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CONTEXTOSExpresiones Artísticas

Las Señoritas de Avignon, Ruptura y Legado en la Vanguardia del Siglo XX

Las señoritas de Avignon, 1907 - Pablo Picasso

Las Señoritas de Avignon de Pablo Picasso es un hito en la historia del arte occidental, una obra que desestabilizó los cimientos de la representación pictórica y anticipó transformaciones sustanciales en la concepción del espacio, la forma y el sujeto. Realizada en 1907, la obra de Picasso es resultado de múltiples confluencias estéticas e intelectuales que el artista malagueño sintetizó en un acto de ruptura única. El lienzo ha sido objeto de continuas reinterpretaciones que han enriquecido su significación histórica y estética. Desde las tempranas lecturas formalistas que destacaron su revolucionaria estructuración espacial hasta los recientes análisis que exploran sus dimensiones de género, “Las Señoritas de Avignon” continúa siendo un campo de batalla hermenéutico donde se disputan las narrativas fundamentales del arte moderno.

Las Señoritas de Avignon: La Dislocación de la Tradición

La transgresión fundamental que “Las Señoritas de Avignon” (Las señoritas de la calle de Avinyó – Les Demoiselles d’Avignon) radica en la demolición sistemática de los principios que habían regido la representación visual desde el Renacimiento. El espacio pictórico, que durante siglos había estado organizado según las leyes de la perspectiva albertiana1, se ve abruptamente colapsado en una estructura plana donde el fondo y la figura se interpenetran en una configuración disruptiva. Esta reformulación espacial constituye un punto de inflexión en la evolución de la representación pictórica, que abandona la ilusión de profundidad en favor de una superficie que afirma su carácter bidimensional y autorreferencial.

La perspectiva tradicional, con su punto de vista único y estático, es reemplazada por una multiplicidad de ángulos visuales simultáneos que fragmentan los objetos representados y los reconstruyen según principios ajenos al naturalismo mimético. Esta innovación formal es una respuesta pictórica a las transformaciones conceptuales que se estaban produciendo en el campo científico, particularmente con la Teoría de la Relatividad de Einstein2, que postulaba la interrelación entre tiempo y espacio, influyendo decisivamente en el desarrollo del cubismo3. La obra superpone múltiples perspectivas, integrando espacio y tiempo en una experiencia visual que se percibe como simultánea y dinámica.

La anatomía humana, sometida tradicionalmente a cánones de belleza y proporción derivados de la estatuaria clásica, experimenta una violenta deformación que privilegia la expresividad por encima de la apariencia anatómica. Los cuerpos de las cinco figuras femeninas son sometidos a un tratamiento geométrico que desintegra la organicidad del cuerpo humano y lo reduce a planos angulares y volúmenes simplificados. Esta desarticulación de la figura humana busca trascender la mera apariencia superficial para acceder a una realidad más esencial y primordial de la forma.

La paleta cromática de la obra, dominada por ocres, marrones, blancos y negros, con acentos de azul y rosa, representa una ruptura con el tratamiento del color característico del impresionismo y postimpresionismo. Picasso abandona la función descriptiva y atmosférica del color para otorgarle un valor estructural y expresivo autónomo, contribuyendo así a la planitud de la composición. Los contornos negros que delimitan las figuras intensifican esta bidimensionalidad, negando cualquier intento de modelado ilusionista mediante el claroscuro tradicional.

El Diálogo Transcultural: Influencias y Apropiaciones Estéticas

La génesis de “Las Señoritas de Avignon” se inscribe en una red de influencias que Picasso metabolizó con extraordinaria originalidad. La obra representa un punto de convergencia donde diversas tradiciones estéticas son sometidas a un proceso de asimilación crítica y transformadora.

Entre estas influencias, Paul Cézanne4 emerge como referente fundamental, particularmente a través de sus series de bañistas y su revolucionario tratamiento del volumen y el espacio pictórico.

La retrospectiva de Cézanne celebrada en París en 1907 tras la muerte del pintor5, causó un profundo impacto en Picasso, quien encontró en la obra del maestro provenzal estrategias formales para trascender la representación naturalista sin caer en la abstracción total.

El concepto de sensación que Cézanne había desarrollado como fundamento de su práctica pictórica6, posteriormente teorizado por filósofos como Gilles Deleuze7, proporcionó a Picasso un punto de partida para explorar modos de representación que captaran la experiencia sensorial directa del mundo.

Esta concepción de la pintura como «bloque de sensación» resulta fundamental para comprender la violenta distorsión formal que caracteriza a “Las Señoritas de Avignon”. El encuentro de Picasso con la escultura ibérica arcaica en el Louvre en 1906, proporcionó al artista modelos formales alternativos a la tradición clásica greco-romana8. Las esculturas se caracterizan por la geometrización de los rasgos faciales y una frontalidad hierática que resonaban con sus propias búsquedas estéticas. Sin embargo, fue el descubrimiento de las máscaras rituales del arte africano en el Museo Etnográfico del Trocadero en París, lo que catalizó la transformación estilística que cristalizó en «Las Señoritas de Avignon».9

La apropiación que Picasso realiza del arte africano debe ser analizada en el contexto del llamado «primitivismo» europeo de principios del siglo XX. Este fenómeno estético, ligado a las dinámicas coloniales, implicaba una percepción del arte no occidental como manifestación de fuerzas primarias, instintivas y no contaminadas por la civilización.

El estudio genético de «Las Señoritas de Avignon» revela que el primitivismo presente en la obra de Picasso es esencialmente paradójico. Se manifiesta como un trabajo de apropiación, desplazamiento y transgresión que produce una obra fundamentalmente híbrida, mestizada, donde las tradiciones visuales occidentales y no occidentales son sometidas a un proceso de deconstrucción y rearticulación.

Las referencias a las artes africanas actúan como dispositivos de desestabilización del lenguaje pictórico occidental, permitiendo a Picasso articular una crítica inmanente de la tradición en la que se había formado.

Las señoritas de Avignon, 1907 - Pablo Picasso ©WikiArt.org
Las señoritas de Avignon, 1907 – Pablo Picasso ©WikiArt.org

Las Señoritas de Avignon: Entre lo Social y lo Existencial

“Las Señoritas de Avignon” despliega una extraordinaria densidad temática y simbólica que entrelaza dimensiones sociales, psicológicas, sexuales y existenciales. La ubicación de la escena en un burdel de la calle d’Avinyó de Barcelona sitúa la obra en un espacio marginal de la sociedad burguesa de principios del siglo XX10. El burdel encarnaba las contradicciones de una moral sexual que separaba la sexualidad femenina entre la figura sacralizada de la esposa-madre y la figura estigmatizada de la prostituta.

La representación de las cinco figuras femeninas en poses explícitamente sexualizadas, con sus cuerpos desnudos expuestos frontalmente al espectador, subvierte los códigos tradicionales del desnudo femenino en la tradición occidental.

A diferencia de las odaliscas orientalizantes de la tradición académica o de las bañistas idealizadas del impresionismo, las figuras confrontan al espectador con miradas directas. Esta confrontación visual, intensificada por la deformación expresionista de los rostros, desestabiliza la relación tradicional entre sujeto masculino que observa y el objeto femenino observado. La atmósfera inquietante de la obra, con sus figuras angulares atrapadas en un espacio comprimido y claustrofóbico, ha sido interpretada como expresión de la ansiedad sexual masculina frente a la figura femenina.

El Proceso Creativo: Génesis y Evolución de una Obra Revolucionaria

El proceso creativo que condujo a la versión final de «Las Señoritas de Avignon» revela la complejidad del proyecto pictórico de Picasso. Los cuadernos preparatorios del artista, publicados con ocasión de la exposición Picasso de 1988, permiten reconstruir la génesis de la obra a través de los numerosos bocetos y estudios compositivos.11

Este material preparatorio documenta el desarrollo de los elementos que estructuran la concepción de la pintura: la figura humana, la composición y la relación con la escultura primitiva. Los primeros esbozos de la composición, realizados a principios de 1907, muestran una escena narrativa convencional, con siete figuras distribuidas en un espacio reconocible: cinco mujeres desnudas y dos figuras masculinas (un marinero y un estudiante de medicina con un cráneo en la mano). Estos bocetos muestran un tratamiento con reminiscencias del periodo rosa de Picasso, con figuras estilizadas, pero anatómicamente coherentes.

Progresivamente, se eliminan las figuras masculinas y la composición se estructura en torno a las cinco figuras femeninas en un espacio abstracto y comprimido. Se observa una geometrización creciente de las formas y una distorsión cada vez más audaz de las proporciones corporales. La transformación que sufren los rostros de las dos figuras de la derecha es notoria, que en los estudios finales adquieren los rasgos angulares y simplificados inspirados en máscaras africanas.

Recepción e Impacto: Del Rechazo a la Canonización

La recepción inicial de «Las Señoritas de Avignon» constituyó un episodio controvertido. Picasso mantuvo la obra oculta en su estudio durante años, y su presentación pública provocó desconcierto e incluso rechazo entre sus contemporáneos más próximos. Henri Matisse y Georges Braque, reaccionaron inicialmente con perplejidad ante la radical agresividad formal del lienzo. El poeta y crítico André Salmon la describió como “el acontecimiento catastrófico en el que se manifiesta el espíritu de una época”.12

Esta incomprensión inicial ilustra la magnitud de la ruptura que plantea la obra respecto a los paradigmas estéticos vigentes. Sin embargo, la historia posterior demuestra un paulatino proceso de asimilación que culmina con su canonización como obra fundacional del arte moderno.

Resulta significativo el papel desempeñado por coleccionistas y galeristas en la difusión y legitimación de la obra picassiana. Mary Hoyt Wiborg13, Elizabeth Fuller14, Mary Lasker15, Marie Harriman16 e Ingeborg Eichmann17 adquirieron obras importantes de Picasso, y a través de sus préstamos para exposiciones temporales, permitieron que un público mucho más amplio y diversas instituciones de prestigio tuvieran acceso a su arte.

La influencia de «Las Señoritas de Avignon» en el desarrollo del Cubismo resulta innegable, aunque la obra en sí misma no puede considerarse plenamente cubista, sino más bien protocubista o transicional. La colaboración posterior entre Picasso y Braque entre 1908 y 1914 desarrollaría los principios espaciales y compositivos anticipados en esta obra, dando lugar al Cubismo analítico, caracterizado por la fragmentación extrema del objeto y una paleta cromática restringida, y posteriormente al Cubismo sintético, que reintroduciría elementos referenciales a través del collage y una mayor libertad cromática.

«Las Señoritas de Avignon» continúa ejerciendo una persistente fascinación en el discurso contemporáneo sobre arte. Lejos de agotarse en las narrativas formalistas que predominaron en la historiografía modernista del siglo XX, la obra se revela como un texto visual que permite múltiples aproximaciones críticas.

El estudio genético de los carnets preparatorios de «Las Señoritas de Avignon» demuestra que el primitivismo presente en el trabajo de Picasso es esencialmente paradójico y no se reduce a la idea simplificada que generalmente se tiene. Se manifiesta ante todo como una vuelta a los orígenes mismos de la cultura del pintor, y solo entonces puede hablarse efectivamente de un trabajo de apropiación, desplazamiento y transgresión que produce una obra genuinamente mestizada.

Conclusión: La Perpetua Contemporaneidad de una Obra Revolucionaria

«Las Señoritas de Avignon» ocupa una posición central en nuestra comprensión del arte moderno como una obra que mantiene una inquietante contemporaneidad. Su radical cuestionamiento de las convenciones pictóricas occidentales, el complejo diálogo con tradiciones estéticas diversas, su densa estratificación semántica y su desafiante representación del cuerpo humano siguen interpelando al espectador contemporáneo.

La revolución formal que inauguró la obra trasciende su contexto histórico para convertirse en una interrogación sobre los fundamentos mismos de la representación visual. La obra permanece como un poderoso testimonio de la capacidad del arte para transformar nuestra percepción y comprensión del mundo. Su violenta ruptura con las convenciones establecidas fue un acto de apertura radical hacia nuevas posibilidades expresivas que el arte del siglo XX exploraría incansablemente.

Su revolución pictórica sigue siendo, más de un siglo después, un acontecimiento inacabado cuyas reverberaciones continúan modulando nuestra comprensión del arte y sus posibilidades transformadoras.

©tecnne

Las señoritas de Avignon, 1907 - Pablo Picasso ©WikiArt.org
Las señoritas de Avignon, 1907 – Pablo Picasso ©WikiArt.org

Las Señoritas de Avignon cronología

Período de Gestación y Secreto (1906-1907)

Picasso pintó la obra en su estudio del Bateau-Lavoir, en el barrio de Montmartre de París. Cuando Picasso la mostró a un círculo íntimo de amigos y colegas (como Georges Braque, André Derain, Henri Matisse y el crítico Leo Stein), la reacción fue mayoritariamente de rechazo, asombro e incluso hostilidad. Muchos la consideraron grotesca, inmoral y una afrenta a la pintura. Matisse, por ejemplo, la vio como una «caricatura» y un intento de «burlarse del arte moderno». Debido a esta recepción negativa, Picasso enrolló la tela y la guardó en su estudio durante años, sin mostrarla públicamente.

Primeras Apariciones (c. 1910 – 1916)

A pesar de estar «oculta», la obra fue vista por un pequeño grupo de artistas y coleccionistas que visitaban el estudio de Picasso, incluyendo a Daniel-Henry Kahnweiler, quien se convertiría en su principal marchante. La pintura influiría silenciosamente en artistas como Braque, marcando el inicio del Cubismo analítico.

Debut Público y el Cambio de Nombre (1916)

La primera vez que «Las Señoritas de Avignón» fue exhibida públicamente fue en julio de 1916 en el Salon d’Antin de París, organizado por el marchante y crítico André Salmon. Fue en esta exposición cuando Salmon, para evitar el escándalo por el tema explícito del burdel, le dio el título que conocemos hoy: «Las Señoritas de Avignon» (Las Señoritas de Aviñón). Aunque fue exhibida, la obra aún era muy controvertida y no fue comprada de inmediato.

Adquisición de Jacques Doucet (1920-1929)

En 1920, la obra fue adquirida por el influyente diseñador de moda y coleccionista de arte francés Jacques Doucet (1853-1929) por la considerable suma de 25.000 francos. Doucet, un visionario, reconoció la importancia de la pintura a pesar de su reputación. Doucet la mantuvo en su colección privada en París.

El Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) (1937 – Presente)

Después de la muerte de Jacques Doucet en 1929, la obra fue comprada por un grupo de marchantes de arte liderados por Jacques Seligmann & Co. Finalmente, en 1937, el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York la adquirió por una suma de $24,000. Fue una adquisición audaz para un museo recién fundado, ya que la obra seguía siendo controvertida. Desde su adquisición por el MoMA, «Las Señoritas de Aviñón» se ha convertido en una de las piezas centrales de su colección permanente y un icono del arte moderno. Ha sido exhibida ininterrumpidamente, salvo para restauraciones o préstamos excepcionales. Es una de las obras más estudiadas, analizadas y reproducidas en la historia del arte.

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