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El Kunsthal de Rem Koolhaas: Manifiesto de Hibridación y Transformación

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El Kunsthal de Rotterdam, proyectado por Rem Koolhaas y la Office for Metropolitan Architecture (OMA) e inaugurado en 1992 en el eje cultural de la ciudad, actúa como umbral hacia un conjunto de equipamientos destinados a consolidar la imagen de Rotterdam como enclave cultural europeo tras los procesos de reconstrucción emprendidos en la posguerra. Concebido como un volumen prismático de geometría rectangular y base cuadrada, está atravesado por dos recorridos principales que lo fragmentan y lo articulan. OMA somete a crítica las convenciones arquitectónicas, desde el programa hasta la tipología, desde la técnica hasta el detalle constructivo. Alberga aproximadamente 3000 m² de salas de exposición junto con un auditorio, una librería y un restaurante.

La práctica arquitectónica de los años setenta

El clima cultural de la década de 1970 estuvo dominado por un pesimismo generalizado por la Guerra de Vietnam, la Guerra Fría y la progresiva desconfianza hacia el progreso tecnológico. Este escenario se manifestó en la cultura popular, mediante el auge de narrativas distópicas en el cine que alcanzaron a la disciplina arquitectónica, cuando varios se distanciaron de la práctica edificatoria, orientando su trabajo hacia la denominada “arquitectura de papel”, privilegiando la especulación conceptual sobre la construcción material.1

Koolhaas optó hacia finales de la década por reactivar la práctica constructiva. En 1980 trasladó la sede de OMA a Rotterdam para consolidar una oficina orientada a la edificación. Koolhaas quería alcanzar un grado de profesionalización comparable al de oficinas consolidadas como Harrison & Abramovitz.2

La posición de Koolhaas en el panorama arquitectónico de los años 80

Rem Koolhaas adoptó una posición crítica frente al posmodernismo, al que consideraba una arquitectura dominada por la obsesión formal, acrítica en sus planteamientos, sumisa frente a la historia y abiertamente despectiva hacia los principios del movimiento moderno.

En la Strada Novissima de la Bienal de Venecia de 1980, Koolhaas presentó en la una fachada blanca y ondulante, acompañada de un letrero de neón con las siglas “OMA”, que operaba como contraposición directa a la estética clasicista e historicista promovida por sus contemporáneos.3

Strada Novissima de la Bienal de Venecia de 1980
Strada Novissima, fachadas, Bienal de Venecia de 1980

La reflexión crítica de OMA se articuló en torno a dos ejes principales: por un lado, la reivindicación de una continuidad modernista frente a las tendencias que buscaban recuperar tradiciones historicistas; por otro, la defensa del programa arquitectónico con la casi supresión de la forma, frente a un formalismo entendido como fin autónomo. En sus primeras etapas, la práctica de Rem Koolhaas mantuvo ciertos vínculos con el racionalismo, pero su objetivo central fue la afirmación de la diferencia, entendida como posicionamiento frente a los lenguajes dominantes de la disciplina.

La irrupción del deconstructivismo a finales de los años ochenta, marcada por la exposición del MoMA en 1988, expuso características proyectuales como la fragmentación volumétrica, la inestabilidad perceptiva y la afinidad con el constructivismo ruso, que coincidían parcialmente con elementos ya presentes en los proyectos de OMA.4 A partir de esta exposición, Koolhaas desarrolló nuevas estrategias de distinción, entre las cuales destacó la noción de “totalidad”, concebida como contrapeso conceptual y formal a la fragmentación deconstructivista.

Kunsthal Rotterdam, Manifiesto Arquitectónico de Hibridación y Transformación

Reconstrucción y regeneración cultural en Róterdam

El bombardeo del 14 de mayo de 1940, que destruyó la mayor parte del centro histórico de Róterdam, marcó el inicio de un proceso de reconstrucción urbana de gran escala.5 El plan urbanístico implementado, estableció los lineamientos fundamentales para la reorganización del centro, priorizando la accesibilidad, la apertura de nuevas infraestructuras viales y la sustitución de la trama medieval por una estructura más racional y funcional. La estrategia de regeneración del centro urbano confluyó en la creación del Museumpark como respuesta al progresivo desequilibrio entre el perfil industrial-portuario de Róterdam y la necesidad de incorporar actividades culturales y turísticas como motores de diversificación económica y reposicionamiento urbano.

El diseño del Museumpark fue inicialmente encargado al paisajista francés Yves Brunier, pero su prematura muerte en 1991 dejó el proyecto inconcluso, posteriormente continuado por la oficina West 8, dirigida por Adriaan Geuze. La propuesta se configuró como un paisaje híbrido, en el que se superponen jardines geométricos, superficies artificiales y corredores de circulación que actúan como ejes de conexión entre los distintos equipamientos culturales del área.

El proyecto debía responder a una doble función: por un lado, desempeñar un papel de articulación urbana, integrando instituciones preexistentes con los nuevos edificios programados en el área; por otro, operar como escenografía cultural, donde el paisaje mismo adquiría un carácter expositivo y se convertía en soporte para instalaciones y obras de arte al aire libre.

La transformación del Museumpark como enclave cultural se consolidó a través de la incorporación de edificios diseñados por diferentes estudios, que introdujeron un lenguaje específico y reforzó el carácter heterogéneo del conjunto:

  • Kunsthal (Rem Koolhaas/OMA, 1992): concebido como un museo flexible, el edificio funciona como un dispositivo híbrido entre espacio público, infraestructura urbana y contenedor cultural, en línea con la noción de “superficie programada” característica de OMA.
  • Instituto Neerlandés de Arquitectura (Jo Coenen, 1993, hoy Het Nieuwe Instituut): configurado como sede de referencia internacional para la reflexión y difusión del pensamiento arquitectónico, reforzando el papel de Róterdam como centro del debate disciplinar.
  • Chabot Museum (años 1990): dedicado al arte moderno neerlandés, instalado en un edificio representativo del Nieuwe Bouwen, cuya presencia introduce un contrapunto histórico en el conjunto.
  • Depot Boijmans Van Beuningen (MVRDV, 2021): primer depósito de colecciones museísticas abierto al público, cuya envolvente especular acentúa su condición icónica y propone un modelo radical de accesibilidad cultural.

El Kunsthal de Róterdam

El Kunsthal de Róterdam, concluido en 1992, constituye una de las intervenciones más representativas de la arquitectura europea de finales del siglo XX. Con una superficie aproximada de 3000 metros cuadrados destinada a salas de exposición, complementada con un auditorio, una librería y un restaurante, el edificio fue planteado como un umbral simbólico hacia las instituciones culturales de Róterdam, desempeñando un papel de mediador entre la reconstrucción material de la ciudad y su reposicionamiento dentro del panorama cultural europeo.

En esta obra se cuestionan fundamentos tradicionales de la disciplina, desde la definición del programa hasta la coherencia tipológica, pasando por la estructura, la técnica constructiva y el propio estatuto del detalle arquitectónico. La propuesta de Koolhaas evita consolidar una gramática formal, poniendo en crisis los preceptos heredados de la cultura arquitectónica moderna, explorando una alternativa donde la contingencia y la fragmentación adquieren un papel central.

Metodología de diseño

La concepción del proyecto se fundamenta en el empleo de modelos diagramáticos entendidos como instrumentos de organización espacial, que operan como dispositivos funcionales capaces de articular programas híbridos e inestables, en contextos donde la arquitectura se ve obligada a responder de manera simultánea a una multiplicidad de condicionantes formales y programáticos.

El modelo proyectual se aproxima a una lógica rizomática, en tanto privilegia un sistema de relaciones horizontales donde las conexiones y superposiciones configuran una red de interacciones abierta y flexible, coherente con la concepción de la arquitectura como contenedor de lo inestable y lo contingente. La organización del edificio se estructura a través de la superposición de estratos funcionales, espaciales, estructurales y técnicos, cuya interacción genera la complejidad final del conjunto. En este proceso, el diseño asume la coexistencia de capas heterogéneas, disolviendo las fronteras rígidas entre programa y forma, para producir un resultado que refleja la multiplicidad y la fragmentación características del contexto urbano y cultural contemporáneo.

Hibridación de programas y espacios no jerarquicos

El Kunsthal se concibe como un dispositivo programático híbrido que trasciende la definición convencional de un espacio expositivo. El edificio incorpora funciones diversas al tiempo que actúa como acceso y prolongación del parque urbano adyacente. Esta superposición funcional responde a una visión de una arquitectura capaz de contener lo inestable y adaptarse a mutaciones continuas.

El Kunsthal manifiesta una estructura espacial donde los espacios se articulan en una red abierta de relaciones. Los opuestos público y privado ó abierto y cerrado, se entremezclan sin aparecer en estado puro, sin responder a una secuencia lineal ni a una jerarquía funcional claramente establecida, exteriorizando la aversión de Koolhaas hacia la repetición y su rechazo explícito de la tipología como categoría fija.

La circulación como elemento configurador

La circulación constituye el principio organizador fundamental de la propuesta arquitectónica. El edificio se estructura a partir de un circuito continuo, definido principalmente por una serie de rampas de gran desarrollo que configuran un recorrido en espiral estableciendo una secuencia espacial fluida, donde los distintos niveles se entrelazan sin rupturas abruptas, evocando la imagen de un bucle de Moebius.

Las dos rutas que atraviesan el volumen y lo dividen en cuatro cuadrantes introducen una lógica de fragmentación que encuentra en la propia circulación el elemento unificador. La decisión de Koolhaas de incorporar en el interior del edificio los flujos externos peatonales y vehiculares, refuerzan esta concepción. El proyecto asimila las trayectorias urbanas preexistentes, rompiendo la masa en partes diferenciadas que son recombinadas a través del sistema de rampas. De este modo, el edificio se presenta como una extensión del tejido urbano que canaliza y transforma la movilidad circundante en una experiencia arquitectónica.

Desde el punto de vista fenomenológico, la circulación adquiere también una dimensión sensorial y emocional. El recorrido, marcado por variaciones de texturas, incidencias lumínicas y cambios de escala, produce efectos de sorpresa, desorientación o incluso inquietud, que se alternan con momentos de contemplación y apertura, conviertiendo el desplazamiento en el Kunsthal en una experiencia fisiológica y perceptiva que articula emociones a través del movimiento.

La ausencia del detalle

Uno de los aspectos más significativos de esta postura se encuentra en la reconsideración del detalle, históricamente concebido como el ámbito donde se condensa la precisión técnica y la calidad material de la arquitectura. Koolhaas rechaza explícitamente esta noción, afirmando que en su trabajo “no hay detalle”, ya que la limitación de recursos económicos impide la elaboración de una microescala formal y obliga a priorizar el concepto por encima de la ejecución minuciosa.6

Esta estrategia selectiva de control conduce a una condición dual: por un lado, zonas del edificio son intensamente determinadas en términos de diseño y resolución espacial, mientras que, por otro, amplias superficies permanecen deliberadamente indefinidas o resueltas con una austeridad extrema.

El resultado es una arquitectura que oscila entre la precisión y el abandono, entre la definición puntual y la indiferencia material, evidenciando un posicionamiento crítico frente al canon moderno que vinculaba la perfección del detalle con la calidad total de la obra. Esta ambigüedad se configura como un gesto programático que reafirma la primacía del concepto sobre la ejecución artesanal, situando al Kunsthal en el centro del debate sobre los límites y posibilidades de la arquitectura contemporánea.

El sistema estructural

La estructura del Kunsthal se aparta deliberadamente de la lógica ortogonal de la retícula clásica, adoptando una disposición aleatoria, producto del trabajo conjunto de Rem Koolhaas con el ingeniero estructural Cecil Balmond, de la firma Ove Arup.7 Las columnas no se organizan según una malla homogénea, sino que se deslizan y desplazan unas respecto de otras, introduciendo un aparente desorden que responde a cálculos avanzados de simulación estructural.8

La celosía metálica tradicional fue reinterpretada y girada en su orientación, para reforzar la percepción de inestabilidad y fragmentación controlada. La estructura se convierte en un componente visible que participa activamente en la construcción de la experiencia. Su exposición enfatiza la autonomía relativa de los elementos portantes, subrayando la condición híbrida del conjunto.

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Nitin Shah, Dishant Manik, architecture design studio krvia

El carácter del kunsthal como alternativa crítica hacia un nuevo paradigma arquitectónico

El carácter del Kunsthal exhibe una yuxtaposición de materiales disímiles que compone un lenguaje heterogéneo, donde se manifiesta la fragmentación formal, la inestabilidad perceptiva y la tendencia a desagregar la forma, elementos vinculados a las vanguardias del siglo XX. El proyecto participa de las lógicas posmodernas y deconstructivistas, pero al mismo tiempo las trasciende al formular una alternativa crítica orientada hacia un nuevo paradigma arquitectónico.

Koolhaas busca distanciarse de la lógica dispersiva del deconstructivismo, reivindicando la noción de totalidad. Esta se relaciona con su teoría del Bigness9, formulada a finales de la década de 1980, donde la escala se concibe como una estrategia para absorber la complejidad de un mundo marcado por la fragmentación de los mercados, la normativa y las infraestructuras. Bigness implica la capacidad de la arquitectura para albergar en un único contenedor una proliferación simultánea y diversa de eventos.

Otra característica del Kunsthal reside en la capacidad de la arquitectura para contener en su interior aspectos que podrían considerarse irracionales, buscando integrar la complejidad y las contradicciones propias de la realidad contemporánea, aceptando la inestabilidad como un componente constitutivo del proyecto arquitectónico.

El edificio despliega una serie de recursos destinados a subvertir las expectativas del usuario, incorporando estrategias que generan respuestas emocionales inesperadas, valiéndose de la yuxtaposición de materiales, de gráficos aplicados en superficies arquitectónicas y de elementos estructurales que desafían la percepción de orden.

La introducción de recursos irónicos o icónicos, como la flecha pintada en la rampa principal o la presencia aparentemente absurda de una escultura de camello suspendida en el techo, forman parte de una estrategia consciente orientada a desestabilizar la experiencia del espectador y a revelar la distancia entre la expectativa arquitectónica y la realidad construida.

Ideas y sistemas

En relación con el contexto urbano y cultural de Róterdam, OMA planteó una serie de intervenciones complementarias que respondían a la visión de la “Ciudad Archipiélago”, defendida por Koolhaas como alternativa crítica al urbanismo tradicional.10 Desde el punto de vista conceptual, el edificio transmite una imagen clara y austera, pero que revelan gradualmente su riqueza a través de la circulación y de la experiencia temporal.

La organización del plano cuadrado atravesado por dos rutas principales, genera lugar a cuatro sectores diferenciados que funcionan como proyectos autónomos, pero al integrarse en la secuencia continua de la espiral de circulación, configuran un organismo unificado.

La exaltación de los sistemas técnicos los convierte en protagonistas arquitectónicos: la caja de ventilación, elevada al rango de volumen monumental, se transforma en soporte comunicativo al albergar la señalética de las exposiciones. La influencia de Claude Parent y su teoría de la “función oblicua” es especialmente visible en la concepción de la circulación como experiencia habitable, donde la pendiente y la inclinación alteran las relaciones entre cuerpo y espacio, generando situaciones de inestabilidad y desestabilización perceptiva.11

El Kunsthal se vincula con reflexiones desarrolladas por Koolhaas en Delirious New York, donde se analizaba la “inestabilidad programática” de los rascacielos como contenedores híbridos.12 En este sentido, el edificio de Róterdam puede entenderse como una traslación de aquellas ideas al contexto europeo, consolidando la noción de arquitectura como plataforma para la coexistencia simultánea de programas dispares y para la negociación entre orden y contingencia.

Reflexiones Finales

El Kunsthal de Rem Koolhaas desafía las convenciones arquitectónicas, buscando una racionalidad diferente que abraza la complejidad, la hibridación y la experiencia emocional. A través de la colaboración entre arquitectura e ingeniería, el uso intencional de la ironía y el rechazo de la noción tradicional de detalle, el edificio se erige como un manifiesto del pensamiento de OMA, profundamente arraigado en el legado de las vanguardias y el deconstructivismo, pero también diferenciándose de ellos mediante la búsqueda de la «totalidad» y el «Bigness».

La circulación permite un viaje emocional a través de un espacio que es simultáneamente simple y complejo, público y privado, interior y exterior. La cuidadosa orquestación de la heterogeneidad y la continuidad, se presenta como un laboratorio para las ideas de Koolhaas sobre una arquitectura «contemporánea» que responde de manera creativa y consciente a las transformaciones de su tiempo, utilizando la forma para articular ideas complejas y multifacéticas, buscando la continuidad del espacio público y la libertad de apropiación, en un “todo muy fluido”.13

El Kunsthal subvierte los principios disciplinares convencionales en favor de una racionalidad alternativa, donde la hibridación funcional, la diversidad material y la experiencia espacial adquieren primacía. El recorrido interior, concebido como un “circuito continuo” de rampas y planos inclinados, articula una experiencia espacial unitaria donde las oposiciones se difuminan. A pesar de la aparente fragmentación de sus fachadas y acabados, el edificio propone una totalidad perceptiva que contrasta con la lógica fragmentaria del deconstructivismo.

El Kunsthal se configura como un laboratorio de ideas que anticipa las preocupaciones centrales de Koolhaas en la década de 1990: la disolución de la noción de planta rígida, la liberación de la sección como herramienta de proyecto y la búsqueda de un espacio en constante transformación. El edificio responde a las condiciones socioeconómicas y culturales de su tiempo mediante una arquitectura que articula complejidad, fluidez y ambigüedad programática.

Marcelo Gardinetti

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