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Las alusiones de Richard Meier según Dal Co

Richard meier, bronx developmental center ©richard meier

En el artículo “The Allusions of Richard Meier” publicado en Oppositions 9, Francisco Dal Co ofrece un análisis crítico de la obra de Richard Meier, centrado en el Bronx Developmental Center como objeto de estudio principal. A través de una comparación con sus proyectos anteriores, Dal Co examina las tensiones inherentes entre el proceso proyectual y el objeto arquitectónico terminado. El ensayo pone en evidencia una problemática metodológica dentro del discurso crítico: la constante recurrencia a analogías históricas, que pretenden enmarcar la obra dentro de una genealogía formal o conceptual, pero terminan por diluir su especificidad. En este marco, el Bronx Developmental Center se interpreta como un punto de inflexión en la trayectoria de Meier. A diferencia de sus primeras obras, este complejo plantea una tentativa de síntesis formal que lo aproxima a una retórica vanguardista ya desplazada por la evolución crítica de la disciplina. Para Dal Co, Meier resigna la tensión productiva que caracterizaba sus trabajos iniciales, en favor de una utopía estilística que ya no posee la carga transformadora que tuvo en contextos anteriores.

Las alusiones Richard Meier

La relación entre proceso y objeto en la arquitectura

En el análisis sobre la obra de Richard Meier, Dal Co plantea una de las disyuntivas conceptuales más persistentes en la teoría arquitectónica contemporánea: la aparente oposición entre la valorización del proceso proyectual y la autonomía del objeto construido. Se cuestiona la dicotomía entre una exaltación del desarrollo formal y conceptual de la obra y una lectura que reduce el edificio a su condición de artefacto cerrado, autosuficiente y desligado de su génesis.

Francisco Dal Co rechaza esta escisión metodológica al señalar que proceso y objeto deben ser entendidos como categorías mutuamente dependientes. En sus palabras, “el proceso por el cual se genera la arquitectura se revela finalmente en el objeto realizado”, lo cual implica que el edificio terminado no puede ser interpretado de forma aislada ni como simple producto final. Aun así, se advierte que esta relación no es lineal ni determinista: ni el análisis del proceso proyectual basta por sí solo para explicar la totalidad del resultado arquitectónico, ni la observación del objeto concluido permite reconstruir con precisión el camino seguido. Se trata, más bien, de una coexistencia dialéctica, donde ambos momentos se iluminan recíprocamente.

La obra de Richard Meier se presenta como un caso ejemplar de lo expuesto. Cada uno de sus edificios manifiesta los principios compositivos y formales que lo estructuran, pero evidencia, de manera legible, los conflictos, ajustes y decisiones que marcaron su proceso de elaboración. Las obras de Meier las incorporan las tensiones internas como parte de su lógica expresiva, convirtiéndose así en registros visibles de su evolución proyectual y de las contingencias inherentes al acto de diseñar.

Crítica a la arqueología del conocimiento y a la filología ambigua

Dal Co formula una crítica explícita a una modalidad recurrente de interpretación arquitectónica que utiliza como pretexto esclarecer los orígenes formales de una obra, para incurrir en un ejercicio retrospectivo que desvirtúa su significado actual. Señala como problemática la tendencia de ciertos enfoques críticos a rastrear de manera casi obsesiva las reminiscencias, analogías y precedentes estilísticos que supuestamente subyacen en la arquitectura de Richard Meier. Esta práctica posiciona al crítico como un analista que intenta reconstruir sus supuestas “infancias” formales a través de una lectura cargada de sugestión más que de rigor. En este marco, Dal Co denomina a esta estrategia una “arqueología del conocimiento”, entendida como una forma de filología ambigua y metodológicamente frágil.

Frente a esta postura, Dal Co propone un cambio de enfoque. En lugar de concentrarse en la especificidad estilística o en los referentes explícitos que podrían enmarcar la producción de Meier dentro de una tradición reconocible, opta por examinar los mecanismos más generales que atraviesan su obra. En particular, se interesa por la manera en que esta producción pone en juego relaciones estructurales entre el proceso de formalización arquitectónica y la constitución de un lenguaje propio. La atención se desplaza del repertorio de influencias hacia una reflexión más amplia sobre los principios operativos del diseño y su capacidad para generar un sistema significativo autónomo.

Con este criterio no se busca invalidar las genealogías formales, sino subrayar sus límites como herramientas interpretativas cuando se aplican sin considerar las operaciones internas del proyecto. En consecuencia, la arquitectura de Meier se presenta aquí como un laboratorio desde el cual interrogar las condiciones mismas de producción del lenguaje arquitectónico contemporáneo, evitando establecer un palimpsesto de citas.

Bronx developmental center ©richard meier
Bronx developmental center ©richard meier

La ruptura del complejo del Bronx y la evolución del lenguaje en la obra de Meier

Uno de los puntos centrales del análisis propuesto por Francisco Dal Co gira en torno al papel del Bronx Developmental Center en la trayectoria proyectual de Richard Meier. La aparición de esta obra señala una inflexión significativa dentro de su corpus arquitectónico, al punto de ser calificada como una “ruptura completa” respecto de sus realizaciones anteriores. No obstante, esta ruptura se configura como resultado de una continuidad crítica: una transformación que sólo es posible a partir de la reformulación de elementos ya presentes en su arquitectura previa.

En este sentido, el complejo del Bronx incorpora pasajes reconocibles, citas formales y recursos compositivos derivados de proyectos anteriores, pero lo hace desde una lógica de síntesis que reconfigura su presencia en el conjunto. Estos elementos se despliegan en el nuevo contexto con un grado de elaboración mayor, permitiendo distinguir arquetipos y estructuras latentes que subyacen a la obra de Meier desde sus inicios. La referencia a su propio repertorio formal es una operación que revela una conciencia progresiva sobre las condiciones internas de su lenguaje arquitectónico.

La pregunta que emerge de este proceso es de carácter estructural:

¿en qué medida la arquitectura de Meier ha alcanzado una madurez expresiva capaz de articular con claridad su propio sistema formal, superando las vacilaciones o “balbuceos” iniciales?

¿puede afirmarse que su obra ha consolidado una gramática propia, coherente y autónoma, que le permita situarse críticamente frente a la tradición moderna sin depender de ella como única fuente de legitimidad?

El Bronx Developmental Center condensa esta tensión. Es una manifestación de ruptura y de continuidad, un proyecto que oscila entre la afirmación de una identidad proyectual consolidada y la persistencia de un diálogo no resuelto con los lenguajes del movimiento moderno. Esta ambigüedad lo convierte en un punto de observación privilegiado para analizar los límites y posibilidades del sistema formal que Meier ha venido construyendo a lo largo de su carrera.

La síntesis de funciones y formas: el “realismo” arquitectónico y su costo conceptual

El procedimiento proyectual de Richard Meier es caracterizado por Dal Co como una operación de síntesis entre componentes formales y funcionales previamente disociados. Esta estrategia está inscripta en la tradición de la arquitectura moderna, y es definida en el texto como una forma de “realismo”, entendida como una disposición metodológica orientada a integrar el programa funcional dentro de un sistema formal preexistente o deliberadamente construido. Se trata de una “acomodación positiva del uso social por medio de formas apropiadamente seleccionadas”, donde el lenguaje arquitectónico se convierte en el mediador entre exigencias operativas y voluntades expresivas.

Dal Co introduce un matiz crítico interrogando las implicancias de este realismo cuando alcanza un grado elevado de codificación interna. En el caso del Bronx Developmental Center, este intento de síntesis como la culminación de una búsqueda sistemática de articulación entre forma y función, da lugar a un efecto paradójico. La preocupación del autor se centra en la posibilidad de que dicha síntesis sea meramente superficial o retórica, y que, en lugar de consolidar un lenguaje operativo, conduzca a una automatización del signo arquitectónico, desvinculado de su capacidad de significar más allá de sí mismo.

Desde este punto de vista, el lenguaje formal de Meier, al buscar reconstituirse como totalidad coherente, corre el riesgo de transformarse en una estructura cerrada sobre su propia lógica interna. Lo que se presenta como una gramática arquitectónica rigurosamente elaborada, podría devenir en un sistema autorreferencial cuya función última sea la preservación de una utopía proyectual desplazada hacia el plano simbólico. Es esta “palabra arquitectónica autónoma” evocada por Dal Co como “fantasma inefable, una sombra”, pone en cuestión la eficacia crítica de la obra, reducida a una operación formal que se desvincula progresivamente de los dispositivos sociales y espaciales que la arquitectura está llamada a integrar.

Las alusiones de richard meier ©richard meier
Bronx developmental center ©richard meier

La alusión y la disolución del significado en el lenguaje arquitectónico

Uno de los aspectos más incisivos del análisis de Francisco Dal Co radica en su examen crítico del empleo de la alusión como recurso estructurante en la producción reciente de Richard Meier, con especial énfasis en el Bronx Developmental Center, donde esta estrategia adquiere un papel determinante en la configuración formal y conceptual del proyecto.

Si bien autores como Kenneth Frampton y Manfredo Tafuri habían señalado con anterioridad la presencia de una escala alusiva en los denominados Five Architects, Dal Co avanza un paso más allá al examinar las consecuencias conceptuales de esa estrategia cuando esta se despliega sin filtros críticos.

En el Bronx, la arquitectura se presenta como un discurso saturado de referencias que operan como signos reiterativos insertos en una cadena de evocaciones sin anclaje semántico claro. El edificio deja de ser un objeto que enuncia desde su especificidad proyectual, para convertirse en una proyección abstracta de lo que “podría o debería ser” la arquitectura, cayendo así en un dominio de alusión infinita semánticamente indeterminada.

Dal Co identifica aquí un punto de inflexión: cuando la alusión deja de ser estrategia y se convierte en contaminación, el lenguaje arquitectónico pierde su capacidad generativa. Lo que queda es una “palabra arquitectónica” desprovista de potencia significativa, reducida a un signo estático, fosilizado, que conserva rastros formales de sus orígenes pero que ha dejado de producir sentido en el presente. Esta deriva semiótica implica una pérdida de espesor comunicativo: la arquitectura ya no construye significados nuevos, sino que reproduce secuencias formales reconocibles sin activar su dimensión crítica o transformadora.

El proyecto del Bronx plantea una interrogante mayor sobre los límites del lenguaje arquitectónico cuando este se repliega sobre sí mismo y se entrega a una economía de signos autorreferenciales. La consecuencia es una estética de la reiteración que oculta una creciente superficialidad expresiva, bajo la apariencia de profundidad conceptual.

El retorno a la utopía progresista y la disolución crítica de la vanguardia

En su análisis del Bronx Developmental Center, Dal Co identifica un movimiento regresivo en la trayectoria de Richard Meier, donde reinscribe su práctica dentro de un horizonte vanguardista que sus primeras obras parecían haber superado. Esta reiteración se presenta como una reincidencia estructural: un retorno literal a las premisas ideológicas y formales de la vanguardia, concebida como una búsqueda de un lenguaje arquitectónico total, donde la forma funciona como equivalente simbólico de una racionalidad universal mecanizada.

Dal Co subraya que esta vuelta implica una reproducción acrítica de su imaginario. Se trata de un punto de inflexión que marca la diferencia entre dos modalidades de utopía: aquella nostálgica, que remite al pasado como refugio simbólico, y la progresista, que proyecta un futuro abstracto desde categorías ya desbordadas por la historia disciplinar. En este contexto, la vanguardia deja de ser un espacio de innovación estructurante para convertirse en un terreno de disolución: un lugar donde los impulsos ideológicos se reactivan sin eficacia transformadora, reducidos a su condición original, desprovista de agencia crítica.

La lectura que propone Dal Co es contundente: la arquitectura, si desea evitar caer en un formalismo paralizante o en una retórica de la promesa no cumplida, debe romper deliberadamente con el aparato conceptual heredado de la vanguardia. Esta “gran estación cultural” ya no ofrece marcos operativos válidos para enfrentar los desafíos contemporáneos del proyecto arquitectónico. Superarla implica renunciar a su promesa de seguridad y a la ilusión de que el lenguaje pueda, por sí solo, generar sentido sin tensión con lo real.

Dal Co concluye que es necesario que la arquitectura busque sus fundamentos en otras coordenadas, más complejas y contingentes, menos protegidas por las certezas ideológicas del pasado. Este desplazamiento exige un acto de renuncia: dejar atrás los sueños de completitud formal y abrirse a una práctica más abierta, menos codificada, donde la autonomía del lenguaje arquitectónico sea una herramienta crítica constantemente interrogada por sus condiciones de posibilidad.

Las alusiones de richard meier, bronx developmental center ©richard meier
Bronx developmental center ©richard meier

La arquitectura de Meier como límite entre oposiciones bennianas

En el final de su análisis, Francisco Dal Co recurre a la figura de Gottfried Benn para articular una interpretación más abstracta y filosófica del lugar que ocupa la obra de Richard Meier en el panorama de la arquitectura contemporánea. Según esta lectura, Meier opera en el umbral de dos tensiones fundamentales que determinan las posibilidades y las limitaciones de su lenguaje arquitectónico.

Por un lado, se identifica una voluntad de inmersión en la genealogía del lenguaje formal: un impulso hacia la búsqueda de las raíces de las “palabras ya habladas”, es decir, de aquellas formas arquitectónicas que, por su sedimentación histórica, portan una memoria estructural del discurso disciplinar. En este plano, el trabajo de Meier se inscribe en el “Sturmstrom” del lenguaje arquitectónico entendido como flujo transformativo, un sistema que se modifica a través del uso constante, pero que nunca se desvincula completamente de sus orígenes.

Por otro lado, la arquitectura de Meier se presenta como construcción de ilusión y alusión, donde las referencias formales y los ecos históricos terminan configurando un dispositivo tautológico. Este gesto, al pretender superar los límites del lenguaje disciplinar por medio de su exceso, acaba por evidenciar su propia impotencia: un intento de ruptura que revela la imposibilidad de escapar del marco que busca transgredir. La obra, al salir del “dominio privado de la escritura” y exponerse a los lenguajes del mundo, entra en relación. En este tránsito, el significado arquitectónico ya no se encuentra en la pureza formal, sino en la capacidad de convertirse en discurso situado, en la medida en que renuncia a la clausura semántica de lo autónomo.

Dal Co sostiene que el valor de esta arquitectura reside precisamente en su conciencia de esa impotencia estructural para intervenir plenamente en las condiciones sociales, culturales y técnicas que constituyen su contexto. La arquitectura adquiere significado por su disposición a abandonar las utopías, por su voluntad de ser nuevamente hablada desde un lugar de exposición crítica. En esa renuncia es donde se activa la “convocatoria benniana”: una llamada a habitar el límite como condición constitutiva de la práctica arquitectónica contemporánea.

La autenticidad arquitectónica y la crítica benjaminiana a la post-vanguardia

En un gesto de apertura hacia una dimensión filosófica más amplia, Francisco Dal Co incorpora una pregunta fundamental planteada por Walter Benjamin:

¿hasta qué punto la producción de Richard Meier responde a su obligación de ser un arte de la post-vanguardia que ponga a prueba la autenticidad de dicho arte?

Esta interrogación desplaza el foco desde el análisis formal hacia una crítica epistemológica de los medios de producción arquitectónica y de los marcos ideológicos que los sustentan.

Desde esta lógica, la autenticidad en arquitectura puede definirse como la capacidad de someter a revisión crítica los instrumentos mismos que hacen posible la producción proyectual. El acto de proyectar no se limita a manipular formas ni a movilizar un repertorio técnico; implica una discusión continua sobre las condiciones materiales, simbólicas y operativas del lenguaje arquitectónico. En este sentido, Dal Co sugiere que la “utopía de las continuidades ficticias” funciona precisamente como un dispositivo de neutralización crítica, orientado a impedir la transformación profunda de los medios disciplinares.

La crítica se extiende al concepto de “autonomía de la forma”, entendido como abstracción desvinculada de cualquier mandato cultural o social. Esta forma de lingüística formal conduce a la exoneración de toda responsabilidad para con el contexto y las demandas de la época. En consecuencia, la obra deja de ser una intervención situada y se convierte en un ejercicio autorreferencial, clausurado en su propia lógica interna.

Dal Co recupera el concepto de autonomía como condición crítica. La autonomía arquitectónica es válida solo en la medida en que rechaza la síntesis totalizante, refuta la utopía como programa operativo, y se orienta hacia la identificación de una especificidad desde la cual sea posible reconstruir el sentido de la autenticidad tal como lo planteaba Benjamin. Se trata de una autonomía negativa: no como plenitud, sino como exclusión de ilusiones sintéticas, y como esfuerzo por pensar la arquitectura desde su propia precariedad constitutiva.

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