Las memorias de Jerzy Soltan, quien colaboró con Le Corbusier en el estudio de la Rue de Sévres en París, ofrecen un testimonio detallado sobre la dinámica de trabajo, los procesos metodológicos y el pensamiento arquitectónico del maestro. Su relato describe el ambiente del taller, el régimen de trabajo y la implicación de Le Corbusier en el desarrollo conceptual, con especial atención a la formulación del Modulor. Asimismo, permite examinar las interacciones entre Soltan y Le Corbusier, las dificultades inherentes a la colaboración dentro del equipo y la participación en proyectos como la Unité d’Habitation y el plan para Saint-Dié. Además, se abordan sus enfoques proyectuales, sus posicionamientos políticos y su relación con arquitectos y artistas contemporáneos, hasta el momento en que Soltan decide abandonar el estudio.
Trabajando con Le Corbusier, una exploración al texto de Jerzy Soltan
El texto de Jerzy Soltan «Working with Le Corbusier» permite analizar la interrelación entre la personalidad del arquitecto y su proceso creativo, evidenciando cómo su disciplina, convicciones y búsqueda de precisión influyeron en su producción arquitectónica y en sus interacciones profesionales.
Disciplina y Rutina Creativa: Le Corbusier estructuraba su jornada de manera meticulosa, comenzando con ejercicios físicos y pintura antes de dedicarse a la arquitectura y el urbanismo. Esta organización rigurosa se trasladaba al estudio, donde el horario de trabajo era estricto y la impuntualidad no era tolerada, reflejando un enfoque disciplinado y orientado a la productividad.
Angustia Creativa y Búsqueda de Precisión: Su proceso de diseño estaba marcado por una intensa tensión creativa, expresada en lo que él mismo denominaba «angustias de la creación». Esta actitud revela su constante preocupación por la calidad de su obra y el temor a perder su capacidad innovadora, lo que lo llevaba a un cuestionamiento permanente de sus propias ideas.
Ambición y Obtención de Encargos: Le Corbusier describía su «efervescencia juvenil» en la búsqueda de proyectos, reflejando una ambición persistente y una determinación constante para sortear obstáculos en la obtención de encargos.
Centralidad del Autor en el Proyecto: Concebía cada obra como una extensión de sí mismo. Aunque utilizaba el «nosotros» al referirse a sus proyectos, este plural puede entenderse como una reminiscencia de su etapa en L’Esprit Nouveau o como un «plural mayestático», reafirmando su papel central en el proceso creativo.
La Belleza como Principio Rector: Su afirmación, «Mais mon cher Soltan, il faut que ce soit beau», subraya la importancia de la estética en su arquitectura, rechazando interpretaciones meramente funcionalistas. Para él, la belleza no era un complemento, sino un principio fundamental del diseño arquitectónico.
Uso de Maquetas en el Diseño: Las maquetas no eran solo herramientas de presentación, sino medios esenciales para la exploración espacial y la validación de conceptos arquitectónicos. Su empleo permitía experimentar con la forma y ajustar soluciones proyectuales antes de su materialización.
Carácter Crítico y Directo: Le Corbusier manifestaba sus desacuerdos de manera contundente, como lo demuestra su reacción ante un dibujo de Soltan con la frase «Et qu’est-ce que c’est ce Tchaikovsky-là?». Esta actitud refleja la exigencia que imponía tanto a sí mismo como a su equipo y su escasa tolerancia hacia desviaciones de su visión arquitectónica.
Relación con la Política: Su vinculación con el régimen de Vichy y su colaboración previa con la Unión Soviética reflejan una postura pragmática y, en algunos casos, contradictoria. Esta ambigüedad política sugiere que sus decisiones respondían más a objetivos profesionales y creativos que a una adhesión ideológica coherente.
Exigencia y Autocrítica: Le Corbusier rechazaba la arquitectura «ultramoderna» que consideraba «moche» y llegó a cuestionar el uso dogmático del Modulor, lo que evidencia una constante autocrítica y una búsqueda incesante de altos estándares en su obra.
La importancia del atelier 35RS como espacio de trabajo
El atelier de Le Corbusier, ubicado en el número 35 de la rue de Sèvres en París, fue un espacio fundamental para el desarrollo arquitectónico y la formación de sus colaboradores. Tanto su configuración física como la dinámica social en su interior influyeron en la concepción y evolución de los proyectos que allí se gestaron.
Configuración Física del Atelier
El espacio contrastaba con el ideario moderno en su apariencia exterior. Su fachada clásica, el acceso a través de un patio y la presencia de una portera evocaban la atmósfera de un monasterio jesuita. En el interior, destacaba una galería-corredor blanca en la planta baja, con amplios ventanales orientados hacia un claustro ajardinado. En la planta superior, el taller se situaba en un sector de un corredor iluminado por grandes aberturas, separado por una pared blanca de la iglesia de San Ignacio.
El área de trabajo estaba ocupada por mesas de dibujo, modelos arquitectónicos en distintos estados de desarrollo, rollos de planos y herramientas acumuladas desde la guerra. Con el tiempo, la disposición del espacio fue modificándose, incorporando cubículos y una mesa común junto a la ventana, optimizando la iluminación y la funcionalidad del entorno.


Dinámica Social y Procesos de Aprendizaje
El ritmo de trabajo en el atelier estaba estrictamente estructurado. Le Corbusier llegaba a las dos de la tarde, generando una atmósfera de expectación y, en ocasiones, tensión entre los colaboradores. Su estado de ánimo influía en la dinámica del estudio, oscilando entre la crítica rigurosa y gestos de reconocimiento, como invitaciones a cenar.
Las relaciones dentro del atelier eran complejas. Le Corbusier se caracterizaba por su exigencia y franqueza, aunque también podía mostrarse generoso con quienes demostraban compromiso. La organización del trabajo se estructuraba en torno a jefes de proyecto, responsables de interpretar sus ideas y coordinar los equipos. La llegada de figuras como Roger Aujame y André Wogenscky, así como la colaboración con el ingeniero Vladimir Bodiansky, enriqueció el proceso creativo, aportando nuevas perspectivas y soluciones técnicas.
El aprendizaje en el atelier se basaba en la inmersión directa en los métodos de Le Corbusier. Los colaboradores debían interpretar sus bocetos y notas, a menudo ambiguos, y traducirlos en propuestas arquitectónicas. Se fomentaba una investigación proyectual que oscilaba entre lo general y lo particular, con énfasis en la importancia de la estética, expresada en afirmaciones como «Il faut que ce soit beau».
El atelier también funcionaba como un espacio de experimentación con materiales y técnicas. Se valoraba el uso del carboncillo para la exploración intuitiva de ideas y el empleo de maquetas como herramientas fundamentales de conceptualización. La crítica directa de Le Corbusier incentivaba la búsqueda de excelencia y demandaba un compromiso absoluto con la arquitectura.
Los debates en el estudio eran frecuentes, aunque Le Corbusier prefería dirigirse a los jefes de proyecto para evitar discusiones extensas. El Modulor, su sistema de medidas basado en proporciones humanas, generó cuestionamientos internos, evidenciando la tensión entre una racionalidad objetiva y su dimensión poética del diseño.
El atelier también actuaba como un punto de encuentro con artistas y pensadores de su tiempo, entre ellos Fernand Léger y Constantin Brancusi, ampliando la formación y sensibilidad estética de sus colaboradores.
La tensión entre la racionalidad y la intuición en el enfoque de diseño de Le Corbusier
La interacción entre racionalidad e intuición constituye un eje central en el enfoque proyectual de Le Corbusier, manifestándose en sus métodos de investigación, en la exploración material y en el desarrollo del Modulor. Estos elementos evidencian la tensión entre un pensamiento estructurado y una sensibilidad creativa que trasciende la mera lógica matemática.
Métodos de Investigación: Equilibrio entre lo General y lo Particular
Le Corbusier desarrolló un método de investigación que combinaba una visión global del proyecto con una atención minuciosa a los detalles. Esta interrelación entre escalas obedecía a una lógica rigurosa que, no obstante, dejaba espacio para la intuición en las fases iniciales de formulación y análisis. Su proceso de trabajo matutino, influenciado por la práctica pictórica, favorecía la emergencia de ideas a través de una exploración subconsciente, lo que sugiere que el proceso proyectual no se limitaba a un procedimiento estrictamente racional, sino que incorporaba un componente experimental y sensorial.
Exploración Intuitiva: El Uso del Carboncillo y la Plastilina
En las primeras etapas del diseño, el carboncillo desempeñaba un papel esencial. A diferencia del lápiz o el bolígrafo técnico, este material permitía un trazo flexible y corregible, facilitando una exploración visual sin un compromiso definitivo con la forma. Su rechazo a “inmortalizar tonterías” con herramientas permanentes subraya la importancia que concedía a una fase de experimentación libre de condicionamientos.
De manera análoga, el uso de plastilina complementaba la representación bidimensional del carboncillo mediante la exploración volumétrica. Su maleabilidad favorecía la generación de modelos tridimensionales en un proceso iterativo en el que el estudio gráfico y el análisis espacial se retroalimentaban. Esta metodología revela una preferencia por la percepción sensorial y la intuición espacial sobre la rigidez de la proyección ortogonal.
El Modulor: Entre la Racionalidad y la Búsqueda de Armonía
El Modulor fue concebido como un sistema de medidas que aspiraba a integrar criterios tecnológicos con las proporciones humanas. Si bien su base matemática respondía a principios cuantificables, su formulación incorporaba elementos simbólicos y referencias a tradiciones numéricas como la sección áurea y la serie de Fibonacci. La influencia de Matila Ghyka, teórico del número áureo con una visión poética de la proporción, resulta clave en esta articulación entre racionalidad y sensibilidad estética.
Incluso en la presentación formal del Modulor, Le Corbusier incluyó elementos gráficos que evocaban una dimensión intuitiva, como el dibujo de una flor, lo que sugiere que su interés por la armonía trascendía la mera aplicación de reglas matemáticas. Su posterior prohibición del uso dogmático del Modulor en el atelier, al considerarlo un “sustituto de la lógica y la imaginación”, reafirma la primacía de la intuición y el pensamiento crítico sobre la aplicación mecánica de un sistema normativo.

Le Corbusier y las estrategias divergentes
Estrategias Divergentes en la Relación con los Clientes: Los Casos de La Rochelle-Pallice y las Naciones Unidas
Jerzy Soltan expone las estrategias divergentes que Le Corbusier adoptó en su relación con los clientes, contrastando su distanciamiento en el proyecto de La Rochelle-Pallice con su participación activa en la sede de las Naciones Unidas. Estos enfoques revelan la interacción entre su pragmatismo y sus principios arquitectónicos en función de la escala y el contexto del encargo.
Distanciamiento Estratégico en La Rochelle-Pallice
En este proyecto, Le Corbusier optó por un distanciamiento respecto al cliente. A pesar de que la propuesta fue desarrollada en su atelier y gestionada por colaboradores como Gerald Hanning y el propio Soltan, nunca visitó el sitio ni participó en las reuniones con las autoridades locales. La interlocución inicial estuvo a cargo de André Wogenscky, y posteriormente Soltan asumió la representación ante el alcalde y el consejo municipal.
Este enfoque responde a dos factores fundamentales:
- Pragmatismo: Le Corbusier priorizaba la concepción del proyecto en su estudio y delegaba la gestión con el cliente a sus colaboradores. Su ausencia en la presentación final sugiere una anticipación de dificultades locales y una estrategia para evitar confrontaciones. Su reacción indiferente ante el fracaso del proyecto refuerza esta actitud pragmática, centrada en la producción intelectual más que en la negociación política.
- Ideales: Aunque ausente en la interacción directa, transmitió sus principios arquitectónicos a través de sus planos y de las instrucciones a su equipo. Su descontento con la interpretación de Soltan (“Et qu’est-ce que c’est ce Tchaikovsky-là?”) refleja su rechazo a cualquier desviación de su concepción racional de la arquitectura y su exigencia de fidelidad a sus postulados formales y funcionales.
Participación Activa en el Proyecto de las Naciones Unidas
En contraste, su rol en la sede de las Naciones Unidas fue más involucrado. Invitado como asesor junto a otros arquitectos, Le Corbusier se integró en un equipo multidisciplinario e impulsó la incorporación del ingeniero Vladimir Bodiansky. Su estrategia en este caso combinó la colaboración inicial con la defensa de su protagonismo en la fase final.
- Ideales: Consideró este proyecto como una oportunidad para aplicar sus principios de planificación urbana y arquitectura moderna a una escala global. Su interacción con Oscar Niemeyer y su participación en las discusiones reflejan su convicción en la vigencia de sus ideas y su interés en consolidar su influencia en el diseño de instituciones internacionales.
- Pragmatismo (frustrado): A pesar de su implicación, experimentó frustración al ver que su propuesta fue desplazada en favor de la de Wallace Harrison. Su reacción ante esta situación –organizar una conferencia de prensa en su atelier para reivindicar su contribución– muestra su intento de obtener reconocimiento público frente a la pérdida de control sobre el proceso. Sin embargo, esta estrategia resultó insuficiente frente a las estructuras organizativas complejas de la ONU, repitiéndose el desencanto que ya había experimentado en su intento fallido con la Liga de las Naciones en Ginebra.
Pragmatismo Selectivo y Tensiones con la Realidad Administrativa
Los casos de La Rochelle-Pallice y las Naciones Unidas evidencian un pragmatismo selectivo, condicionado por la escala y el contexto del encargo. En La Rochelle, Le Corbusier delegó funciones y evitó involucrarse directamente, posiblemente para optimizar su tiempo y minimizar conflictos. En las Naciones Unidas, en cambio, apostó por una estrategia de visibilidad y alianzas, al considerar el proyecto una oportunidad clave para la difusión de su pensamiento arquitectónico.
Sin embargo, su idealismo arquitectónico generó tensiones con la realidad política y administrativa. Su intento de imponer su visión en las Naciones Unidas se enfrentó a las dinámicas burocráticas y al peso de otros actores en la toma de decisiones, evidenciando los límites de su pragmatismo ante estructuras de gobernanza colectiva. Esta dualidad entre convicción y estrategia define su relación con los encargos y su posicionamiento en la arquitectura del siglo XX.
Trabajando con Le Corbusier: La influencia de la formación en Jerzy Soltan
Influencia de la Formación y Experiencia Previa de Jerzy Soltan en su Trabajo con Le Corbusier
La formación académica y la experiencia previa de Jerzy Soltan influyeron profundamente en su percepción inicial del trabajo con Le Corbusier. Proveniente de una escuela de arquitectura con un enfoque funcionalista, Soltan llegó a París con una visión influenciada por los principios del form follows function y la Neue Sachlichkeit. En su entorno anterior, la estética era considerada secundaria frente a la dimensión social de la arquitectura, una postura que se vería desafiada en su encuentro con Le Corbusier.
El Descubrimiento de la Estética como Elemento Fundamental
Este choque conceptual se manifestó en una discusión sobre el proyecto de Saint-Dié, cuando Le Corbusier le dijo: «Mais mon cher Soltan, il faut que ce soit beau.» Esta afirmación desmontó la postura funcionalista de Soltan y le reveló una dimensión que hasta entonces había subestimado: la belleza como un componente esencial del diseño arquitectónico. Este momento marcó un punto de inflexión en su evolución profesional.
Contraste entre su Experiencia Previa y el Atelier de Le Corbusier
Antes de llegar a París, Soltan había trabajado en estudios de arquitectura en Polonia, donde percibía su labor como una contribución personal al proyecto, aunque sospechaba que sus superiores la consideraban de menor importancia. En el atelier de Le Corbusier, en cambio, la entrega total del maestro a cada proyecto contrastaba radicalmente con sus experiencias previas. Durante sus cuatro años en el atelier, su concepción de la arquitectura se transformó en varios aspectos clave:
- De la función a la integración de la estética: La afirmación de Le Corbusier sobre la necesidad de la belleza amplió su perspectiva, haciéndole comprender que la dimensión visual no es un añadido, sino un componente esencial del diseño.
- De un enfoque individualista a la interpretación de una visión dominante: Mientras que en su experiencia previa concebía la arquitectura como una expresión personal, en el atelier comprendió que su labor consistía en interpretar y ejecutar la visión de Le Corbusier. El uso del «we» por parte del maestro, aunque podía entenderse como un plural mayestático, también reflejaba la idea de un esfuerzo colectivo dirigido por su concepción arquitectónica.
- Comprensión del proceso creativo intuitivo: Fue testigo de cómo Le Corbusier alternaba entre la exploración general y la atención al detalle. Observó la influencia de su práctica pictórica matutina y el uso de herramientas como el carboncillo y la plastilina en la generación de ideas.
- El modelo como herramienta de diseño: En contraste con su experiencia previa, donde los modelos se incorporaban tardíamente y servían solo como presentación final, en el atelier comprendió que su uso temprano facilitaba la exploración de nuevas posibilidades formales y espaciales.
- Percepción de la complejidad política y personal del arquitecto: A lo largo de su tiempo en el atelier, Soltan observó las múltiples facetas de Le Corbusier: su intensidad creativa, sus contradicciones políticas, su afán por obtener encargos y su actitud hacia sus colaboradores, marcada tanto por la exigencia como por la generosidad.
Conclusión
La personalidad de Le Corbusier—rigurosa, comprometida y exigente—fue un factor clave en su producción arquitectónica. Su método de trabajo, basado en la disciplina, la exploración formal mediante el carboncillo y las maquetas, y su firmeza estética, revela una búsqueda incansable de precisión en la arquitectura.
Más que un lugar de producción de planos y modelos, el atelier de Le Corbusier funcionaba como un laboratorio de ideas. Allí, el espacio físico, la estructura social y la dirección del maestro convergían en un proceso de aprendizaje riguroso. Se trataba de una inmersión en una manera particular de comprender y practicar la arquitectura, donde el trabajo no se limitaba a la técnica, sino que implicaba una exploración conceptual constante.
El método de Le Corbusier combinaba una rigurosa investigación estructurada con una fuerte dimensión intuitiva. La racionalidad guiaba la formalización del diseño, mientras que la intuición intervenía en la generación de ideas y la exploración espacial. El uso de materiales como el carboncillo y la plastilina permitía una aproximación directa y sensorial al diseño, complementando los procesos analíticos. Incluso en el desarrollo del Modulor, el rigor matemático coexistía con una búsqueda de armonía que trascendía la simple aplicación de proporciones. Esta interacción entre racionalidad e intuición no solo definió su obra, sino también su pensamiento arquitectónico.
Le Corbusier adoptó estrategias flexibles frente a sus clientes, ajustando su nivel de involucramiento según la escala y la naturaleza de cada encargo. Aunque sus ideales arquitectónicos fueron constantes, su pragmatismo varió desde la delegación hasta la confrontación, con resultados dispares. En algunos casos, prefirió mantenerse al margen de la gestión directa, mientras que en otros, defendió activamente su visión, incluso en escenarios de tensión y frustración.
La Transformación de Soltan: De la Función a la Estética
La experiencia de Jerzy Soltan en el atelier de Le Corbusier redefinió su comprensión de la arquitectura. Evolucionó de una visión funcionalista y una noción de autoría individual a una apreciación más amplia de la integración de la estética, la centralidad de una visión arquitectónica dominante, la importancia de la intuición en el diseño y el uso del modelo como herramienta fundamental en la concepción espacial. La inmersión en este entorno le permitió experimentar una intensidad creativa y una complejidad conceptual que desbordaban su formación inicial, transformando su perspectiva sobre la práctica profesional de la arquitectura.
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Fuente: Jerzy Soltan, ‘Working with Le Corbusier’, in H, Allen Brooks (ed.), Le Corbusier, Princeton: Princeton University Press, 1987, pp. 1-16.
Fotografía de portada: Le Corbusier, Atelier 35S, ©Rene Burri -FLC ADAGP 2025
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