Investigación en Arquitectura y Diseño Urbano | Tecnne

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El Estructuralismo de Piaget como constructivismo dinámico

Friedman, rin parlamento europeo en estrasburgo, 1970

El estructuralismo puede entenderse como un sistema de tensiones conceptuales en permanente reorganización. Su desarrollo histórico se articula a partir de una serie de oposiciones entre la noción de estructura y la de génesis, entre forma y función, entre análisis sincrónico y totalidad dialéctica, que definen el campo de su debate interno. Jean Piaget examina sus contradicciones constitutivas desde la perspectiva teórica, proponiendo una lectura que reformula el equilibrio entre estas categorías. Desde esta óptica, la obra de Piaget plantea que el estructuralismo solo adquiere coherencia al asumirse como un constructivismo dinámico. Tal enfoque constituye una redefinición metodológica: la estructura es comprendida como un sistema de transformaciones autorreguladas, cuya identidad se sostiene en un proceso continuo de formación. En consecuencia, la estructura no se concibe como una entidad fija o predeterminada, sino como una configuración en constante desarrollo, inseparable de los mecanismos que la generan.

La Definición Operacional de la Estructura: El Fundamento Dinámico

Para evitar las interpretaciones estáticas que tienden a distorsionar la discusión teórica, resulta metodológicamente esencial comenzar por una definición precisa del concepto de estructura. En la obra de Jean Piaget, esa definición constituye el fundamento operacional sobre el cual se edifica tanto su crítica a las corrientes paralelas como la coherencia interna de su propio sistema. Esta formulación se organiza en torno a tres principios interdependientes: totalidad, transformación y autorregulación, que configuran la base de su constructivismo dinámico.

Totalidad. Para Piaget, una estructura se define como un sistema regido por leyes de composición, más que como una suma de elementos autónomos. En consecuencia, rechaza el atomismo que disuelve el todo en sus partes y también las concepciones positivistas de la “totalidad emergente” formuladas por Comte o Durkheim. Según Piaget, estos enfoques incurren en una insuficiencia epistemológica al suponer el todo como una cualidad previa o un fenómeno espontáneo, eludiendo así el análisis de las leyes internas que rigen su composición. Frente a ello, el estructuralismo operacional piagetiano sitúa el acento en las relaciones constitutivas y en los procesos de composición que configuran el sistema en su integridad.

Transformación. Este principio constituye el núcleo dinámico de la definición piagetiana. Una estructura solo se mantiene como tal en la medida en que incorpora la posibilidad de transformarse. Sin esta dimensión, quedaría reducida a una forma estática, carente de capacidad explicativa. Piaget afirma que todas las estructuras conocidas son, sin excepción, sistemas de transformación, independientemente de que estas ocurran en el tiempo, como en el desarrollo orgánico, o en un plano lógico como en las operaciones matemáticas. La estructura se concibe, por tanto, como un conjunto activo de operaciones, no como un modelo inerte.

Autorregulación. Este tercer principio garantiza el cierre y la conservación del sistema, asegurando que las transformaciones internas no deriven en resultados externos a su propio campo de acción. Piaget identifica tres mecanismos de autorregulación: el ritmo, la regulación mediante retroalimentación (feedback) y la operación. Esta última, entendida como una forma de regulación perfecta y reversible, representa el equilibrio estructural por excelencia, el cual posibilita la superación dialéctica (dépassement) de las contradicciones inherentes al sistema.

La definición piagetiana, al concebir la estructura como un sistema de transformaciones autorreguladas, introduce una tensión esencial con las concepciones ahistóricas de la forma y establece el punto de partida para el análisis del problema de la génesis.

Aldo van eyck – orfanato de Ámsterdam
Aldo van Eyck, Orfanato de Ámsterdam

El Desafío del Historicismo: Génesis versus Preformación

Una vez establecida la definición dinámica de la estructura, Piaget la proyecta como el único instrumento capaz de resolver el dilema central del estructuralismo: el problema de la génesis. Este enfrenta dos posiciones antagónicas e igualmente insatisfactorias: por un lado, la génesis sin estructuras del empirismo, que reduce el conocimiento a una sucesión contingente de hechos; por otro, las totalidades no generadas de las corrientes aprioristas o platónicas, que suponen la existencia de formas preconstituidas e inmutables. La cuestión, formulada en términos estructurales, puede expresarse como una interrogante fundamental: ¿las estructuras preexisten como sistemas acabados o se encuentran en un proceso continuo de composición?

La respuesta piagetiana a esta tensión adopta la forma de un constructivismo dinámico, que descarta simultáneamente las soluciones preformacionistas y las historicistas radicales. Frente a ambas, Piaget sostiene que no hay estructura sin construcción: toda forma de organización surge de un proceso activo de constitución, cuya necesidad se demuestra empíricamente en el desarrollo cognitivo. La psicogénesis, en este sentido, no se limita a describir una cronología del crecimiento intelectual, sino que pone en evidencia los mecanismos constructivos que generan las estructuras mismas.

Desde la psicogénesis. Las etapas del desarrollo de la inteligencia —sensorio-motora, operaciones concretas y operaciones formales— muestran que las estructuras lógicas no son innatas ni derivadas de una experiencia pasiva, sino el resultado de una interacción activa del sujeto con su entorno. La lógica del grupo, por ejemplo, no se hereda, sino que se construye mediante procesos de abstracción reflexiva y de equilibración progresiva. De ahí la afirmación piagetiana de que la necesidad no constituye una condición previa del aprendizaje, sino su consecuencia: el conocimiento se produce como una construcción autorregulada, no como una mera recepción de datos.

Desde la biología. En el plano biológico, Piaget recurre a las nociones de homeorhesis y asimilación genética propuestas por Waddington para cuestionar el preformacionismo. El fenotipo no se limita a expresar el genotipo, sino que lo interpreta activamente frente a las condiciones ambientales, en un proceso de regulación continua. Esta interacción dialéctica revela un modelo estructural autorregulado, comparable a un bucle cibernético, donde la organización se mantiene a través de la transformación.

En este contexto, la crítica piagetiana a Lévi-Strauss adquiere un valor estructural más que polémico. No se trata de un rechazo al método, sino de su re-fundamentación interna. Piaget reconoce la pertinencia del análisis estructural de Lévi-Strauss, pero objeta el supuesto de una “actividad inconsciente de la mente” entendida como instancia fija y universal. Para él, dicha actividad debe considerarse un producto de la construcción psicogenética, es decir, una función cognitiva en proceso de autoconstitución. De manera análoga, su objeción al formalismo de Chomsky no se dirige al rigor lógico de su modelo, sino a su raíz innatista: la estabilidad gramatical puede explicarse, según Piaget, mediante mecanismos de equilibrio y autorregulación, sin recurrir a una dotación estructural previa.

La solución constructivista al problema de la génesis conlleva una consecuencia decisiva: si las estructuras son el resultado de procesos constructivos, esta construcción debe poseer necesariamente una direccionalidad funcional. En otras palabras, el acto de construir implica una finalidad organizadora que reintegra la noción de función dentro del campo estructural. Así, Piaget restituye la dimensión funcional como componente interno de la estructura, corrigiendo la omisión que caracteriza a los estructuralismos estáticos y devolviendo al método su coherencia dinámica.

Georges candilis, alexis josic y shadrach woods – universidad libre de berlín 1963
Georges Candilis, Alexis Josic y Shadrach Woods – Universidad Libre de Berlín 1963

La Reintegración del Funcionalismo: La Estructura en Acción

Diversas corrientes estructuralistas, entre ellas la de Lévi-Strauss y la psicología de la Gestalt, han tendido históricamente hacia un antifuncionalismo metodológico. Al concebir las estructuras como formas puras, autosuficientes y cerradas sobre sí mismas, dichas teorías han minimizado el papel del sujeto y la función que las estructuras desempeñan en su actividad. En la formulación piagetiana, por el contrario, estructura y función constituyen dimensiones inseparables de un mismo proceso. La autorregulación, entendida como principio constitutivo de toda estructura, es en sí misma un concepto funcional, en tanto designa el conjunto de mecanismos que aseguran la coherencia interna del sistema. Esta interdependencia se expresa con especial claridad en la biología, donde la función subordinada se define, según Piaget, por la relación de cada subestructura con la estructura total del organismo, lo que revela una correspondencia jerárquica entre integración formal y finalidad funcional.

Al analizar la psicología de la Gestalt, Piaget adopta una posición crítica que distingue entre su valor estructural y sus limitaciones teóricas. Reconoce en ella una intuición acertada del principio de equilibración,  que la convierte en una auténtica teoría estructuralista, pero rechaza su hipótesis de campo, excesivamente estática y dependiente de una causalidad formal. De este modo, Piaget conserva el mecanismo dinámico de la equilibración como elemento central, desplazando el acento desde la configuración perceptiva hacia los procesos constructivos que la generan.

En este contexto, introduce su noción del sujeto epistémico, una categoría decisiva dentro de su sistema. Este sujeto no coincide con el individuo empírico ni con la conciencia fenomenológica del “vivido”, sino que actúa como un centro de actividad funcional, motor universal de la construcción de estructuras. Su definición operacional permite a Piaget evitar tanto la eliminación del sujeto, propia de ciertos estructuralismos objetivos, como su reificación en la figura de un ego trascendental. El sujeto epistémico es el agente de la equilibración, el principio generador de las operaciones y, en última instancia, el vector de la autoconstrucción cognitiva.

Este concepto se articula directamente con los límites de la formalización. A la luz del teorema de Gödel, Piaget sostiene que el conocimiento no puede concebirse como una estructura jerárquica y cerrada, sino como un proceso abierto de expansión progresiva. La metáfora de la “espiral ascendente” expresa esta lógica de construcción incesante: cada estructura, al alcanzar su equilibrio, genera las condiciones para su propia superación. El sujeto epistémico se convierte así en el operador de este movimiento perpetuo, garante del llegar a ser de las estructuras.

En el corazón de este dinamismo se encuentra el concepto funcional de asimilación. Piaget lo define como el proceso mediante el cual el sujeto incorpora activamente nuevos objetos o informaciones dentro de esquemas previos, adaptándolos sin perder la coherencia del sistema. La asimilación representa, en este sentido, el aspecto funcional de la formación estructural: el punto donde la génesis se articula con la organización formal.

La síntesis entre génesis, función y estructura culmina, en la obra piagetiana, en un modelo de pensamiento dinámico y abierto, regido por la superación continua de contradicciones. Este modelo se aproxima al principio de la dialéctica, entendida no como una metodología externa, sino como la lógica interna del desarrollo estructural mismo.

Kenzo tange, plan de tokio 1960
Kenzo Tange, plan de Tokio 1960

La Convergencia con la Dialéctica: El Constructivismo como Razón Dialéctica

El debate entre estructuralismo y dialéctica, encarnado paradigmáticamente en la confrontación teórica entre Lévi-Strauss y Sartre, constituye, desde la perspectiva de Jean Piaget, un falso conflicto. En su formulación, el estructuralismo constructivista no solo es compatible con la dialéctica, sino que encuentra en ella su expresión más coherente. El progreso del conocimiento se produce, según Piaget, mediante un proceso de construcción por negación, en el cual cada estructura se transforma al ser cuestionada en uno de sus principios constitutivos. Así, la geometría euclidiana se niega parcialmente para dar lugar a las geometrías no euclidianas, y la lógica bivalente es superada por las lógicas polivalentes. En cada caso, la nueva estructura integra a la anterior en una totalidad de orden superior, generando una secuencia de superaciones acumulativas. Este proceso, lejos de ser lineal, configura una serie de espirales de complejidad creciente, donde cada nivel estructural surge como síntesis de las contradicciones del precedente.

En este marco, Piaget examina la reinterpretación estructuralista del marxismo propuesta por Louis Althusser. Lo que legitima, a su juicio, la convergencia entre ambos enfoques es el intento de Althusser de redefinir la dialéctica marxista en términos de un sistema de transformaciones. En tal formulación, la contradicción deja de entenderse como identidad hegeliana de contrarios para ser concebida como una sobredeterminación interna al sistema, es decir, como un principio de desequilibrio estructural que impulsa la transformación. Esta lectura permite inscribir la dialéctica dentro de una epistemología estructural, haciendo de ella un instrumento científico antes que especulativo. En este sentido, Piaget coincide con la propuesta de Maurice Godelier, quien sostiene la necesidad de generalizar el análisis estructural para dar cuenta de las condiciones de variación y evolución de las estructuras y sus funciones, extendiendo el método a la antropología, la historia y la psicología.

Esta visión sintética y dinámica contrasta de manera radical con la arqueología del saber formulada por Michel Foucault. El estructuralismo de Foucault, al concebir la historia del conocimiento como una sucesión de epistemes discontinuas y no generadas, representa para Piaget, la renuncia al principio constructivo que da coherencia al método estructural. En la medida en que niega la génesis, la función y la intervención de un sujeto constructor, la arqueología de Foucault termina por vaciar la estructura de su contenido operativo, convirtiéndola en una pura descripción de estados. En consecuencia, su propuesta deriva hacia lo que podría denominarse un estructuralismo sin estructuras: un modelo analítico que, al excluir la actividad constructiva y la dimensión transformacional, se coloca en la posición antitética respecto de la síntesis piagetiana.

Yona Friedman
Yona Friedman

Hacia un Estructuralismo Integral y Abierto

Desde la perspectiva teórica de Jean Piaget, el estructuralismo no debe entenderse como una doctrina estática ni como una ontología que anula la instancia del sujeto. Antes bien, constituye un método analítico cuya coherencia interna solo se realiza plenamente en el marco de un constructivismo dinámico. En esta formulación, las estructuras dejan de concebirse como entidades platónicas o esquemas innatos para presentarse como sistemas vivos de transformaciones, organizados y sostenidos por la actividad de un sujeto constructor.

Las conclusiones derivadas de este planteamiento pueden sintetizarse en tres principios fundamentales.

Primero, no existe estructura sin construcción: toda organización, sea la formal del matemático o la genética del niño, e incluso la histórica del conocimiento científico, se configura a través de un proceso de constitución progresiva.

Segundo, la actividad del sujeto epistémico —mediante las funciones de asimilación, equilibración y autorregulación— constituye el mecanismo generador de dichas estructuras, garantizando su continuidad y su capacidad de transformación.

Tercero, el proceso constructivo es, en su esencia, dialéctico, pues integra la negación y la superación como principios de desarrollo. De esta dinámica surge una exigencia epistemológica de carácter interdisciplinario, capaz de articular las dimensiones biológica, psicológica y social del conocimiento, y de superar las antinomias artificiales que han enfrentado a Piaget con pensadores como Foucault.

La formulación final de Piaget condensa el núcleo de su pensamiento: “el ser de las estructuras consiste en su llegar a ser”. En esta proposición se disuelve la dicotomía entre forma y génesis, mostrando que toda estructura es simultáneamente producto y proceso, equilibrio y transformación. Lejos de anunciar el “fin del hombre”, el estructuralismo piagetiano se configura como una epistemología del devenir: un instrumento para comprender cómo el ser humano se constituye a sí mismo a través de la construcción incesante de sus propias estructuras, en un movimiento de autoorganización que no admite clausura.

Herman hertzberger – escuela montessori en delft © cca mellon lectures
Herman Hertzberger, Escuela Montessori en Delft © CCA Mellon Lectures

Obras con sustento teórico en el estructuralismo constructivista

Desde una perspectiva arquitectónica, diversas obras y corrientes del siglo XX pueden ser interpretadas con sustento teórico en el estructuralismo constructivista formulado por Jean Piaget. En todas ellas, la arquitectura se entiende como un sistema abierto de relaciones y transformaciones, donde el usuario y el entorno desempeñan un papel activo en la construcción del significado espacial.

Aldo van Eyck – Orfanato de Ámsterdam (1960)

Obra paradigmática del Team 10, el Orfanato de Ámsterdam traduce la noción de “lugar como sistema de relaciones” en una estructura espacial que articula módulos repetidos dentro de un orden global dinámico. La organización del conjunto no responde a una composición jerárquica, sino a una red de interdependencias en la que cada elemento adquiere sentido por su relación con los demás. Esta concepción coincide con el principio piagetiano de totalidad: la estructura no se reduce a la suma de sus partes, sino que se constituye como un sistema coherente de transformaciones, abierto a la variación y al uso.

Herman Hertzberger – Escuela Montessori en Delft (1966–1970)

El proyecto de Hertzberger establece un diálogo explícito entre la pedagogía Montessori y la epistemología piagetiana. En ambas, el conocimiento y la experiencia se conciben como procesos constructivos mediados por la interacción con el entorno. La arquitectura se configura, por tanto, como un marco operativo —una estructura flexible y modulada— que posibilita la apropiación, el aprendizaje y la reconfiguración por parte de los usuarios. La autorregulación y la equilibración, principios fundamentales en Piaget, se traducen aquí en una espacialidad adaptable, donde el orden formal no impone un uso, sino que lo habilita.

Georges Candilis, Alexis Josic y Shadrach Woods – Universidad Libre de Berlín (1963–1973)

La Universidad Libre de Berlín constituye un ejemplo emblemático de mat-building o estructura de crecimiento. Su sistema de pabellones interconectados, extensible y modificable, responde a una lógica de expansión orgánica semejante a las estructuras piagetianas abiertas. La obra se comporta como un sistema de transformaciones en equilibrio: un modelo arquitectónico que puede evolucionar sin perder coherencia interna. En este sentido, traduce el principio constructivista de que toda estructura es, a la vez, forma y proceso.

Yona Friedman – Ville Spatiale (a partir de 1958)

El proyecto utópico de Friedman formula la ciudad como una estructura relacional y adaptable, sustentada en una red tridimensional capaz de albergar configuraciones cambiantes. La Ville Spatiale concibe la arquitectura como un marco de posibilidades antes que como un objeto determinado. En correspondencia con la teoría piagetiana, la estructura urbana se entiende como un sistema que se reconstruye permanentemente a través de la acción de sus habitantes, quienes actúan como agentes constructivos.

Kenzo Tange y el Metabolismo japonés (1960–1970)

El movimiento Metabolista, especialmente en proyectos como el Tokyo Bay Plan (1960), plantea la ciudad como un organismo en crecimiento continuo, capaz de mutar sin perder identidad estructural. Esta visión de la forma como sistema autorregulado y evolutivo coincide estrechamente con el estructuralismo piagetiano. La arquitectura se concibe como una estructura viva, en la que los componentes individuales —módulos, cápsulas o núcleos de servicios— participan en un equilibrio dinámico entre estabilidad y cambio.

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Texto de referencia: Piaget, Jean. “Structuralism.” Translated by Chaninah Maschler, New York: Basic Books, 1970.

Imagen de portada: Friedman, Rin Parlamento Europeo en Estrasburgo, 1970

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