano que piensa analisis

En “La mano que piensa: Sabiduría existencial y corporal en la arquitectura”, Juhani Pallasmaa desarrolla una crítica estructural a la escisión entre pensamiento y acción que caracteriza gran parte de la teoría y la práctica arquitectónica moderna. En oposición al paradigma racionalista, centrado en la supremacía de la visión y la abstracción conceptual, el autor propone una epistemología encarnada del proceso proyectual, donde la mano, el cuerpo y los sentidos se conciben como agentes cognitivos. La argumentación de Pallasmaa se articula en torno a la dimensión háptica del diseño y a la fenomenología de la experiencia arquitectónica. Desde esta perspectiva, el conocimiento proyectual se genera únicamente en el ámbito intelectual en el diálogo continuo entre la mente, la materia y la percepción sensorial. La reflexión de Pallasmaa reintroduce el cuerpo como mediador cognitivo y existencial, y subraya que toda forma arquitectónica significativa se origina en la inteligencia práctica del gesto, allí donde el pensamiento se materializa en acción constructiva.

Juhani Pallasmaa: La mano que piensa

Juhani Pallasmaa desarrolla en “La mano que piensa”, una tesis que cuestiona los fundamentos epistemológicos de la práctica arquitectónica moderna. Para el arquitecto finlandés, la creación, y en particular el acto arquitectónico, constituye un proceso integral donde la mano, el cuerpo y los sentidos intervienen como instrumentos cognitivos.

Su reflexión se opone a la escisión moderna entre mente y cuerpo, heredera del racionalismo cartesiano, que concibe el intelecto como una entidad abstracta separada de la acción física. Frente a esta visión, Pallasmaa plantea una comprensión unitaria del acto proyectual, donde el gesto manual y la percepción sensorial participan en la elaboración del pensamiento arquitectónico.

Su planteamiento adquiere relevancia en un contexto dominado por la digitalización del proceso creativo, donde la inmediatez de las herramientas virtuales tiende a disolver la relación directa entre el diseñador y la materia. En este sentido, la “mano que piensa” se convierte en una metáfora del conocimiento encarnado, entendido como condición esencial para la experiencia espacial y la invención formal.

Juhani Pallasmaa, tecnne

La crisis de los sentidos en la cultura moderna

Pallasmaa inicia su análisis con una crítica al paradigma perceptivo de la cultura occidental contemporánea. Según su diagnóstico, la arquitectura actual reproduce una jerarquía sensorial derivada del dualismo mente-cuerpo, que privilegia la visión sobre los demás sentidos y reduce la experiencia espacial a un fenómeno óptico. El autor identifica dos consecuencias principales de esta orientación:

a. La hegemonía de la mirada. La arquitectura contemporánea se concibe, en gran medida, como un objeto visual destinado al consumo de imágenes. La primacía del ojo ha generado edificios concebidos para la representación mediática a través de fotografías, renders o recorridos virtuales, más que para la experiencia corporal. En ellos, la profundidad táctil, acústica u olfativa del espacio se ve reemplazada por una superficialidad perceptiva que responde a la lógica del espectáculo visual.

b. La objetualización del cuerpo. En paralelo, el cuerpo ha sido reducido a un instrumento operativo, subordinado al pensamiento abstracto o al ideal estético. Pallasmaa advierte que esta disociación debilita la comprensión material y fenomenológica del espacio, al marginar al cuerpo como fuente primaria de conocimiento y memoria.

Ante esta crisis sensorial, su propuesta consiste en una reintegración del saber corporal en el proceso proyectual. La mano, entendida como extensión del pensamiento y mediadora entre la mente y la materia, se erige como el eje articulador entre percepción, acción y forma arquitectónica.

La heroína de la historia: las múltiples esencias de la mano

Pallasmaa sitúa la mano como el eje central de su reflexión, otorgándole un papel protagónico en la reconciliación entre mente y cuerpo. No se trata de un mero instrumento de ejecución, sino de un órgano de pensamiento, memoria y expresión simbólica. Citando a Immanuel Kant “la mano es la ventana a la mente”, reafirma su convicción de que en ella se condensa la inteligencia sensible del ser humano.

La mano, en este contexto, constituye un territorio donde convergen múltiples funciones cognitivas y expresivas que trascienden lo puramente mecánico. Su estudio permite comprender la arquitectura como una extensión del cuerpo que piensa a través del hacer.

Mano y cerebro

La relación entre la mano y el cerebro responde a un proceso de coevolución e interdependencia. El desarrollo anatómico de la mano, particularmente del pulgar oponible, fue decisivo para la expansión del cerebro y, en consecuencia, para el progreso de las capacidades simbólicas y técnicas del ser humano. Desde esta perspectiva, el pensamiento arquitectónico puede entenderse como una actividad donde la inteligencia manual y la conceptual se desarrollan simultáneamente.

Mano y lenguaje

Antes de la formulación del lenguaje verbal complejo, el gesto constituyó el principal medio de comunicación. Pallasmaa señala que la estructura del lenguaje conserva vestigios de esta gestualidad primigenia: muchos términos derivan de acciones físicas, lo que sugiere que la mano, en tanto generadora de movimiento significativo, fue también arquitecta del pensamiento lingüístico. En este sentido, la expresión verbal, en consecuencia, puede verse como una prolongación de la acción manual.

Mano como símbolo

La mano actúa como un vehículo simbólico de la experiencia humana. En diferentes culturas y periodos históricos, los gestos manuales condensan significados religiosos, rituales o afectivos. Las manos en oración, las huellas rupestres o el saludo son manifestaciones de una memoria colectiva que se expresa a través del cuerpo. Este repertorio simbólico confirma que la mano también articula vínculos entre materia, significado y comunidad.

A partir de estas funciones, Pallasmaa interpreta la mano como un órgano de conocimiento cuya potencia se revela en la acción. Es en el acto creador, cuando la mente y el cuerpo operan de manera simultánea, donde la arquitectura alcanza su dimensión más profunda.

El pensamiento en acción: artesanía, dibujo y cuerpo creador

Para Pallasmaa, el pensamiento creativo se como un proceso emergente que ocurre durante el hacer. El proyecto arquitectónico surge de un diálogo continuo entre el cuerpo, el material y la percepción, en el cual el conocimiento se construye a través de la experiencia táctil y la acción.

La sabiduría del artesano: el diálogo con el material

El artesano encarna esta inteligencia corporal. Su práctica consiste en establecer con él una relación de reciprocidad. En este intercambio, la materia actúa como interlocutora: orienta, resiste y sugiere. El conocimiento manual se transmite mediante la práctica y la observación, a través de un aprendizaje acumulativo inscrito en los gestos y no exclusivamente en el discurso teórico.

Constantin Brancusi sintetizó esta relación al afirmar: “No puedes hacer lo que quieras, sino aquello que el material te permite hacer.” Esta idea revela la dimensión fenomenológica del trabajo artesanal: la materia posee una lógica interna que el creador debe interpretar y acompañar. En este sentido, el acto de proyectar o esculpir no implica dominar la sustancia, sino descubrir, mediante la acción, las posibilidades que ella misma contiene.

Pallasmaa, © Arthur Tintu
Juhani Pallasmaa foto:© Arthur Tintu

El dibujo a mano: pensar a través del lápiz

Para Pallasmaa, el dibujo manual constituye una forma esencial de pensamiento arquitectónico. No se limita a representar una idea preconcebida, sino que participa activamente en su gestación. En el acto de dibujar, la mano articula una interacción entre percepción, memoria e imaginación: el ojo observa, la mente recuerda y proyecta, y la mano traduce esas operaciones cognitivas en materia visual. El dibujo se convierte en un umbral entre el mundo interior del pensamiento y la realidad exterior de la forma.

El dibujo manual compromete simultáneamente la mente, el cuerpo y el material, y que permite a la arquitectura conservar su raíz existencial en medio del entorno tecnológico contemporáneo. Establece así una distinción significativa entre el dibujo a mano y el dibujo asistido por ordenador, particularmente en las fases iniciales del proceso proyectual, donde el pensamiento aún se encuentra en estado germinal.

Conexión háptica: El contacto directo entre el lápiz y el papel produce una relación táctil inmediata que compromete al cuerpo entero. La presión, la textura y el trazo conforman una experiencia sensorial en la que el pensamiento se materializa físicamente. En contraste, las interfaces digitales interponen una distancia entre el diseñador y el medio, sustituyendo la interacción háptica por una manipulación predominantemente visual y abstracta.

Aceptación de la incertidumbre: El boceto manual posee una cualidad imprecisa y abierta que estimula la exploración. Su carácter inacabado permite que la imaginación intervenga, corrigiendo, superponiendo y sugiriendo nuevas posibilidades. Esta ambigüedad productiva contrasta con la exactitud del dibujo digital, que tiende a clausurar el proceso antes de que la idea haya alcanzado su madurez conceptual.

Memoria corporal: El acto de dibujar se inscribe en la memoria muscular. El cuerpo conserva el gesto, la presión y la curva como parte de su repertorio táctil. Este aprendizaje encarnado refuerza la destreza manual, y afianza la relación entre pensamiento y acción. La práctica digital, al apoyarse en operaciones visuales y comandos abstractos, se distancia de esta dimensión corporal del conocimiento.

Juhani Pallasmaa, Centro comercial Kamppi, tecnne ©Jouni Immonen - Yle
Juhani Pallasmaa, Centro comercial Kamppi ©Jouni Immonen – Yle

Conclusión: hacia una arquitectura de la experiencia corporal

La reflexión de Pallasmaa no se opone a la tecnología ni idealiza la tradición artesanal. Su propuesta apunta a una integración crítica entre conocimiento corporal y pensamiento técnico, en la que ambos modos de saber se complementen y enriquezcan.

Según sus palabras, la arquitectura alcanza su plenitud cuando es capaz de activar la totalidad de la experiencia humana. La verdadera calidad arquitectónica reside en la densidad sensorial del habitar: en el modo en que la materia, la textura y la escala dialogan con el cuerpo. Un simple pomo de puerta, diseñado con atención al tacto de la mano, puede condensar esa relación íntima entre el individuo y el espacio construido.

En última instancia, La mano que piensa propone recuperar la dimensión existencial del acto de proyectar. Dibujar, tocar y construir son operaciones cognitivas que restablecen el vínculo entre mente, cuerpo y materia. La arquitectura, entendida desde esta perspectiva, se concibe para ser vivida a través de todos los sentidos. La mano que dibuja y construye no obedece, piensa.

©tecnne

Texto de referencia: Pallasmaa, Juhani. “La mano que piensa: Sabiduría existencial y corporal en la arquitectura.” Barcelona: Gustavo Gili, 2012.

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