La construcción sostenible constituye una respuesta a la crisis ambiental contemporánea, marcada por el crecimiento demográfico y la sobreexplotación de recursos naturales. Es una proyección hacia el futuro que combina avances tecnológicos con una perspectiva social y humanista. Su objetivo central es articular el hecho construido con el entorno natural, garantizando condiciones de habitabilidad adecuadas para las generaciones presentes y futuras. La arquitectura sostenible debe interpretarse como un campo de investigación y aplicación técnica avanzada, que integra rigor metodológico y sensibilidad social, orientándose a resolver problemáticas habitacionales sin sacrificar la calidad de vida. La historia de la arquitectura muestra cómo las culturas han respondido a su entorno a través del empleo de materiales locales, la orientación adecuada de los edificios y el aprovechamiento de factores climáticos como la luz o el viento. En este sentido, la construcción sostenible actual retoma esa tradición de adaptación, pero la reformula mediante tecnologías contemporáneas y nuevas propuestas formales.
Concepto de construcción sostenible
La construcción sostenible se define como aquella práctica que tiene un compromiso explícito con el medio ambiente, y por lo tanto prioriza el uso eficiente de la energía y evalúa de manera crítica el impacto ambiental de los materiales empleados, procurando minimizar el consumo energético de los edificios. Este criterio abarca todas las fases del ciclo de vida de la edificación, desde la concepción proyectual hasta su desmantelamiento, con el propósito de reducir el agotamiento de recursos, evitar la degradación ambiental y garantizar espacios saludables.
La sostenibilidad se entiende como la implementación de flujos no lineales de energía y materiales, acompañados de una política de valoración ambiental que prevalece sobre los criterios estrictamente económicos. Este enfoque exige un proceso de diseño y construcción concebido de manera integral y reflexiva, desde el inicio hasta la finalización del ciclo de vida del edificio.
El concepto de desarrollo sostenible se define como el mantenimiento o mejoramiento de las condiciones de calidad en la relación sociedad–naturaleza, constituyendo el marco teórico más amplio en el que se inscribe la práctica de la construcción sostenible.
Principales problemas derivados de la construcción convencional
La industria de la construcción se ha consolidado como una de las actividades con mayor impacto ambiental negativo, tanto por el consumo desmesurado de recursos como por la generación de residuos y emisiones asociadas a sus procesos. Tres problemáticas destacan por su gravedad y recurrencia: la extracción intensiva de materias primas, la acumulación de residuos de construcción y demolición (RCD) y el elevado consumo energético de los edificios.
En primer lugar, la extracción de materiales constituye un factor crítico. Tierra, madera, hormigón, acero y vidrio conforman históricamente el repertorio constructivo dominante; sin embargo, con excepción de la tierra y la madera, el resto depende de recursos no renovables. El caso del hormigón demanda grandes volúmenes de agregados pétreos obtenidos mediante explotación a cielo abierto, lo cual genera un deterioro ambiental significativo, asociado a la alteración del paisaje, la pérdida de suelos fértiles y la degradación de ecosistemas.
Un segundo problema radica en los residuos de construcción y demolición. Las ciudades producen cantidades considerables de restos materiales de hormigón, ladrillo, mortero, cerámica, plásticos o madera, que terminan mezclados en vertederos, lo cual reduce drásticamente sus posibilidades de reciclaje o reutilización. Esta deficiencia en la cadena de aprovechamiento representa una pérdida de recursos potencialmente reincorporables al ciclo constructivo.
El consumo energético asociado al parque edificado constituye una de las manifestaciones más evidentes de la ineficiencia del modelo convencional. Se estima que la arquitectura y los asentamientos urbanos consumen alrededor del 70 % de la energía mundial, y que más del 50 % de dicha energía se destina exclusivamente a la climatización de los edificios. Esta dependencia revela lo que Van der Ryn y Cowan califican como una “crisis del diseño”, en tanto los modelos proyectuales tradicionales han desatendido la optimización pasiva de recursos climáticos y ambientales.
Diversas expresiones y estrategias de la construcción sostenible
La construcción sostenible responde a los impactos negativos del modelo convencional mediante un conjunto de estrategias que abarcan desde la revalorización de técnicas tradicionales hasta la incorporación de tecnologías contemporáneas, siempre bajo un enfoque integral del ciclo de vida del edificio. El objetivo es reducir el impacto ambiental a través del empleo de materiales locales, renovables, reciclados o reutilizados, y mediante la aplicación de sistemas constructivos que optimicen el consumo energético y minimicen la generación de residuos.
Materiales y técnicas constructivas alternativas
Entre las alternativas más significativas se encuentra la construcción con tierra, considerada el material más antiguo y, al mismo tiempo, uno de los más sostenibles. Sus cualidades han sustentado, a lo largo de la historia, diversas técnicas que hoy recobran vigencia. Entre ellas destacan el adobe, la tapia pisada y el bahareque.
El adobe, elaborado con tierra cruda moldeada y secada al sol, aprovecha el material extraído de las excavaciones in situ, eliminando en gran medida el flujo lineal de recursos característico de la construcción contemporánea. Su utilización reduce costos de transporte y de disposición de residuos, y puede representar hasta un 55 % de ahorro frente al bloque de hormigón empleado en mampostería.
La tapia pisada consiste en compactar capas de tierra dentro de formaletas para conformar muros macizos. Con un adecuado diseño estructural, este sistema puede alcanzar condiciones sismorresistentes, además de responder favorablemente frente a la humedad si se aplica la protección correspondiente. Aunque históricamente asociada a contextos de baja renta, su empleo ha resurgido en sectores socioeconómicos altos, donde se valoran sus ventajas económicas y ambientales.
El bahareque, por su parte, articula una estructura de guadua recubierta con tierra, configurando un sistema flexible y liviano. Su carácter “antiguo” no implica obsolescencia técnica, ya que mantiene ventajas notables en términos de disponibilidad de materiales, ahorro energético, inercia térmica y facilidad de mantenimiento.
Finalmente, el suelo-cemento constituye una técnica híbrida que combina tierra local con adiciones de cemento, permitiendo la producción de bloques o elementos prefabricados directamente en el sitio de la obra. Según experiencias documentadas, su aplicación ha permitido reducir hasta en un 50 % los costos, al evitar tanto el transporte como la disposición de escombros. Su potencial radica en la posibilidad de masificación en contextos urbanos, especialmente para la construcción de viviendas de bajo costo con un alto valor ambiental.
Construcciones con guadua
En el contexto colombiano, la guadua constituye un recurso renovable de gran potencial, caracterizado por su rápido ciclo de maduración y por sus propiedades físico–mecánicas, que la convierten en un material idóneo tanto para edificaciones rurales como urbanas. Aunque durante décadas ha estado asociada a imaginarios de precariedad y pobreza, su revalorización reciente la sitúa como una alternativa competitiva frente a materiales convencionales, por su bajo costo y por su capacidad de capturar dióxido de carbono durante su crecimiento y su aporte a la sostenibilidad ambiental.
Construcciones con tubos de cartón reciclado
La propuesta del arquitecto japonés Shigeru Ban, implementada en Kobe tras el terremoto de 1995, donde desarrolló viviendas temporales construidas con tubos de cartón reciclado, demostró la viabilidad técnica de emplear tubos de cartón reciclado en viviendas de emergencia. Este sistema, de rápida ejecución y bajo peso, se caracteriza por su economía y buen desempeño climático.

Reciclaje y reutilización de materiales de construcción
El reciclaje de materiales de construcción ha cobrado relevancia como estrategia para reducir la presión sobre los recursos no renovables y minimizar los volúmenes de residuos generados por la demolición. Un ejemplo es el hormigón reciclado, elaborado a partir de agregados provenientes de escombros, cuya resistencia a la compresión cumple con los estándares normativos y cuyo costo puede ser hasta un 8,85 % menor que el del hormigón convencional, tanto para aplicaciones estructurales como no estructurales.
En paralelo, la reutilización de componentes sin transformación posterior —como puertas, ventanas o elementos de carpintería recuperados de demoliciones— representa otra estrategia de aprovechamiento directo, capaz de prolongar la vida útil de los materiales y reducir los impactos asociados a nuevos procesos de fabricación.
Cementos reciclados y geopolímeros
La investigación en cementos reciclados y materiales cementantes alternativos se orienta al uso de subproductos industriales y residuos en la elaboración de nuevos compuestos. Ejemplo de ello son los proyectos impulsados por Alejandro Salazar Jaramillo, que integran ladrillos reciclados en soluciones de bajo costo destinadas a la vivienda social.
Los geopolímeros representan una innovación relevante: se trata de hormigónes obtenidos a partir de la reacción entre minerales naturales como el caolín calcinado y soluciones alcalinas. Este tipo de material ofrece alta resistencia mecánica y estabilidad, permitiendo valorizar residuos industriales como la ceniza volante, las escorias siderúrgicas y los RCDs (por ejemplo, ladrillos quebrados). Además, posibilita la producción de bloques de tierra comprimida con un desempeño técnico y ambiental superior.
Arquitectura bioclimática y eficiencia energética
El diseño arquitectónico desempeña un papel decisivo en la reducción del consumo energético y en la configuración de espacios habitables de bajo impacto ambiental. La arquitectura bioclimática se plantea como un enfoque proyectual que persigue el confort térmico, lumínico y ambiental a partir del aprovechamiento de los recursos renovables disponibles en el entorno inmediato —principalmente la radiación solar, la ventilación natural y la inercia térmica—, minimizando así la dependencia de sistemas mecánicos de climatización e iluminación.
Diseño pasivo
El diseño pasivo constituye el núcleo de la arquitectura bioclimática, en tanto que aprovecha las condiciones climáticas locales para mantener un ambiente interior confortable sin recurrir a consumos energéticos adicionales.
Uno de los principios fundamentales es la orientación del proyecto. Se recomienda que las fachadas más extensas se ubiquen de manera perpendicular al eje norte–sur, acompañadas de dispositivos de protección solar adecuados, mientras que las fachadas de menor longitud deben presentar un carácter predominantemente opaco, con el fin de controlar la incidencia de la radiación y reducir las ganancias térmicas indeseadas.
Los elementos de protección solar, naturales o artificiales, fijos o móviles, cumplen la función de atenuar la radiación directa y disminuir la carga térmica en los espacios interiores. Este recurso arquitectónico incide directamente en la reducción del consumo asociado a los sistemas de aire acondicionado, al limitar la demanda de enfriamiento mecánico.
La iluminación natural constituye otra estrategia esencial, orientada a suplir total o parcialmente los requerimientos lumínicos mediante la captación y conducción de la luz solar. Este recurso genera beneficios psicológicos y perceptuales en los usuarios, al vincular los espacios interiores con la variabilidad lumínica del entorno. En este sentido, se privilegia el uso de componentes difusos y reflejados de la luz, evitando los efectos de deslumbramiento.
Finalmente, la ventilación natural aprovecha las diferencias de presión producidas por el viento o por el denominado efecto chimenea, renovando el volumen de aire interior sin recurrir a equipos de consumo energético. Este sistema garantiza una ventilación higiénica adecuada, además de favorecer el enfriamiento estructural y fisiológico, aspectos críticos para el confort ambiental y la eficiencia energética.
Iluminación artificial y acondicionamiento energético complementario
La iluminación artificial se concibe como un recurso secundario que complementa la iluminación natural cuando esta resulta insuficiente, de modo que su incorporación debe regirse por criterios de eficiencia energética y control ambiental.
Una estrategia frecuente es la iluminación conjugada, que integra la luz natural como fuente primaria y la artificial como apoyo, asegurando niveles lumínicos adecuados en todo el espacio sin generar un gasto energético excesivo. Esta articulación entre recursos pasivos y activos permite optimizar el aprovechamiento de la radiación solar disponible.
La selección de dispositivos eficientes de iluminación resulta igualmente decisiva. El uso de lámparas LED o fluorescentes de bajo consumo, junto con luminarias optimizadas y sistemas de control automatizados, contribuye a reducir significativamente el consumo eléctrico. Conviene recordar que la iluminación artificial puede representar entre el 18 % y el 25 % de la demanda energética total de un edificio.
El acondicionamiento térmico mixto constituye otra estrategia intermedia, en la que los sistemas pasivos de ventilación, inercia térmica y protección solar se complementan con equipos mecánicos únicamente cuando las condiciones lo requieren. Este enfoque permite garantizar la calidad ambiental interior sin incurrir en consumos excesivos de energía.
Micro y minigeneración a partir de energías renovables
La incorporación de sistemas de micro y minigeneración constituye una alternativa viable para reducir la dependencia de fuentes fósiles, mejorar la eficiencia global del edificio y disminuir las emisiones asociadas.
En el caso de la energía fotovoltaica, la implementación de sistemas de mediana escala puede compensar alrededor de 11 toneladas de CO₂ al año, con una vida útil mínima estimada en 25 años.
La energía solar térmica, orientada principalmente al calentamiento de agua y fluidos, representa otra opción de alta eficiencia. Sus ventajas radican en el bajo tiempo de retorno de la inversión y en su capacidad para complementar estrategias de eficiencia energética a escala doméstica y urbana.
La energía eólica puede resultar rentable a pequeña escala mediante turbinas de baja potencia. Su implementación genera ahorros económicos y contribuye a la reducción de la huella de carbono en el balance energético de las edificaciones.
Gestión sostenible del agua
La gestión hídrica en la edificación sostenible se plantea desde un enfoque integral, orientado tanto a diversificar las fuentes de abastecimiento como a reducir el consumo de agua potable, con el fin de mitigar los impactos ambientales asociados y optimizar los costos de operación.
Captación y uso de aguas lluvias
La recolección de aguas pluviales constituye una de las estrategias más accesibles y de rápida implementación. Su aprovechamiento permite sustituir parcialmente el agua potable en actividades como descargas sanitarias, riego, lavado de vehículos y de ropa, o incluso como reserva contra incendios. Con el tratamiento adecuado, puede destinarse también al consumo humano, siempre que cumpla con los estándares de calidad establecidos.
Aprovechamiento de aguas subterráneas
Cuando el proceso constructivo exige el abatimiento del nivel freático, el agua subterránea extraída puede incorporarse a usos similares a los del agua lluvia, evitando su desperdicio y reduciendo la presión sobre la red de acueducto.
Reciclaje de aguas grises
El reciclaje de aguas grises implica la instalación de una doble red hidrosanitaria que permita recolectar las descargas provenientes de duchas, lavamanos y lavadoras. Tras un tratamiento específico, estas aguas pueden reutilizarse en riego, lavado de zonas comunes o descargas sanitarias, disminuyendo significativamente la demanda de agua potable en la edificación.
Sistemas de tratamiento
La elección del tratamiento depende de la calidad inicial del recurso y del uso previsto. En el caso del agua de lluvia o subterránea, los procesos habituales incluyen pretratamiento, coagulación-floculación, sedimentación, filtración y desinfección para garantizar su potabilidad. Para las aguas residuales, los esquemas de depuración contemplan etapas de pretratamiento, tratamiento primario, secundario y terciario, en función del nivel de pureza requerido.
Humedales construidos
Los humedales artificiales de flujo subsuperficial constituyen una alternativa biológica para la depuración de aguas residuales. Funcionan mediante la acción conjunta de plantas macrófitas —como Phragmites australis o Typha latifolia— y sustratos de grava, que favorecen los procesos de filtración y degradación orgánica. Estos sistemas presentan la ventaja de operar sin generar olores ni atraer insectos, lo cual los hace adecuados para entornos urbanos o periurbanos.
Dispositivos de ahorro y uso eficiente del agua
La incorporación de griferías, inodoros y duchas de bajo consumo permite alcanzar reducciones de hasta un 30 % en el consumo global de agua de una edificación. Estos dispositivos, combinados con estrategias de reutilización y tratamiento, consolidan un modelo de gestión sostenible que integra criterios de eficiencia técnica y responsabilidad ambiental.

Deconstrucción y manejo de residuos de construcción y demolición
La gestión sostenible de los residuos de construcción y demolición constituye un eje central en la transición hacia un modelo circular en la edificación. Frente a la demolición convencional, que prioriza la rapidez, pero genera grandes volúmenes de desechos, la deconstrucción se plantea como una alternativa orientada a la recuperación de materiales y al cierre del ciclo de recursos.
Deconstrucción
La deconstrucción se entiende como el proceso de desensamblar de manera sistemática una edificación con el propósito de recuperar componentes que puedan reutilizarse o reciclarse. Aunque esta práctica requiere más tiempo que la demolición tradicional, sus beneficios son múltiples: ambientales, al reducir la presión sobre vertederos y minimizar el desperdicio; y económicos, al facilitar la comercialización de materiales recuperados y disminuir los costos asociados a la disposición final.
Niveles de deconstrucción
El grado de intervención puede clasificarse en tres niveles. El nivel 1 corresponde al rescate arquitectónico de elementos específicos, como carpinterías, acabados o piezas singulares. El nivel 2 implica una deconstrucción parcial o selectiva, orientada a la extracción de subsistemas constructivos completos. Finalmente, el nivel 3 se refiere al desensamble total de la edificación, con el fin de recuperar la mayor proporción posible de sus componentes.
Diseño para la deconstrucción
La eficacia de esta práctica depende en gran medida de la etapa proyectual. El denominado “diseño para la deconstrucción” plantea la necesidad de concebir edificaciones que, al término de su vida útil, puedan desmantelarse con relativa facilidad. Para ello se recomienda reducir la diversidad de materiales empleados, privilegiar las uniones mecánicas —pernos, tornillos— frente a las permanentes —adhesivos o soldaduras—, facilitar el acceso a instalaciones y subsistemas, y maximizar la modularidad y la prefabricación de los componentes. Este enfoque no solo favorece la recuperación de materiales, sino que también incrementa la flexibilidad y adaptabilidad del edificio durante su vida útil.
Manejo de RCDs
La valorización de los residuos de construcción y demolición constituye una estrategia prioritaria para disminuir la extracción de materias primas vírgenes. Sin embargo, su implementación exige sistemas de control de calidad rigurosos y un grado creciente de industrialización, con el fin de garantizar la viabilidad técnica de los materiales reciclados e integrarlos de manera segura y eficiente en nuevos procesos constructivos.
Residuos sólidos urbanos (RSU)
La gestión de los residuos sólidos urbanos constituye un componente esencial dentro de las estrategias de sostenibilidad en el ámbito edilicio y urbano, dado que su manejo inadecuado incrementa la presión sobre los rellenos sanitarios, genera impactos ambientales negativos y desaprovecha el potencial de valorización de materiales y subproductos.
Modelo sostenible de gestión de RSU
Un enfoque integral en la gestión de los RSU promueve la reducción en el consumo de productos tóxicos y no reciclables, al tiempo que incentiva la separación en la fuente como condición indispensable para su aprovechamiento. En este sentido, se busca recuperar la fracción biodegradable —que corresponde aproximadamente al 60 % del total— y la fracción reciclable —equivalente a un 25 %—, disminuyendo así la cantidad de desechos destinados a disposición final en rellenos sanitarios.
Cálculo y dimensionamiento de espacios para separación
La viabilidad de este modelo exige considerar, desde la fase de diseño arquitectónico, el cálculo y la adecuada provisión de espacios destinados al almacenamiento temporal de los residuos clasificados. Dichos espacios deben diferenciar claramente las fracciones orgánica, reciclable y no reciclable, tanto en viviendas unifamiliares como en edificaciones de mayor densidad, de modo que se facilite la recolección selectiva y se optimice la eficiencia del sistema de gestión.
Aprovechamiento de la fracción biodegradable
El tratamiento de la fracción orgánica adquiere especial relevancia por su volumen y potencial de transformación. El compostaje se presenta como la alternativa más accesible, dado su bajo costo, simplicidad operativa y capacidad para generar bioabonos que retornan nutrientes al ciclo productivo. En paralelo, la biodigestión, aunque más demandante en términos de inversión y tecnología, permite la obtención de biogás, energía térmica y compost, configurándose como una estrategia de mayor valor agregado y contribución a la autosuficiencia energética.

Viabilidad económica y social de la construcción sostenible
La construcción sostenible no debe entenderse como una práctica necesariamente más costosa que la convencional. Diversos estudios y guías normativas evidencian que la incorporación temprana de criterios de sostenibilidad en el proceso de diseño y planeación permite reducir costos a lo largo del ciclo de vida del proyecto, al tiempo que genera beneficios económicos, sociales y ambientales de carácter estructural.
En relación con la percepción de sobrecostos, los márgenes estimados por la opinión general —que oscilan entre el 9 % y el 29 %— contrastan con los registros empíricos, los cuales indican variaciones mucho menores, situadas entre –0,4 % y +12 %. Conviene destacar, además, que los costos asociados a certificaciones internacionales de sostenibilidad no son condición indispensable para alcanzar un desempeño ambiental y social satisfactorio, de modo que su adopción responde más a estrategias de mercado y posicionamiento que a requerimientos técnicos.
La viabilidad económica de estas estrategias puede estructurarse en distintos niveles de acuerdo con el marco de referencia del PPCS VA:
Nivel 1: medidas que no implican sobrecostos de inversión y que contribuyen a la reducción inmediata de costos operativos, como el diseño pasivo o la optimización de la envolvente arquitectónica.
Nivel 2: intervenciones que requieren sobrecostos iniciales, pero que se amortizan durante la fase de operación gracias a ahorros directos, beneficios comerciales o incentivos fiscales; en este grupo se ubican la captación y reutilización de aguas pluviales, el reciclaje de aguas grises y la microgeneración energética.
Nivel 3: acciones cuya viabilidad económica depende de la creación de nuevos modelos de negocio, como ocurre con la valorización de residuos sólidos urbanos (RSU) o de residuos de construcción y demolición (RCD).
El análisis presupuestal debe plantearse de manera integral, considerando el ciclo de vida completo del edificio. Los posibles sobrecostos en determinados componentes pueden ser compensados por ahorros en otros, lo cual obliga a superar la visión fragmentada de la inversión inicial.
En cuanto a los beneficios económicos, estos se manifiestan tanto en dimensiones tangibles como intangibles. Entre los primeros destacan la reducción de los costos operativos en consumos de energía y agua, el acceso a incentivos tributarios, y el incremento del valor de la propiedad y de los cánones de arrendamiento, especialmente bajo esquemas de green lease. A nivel intangible, la sostenibilidad arquitectónica repercute en la productividad, la salud y el bienestar de los usuarios, además de estimular la generación de empleo en sectores emergentes vinculados al desarrollo sostenible.
Finalmente, los beneficios sociales y ambientales se traducen en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y contaminantes, en la conservación de recursos naturales y en la mejora de la calidad de vida urbana. Estas dinámicas fortalecen la competitividad regional y consolidan un marco de sostenibilidad a escala territorial.
El rol de la arquitectura en la sociedad contemporánea
La arquitectura, entendida como disciplina integral, posee la capacidad de responder a los desafíos ambientales actuales siempre que el concepto de ambiente sea asumido en su sentido más amplio, como totalidad que articula dimensiones naturales, sociales y culturales. Para alcanzar una verdadera condición de sostenibilidad, la práctica arquitectónica debe situarse en la confluencia de tres criterios fundamentales: justicia social, viabilidad económica y equilibrio ambiental.
La ausencia de conocimientos especializados en construcción sostenible constituye uno de los obstáculos estructurales más relevantes. Ello se manifiesta en la formación académica insuficiente, en la falta de actualización profesional dentro del gremio y en la limitada capacidad institucional de las autoridades. En este sentido, se plantea la necesidad de introducir prácticas pedagógicas orientadas a la enseñanza de técnicas constructivas sostenibles para maestros de obra, fortalecer los contenidos curriculares en los programas de pregrado y profundizar en los niveles de posgrado, con el fin de consolidar un marco técnico y cultural de sostenibilidad.
El papel de las políticas públicas resulta igualmente decisivo. La acción de las administraciones locales debería orientarse hacia la promoción de una actividad edilicia reflexiva, en la que se incentive a proveedores y constructores mediante mecanismos de reconocimiento como los Sellos Verdes. Asimismo, se plantea la posibilidad de destinar recursos provenientes de los impuestos de construcción a fondos específicos de sostenibilidad, generando así un marco económico que respalde la transición hacia modelos constructivos responsables.
Conclusión
La construcción sostenible se presenta como un imperativo para el futuro de la disciplina. Ello exige un cambio profundo en la manera en que se conciben, diseñan, edifican y gestionan los espacios habitados, integrando la experiencia histórica con la innovación tecnológica contemporánea y asumiendo de forma permanente un compromiso con la responsabilidad social, ambiental y económica.
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