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Arquitectura y cine en el ensayo de Pallasmaa

Cine y arquitectura, Andrei Tarkovsky Nostalghia

En su ensayo The Existential Image: Lived Space in Cinema and Architecture, Juhani Pallasmaa sostiene que tanto la arquitectura como el cine estructuran el espacio vivido, no solo como una dimensión física, sino como una experiencia fenomenológica que articula la relación entre el sujeto y su entorno. A diferencia de la tradicional comparación entre arquitectura y música, el autor argumenta que el cine comparte con la arquitectura una capacidad única para construir espacios mentales, proyectando una “arquitectura de la imaginería mental y la memoria” que refleja la estructura arquetípica de la mente humana. Desde esta perspectiva, ambas disciplinas trascienden la función representativa para convertirse en mediadoras de la experiencia existencial. El ensayo analiza la interdependencia entre el espacio físico y el mental, resaltando la importancia de la experiencia táctil en la percepción arquitectónica y cinematográfica. Asimismo, explora el papel de la memoria y la imaginación en la configuración del espacio, subrayando cómo arquitectos y cineastas operan como fenomenólogos que presentan el mundo con una sensibilidad que conjuga percepción y emoción.

Arquitectura y Cine en el ensayo de Pallasmaa

La afirmación de Juhani Pallasmaa: “En la fusión del lugar y el alma, el alma es tanto un contenedor del lugar como el lugar es un contenedor del alma” plantea una relación recíproca entre el espacio físico y la experiencia subjetiva. No se trata de entidades independientes, sino de realidades interdependientes que se configuran mutuamente. El alma, entendida como la totalidad de la experiencia mental, emocional y sensorial, integra los significados y vivencias que un lugar evoca. A su vez, el espacio, con su configuración física e histórica, se constituye como receptáculo de recuerdos, percepciones y proyecciones. Ambos pueden ser objeto de transformación o destrucción, tanto en términos materiales como psicológicos.

Desde esta perspectiva, la arquitectura no es solo un ejercicio geométrico o funcional, sino una forma de estructurar la existencia humana. Su capacidad para articular el encuentro entre el individuo y su entorno convierte a los edificios y las ciudades en marcos perceptivos que dan sentido al espacio. Lejos de ser meras estructuras físicas, proyectan significados existenciales que modelan la percepción y la comprensión del mundo.

La arquitectura también actúa como un archivo de la memoria, en el que el espacio vivido es una síntesis de lo externo y lo interno, lo pasado y lo presente. Al experimentar un espacio arquitectónico, las percepciones actuales se entrelazan con la memoria, los sueños, los temores y los deseos. La relación con el entorno se construye a través de situaciones vividas más que de imágenes estáticas.

Pallasmaa, influenciado por Freud y Jung, sugiere que el arquitecto no solo diseña estructuras, sino que incide en la existencia misma del ser humano. A diferencia del director de cine, que crea realidades experienciales desde la distancia, el arquitecto interviene directamente en la construcción del mundo habitado, afectando la corporeidad y la percepción del espacio.

Cine: Arquitectura de la Imagen y la Memoria

La relación entre espacio y experiencia se manifiesta también en el cine, donde las ciudades, edificios y habitaciones no solo enmarcan la acción, sino que configuran el mundo mental del espectador. El cine proyecta espacios en la mente, generando una arquitectura de imágenes y recuerdos que dialoga con la estructura profunda del pensamiento y la emoción.

Aunque las imágenes cinematográficas son efímeras y bidimensionales, construyen marcos experienciales que resultan auténticos para quien los percibe. Como la arquitectura, el cine organiza el espacio vivido y media la construcción de imágenes integrales de la vida.

En este contexto, el director de cine opera como un «mago» que crea realidades ilusorias, mientras que el arquitecto actúa como un «cirujano» que interviene en la experiencia física del espacio. Sin embargo, ambas disciplinas son inseparables: todo evento cinematográfico está condicionado por la arquitectura del espacio, el lugar y el tiempo. De manera consciente o inconsciente, el cine genera experiencias arquitectónicas que influyen en la percepción del espectador.

Convergencia: Espacio y Psique

La reflexión de Pallasmaa enfatiza que tanto la arquitectura como el cine operan en el ámbito de la experiencia vivida, entrelazando el mundo exterior con la dimensión subjetiva. Ambas formas de arte crean «imágenes existenciales» que intensifican la relación entre el ser humano y su entorno, funcionando como pantallas de proyección para las emociones.

El cine, al no estar sujeto a la funcionalidad arquitectónica, evidencia con mayor claridad la interdependencia entre los personajes, los eventos y los espacios. Esta interacción entre imagen material y memoria revela la manera en que la arquitectura y la psique se modelan mutuamente, ofreciendo una perspectiva enriquecedora sobre la relación entre el espacio físico y la experiencia humana.

Las estrategias arquitectónicas de Alfred Hitchcock y Andrei Tarkovsky

Pallasmaa propone una comparación entre las estrategias arquitectónicas de Alfred Hitchcock y Andrei Tarkovsky, revelando enfoques divergentes en la utilización del espacio construido como recurso narrativo y emocional. Mientras que Hitchcock configura arquitecturas de la inquietud y el suspense, Tarkovsky emplea el entorno como un dispositivo de memoria y melancolía.

Alfred Hitchcock: Arquitectura del Suspense y la Angustia

Hitchcock concibe la arquitectura cinematográfica como un amplificador psíquico, donde los espacios no solo contextualizan la acción, sino que intensifican las emociones del espectador. Sus películas presentan una transformación progresiva del entorno: espacios inicialmente ordinarios devienen en escenarios de opresión y amenaza. Ejemplo de ello es The Birds, donde la aparente placidez de la bahía se degrada hasta convertirse en un ámbito de reclusión y peligro.

El diseño espacial en Hitchcock es deliberado y simbólicamente cargado. En Psycho, la contraposición entre el motel horizontal y la casa gótica vertical refuerza visualmente la dualidad psicológica del protagonista. De igual manera, el baño clínicamente iluminado contrasta con la oscuridad del pantano, estableciendo una dialéctica entre orden y caos. Esta composición no solo guía la mirada del espectador, sino que también intensifica la carga dramática de la narrativa.

La arquitectura en Hitchcock también opera como una extensión de la psique. La casa de Psycho remite a la noción bachelardiana de la «casa onírica», donde los niveles arquitectónicos se corresponden con estratos del subconsciente: el ático como el dominio reprimido del pasado y el sótano como el espacio del inconsciente primitivo.

Andrei Tarkovsky: Espacios de la Nostalgia y la Temporalidad

Frente a la arquitectura meticulosamente compuesta de Hitchcock, Tarkovsky despliega una concepción del espacio marcada por la erosión y la intemporalidad. Sus escenarios, invadidos por el agua, la humedad y la ruina, evocan la fragilidad de la existencia humana. Este proceso de desgaste convierte la materialidad arquitectónica en un reflejo de la memoria y la melancolía, permitiendo que los edificios trasciendan su función utilitaria y se integren en la dimensión poética de la imagen cinematográfica.

En Tarkovsky, el espacio se experimenta como una entidad inmutable, más cercana a la contemplación pictórica que al montaje cinematográfico dinámico. Sus composiciones remiten a la frontalidad renacentista, donde los personajes y el entorno establecen una relación de coexistencia más que de confrontación. La espacialidad en Nostalghia, Stalker o The Sacrifice configura un paisaje de la espera, donde la arquitectura no es un mero contenedor de la acción, sino una presencia que absorbe y transforma a los personajes.

Uno de los ejes recurrentes en su cine es la tensión entre la añoranza del hogar y la imposibilidad del retorno. En este sentido, la arquitectura en Tarkovsky adquiere una dimensión existencial, reflejando no solo la condición del exiliado en el plano personal y político, sino también la desorientación del individuo moderno en un mundo que ha perdido sus referentes espirituales.

Arquitectura y Cine: El concepto Espacio vivido de Juhani Pallasmaa

El concepto de «espacio vivido» ocupa un lugar central en la teoría de Juhani Pallasmaa sobre la arquitectura y el cine. A diferencia del espacio puramente físico o geométrico, el espacio vivido no se limita a las reglas de la física y la geometría euclidiana, sino que se integra de manera inseparable con la experiencia subjetiva del individuo. Se configura como una construcción fenomenológica en la que la percepción, la memoria y la imaginación se entrelazan, generando una realidad que trasciende lo meramente material. Así, mientras la arquitectura se erige en el ámbito de la materia y la geometría, el espacio vivido se asemeja a las estructuras efímeras del sueño y del inconsciente, operando de manera independiente a las fronteras espaciales y temporales.

El espacio vivido se define como una dialéctica entre el entorno físico y la dimensión mental del sujeto, un fenómeno en el que lo externo y lo interno, el pasado y el presente, la percepción y la proyección imaginaria se fusionan en una unidad experiencial. No habitamos el mundo de manera escindida entre lo material y lo mental; por el contrario, nuestra existencia se desarrolla en un continuo en el que lo recordado, lo imaginado y lo experimentado se entremezclan. En este sentido, la arquitectura y el cine no solo configuran espacios físicos, sino que median en la construcción de marcos existenciales que articulan nuestra relación con el mundo.

Desde esta perspectiva, los edificios y las ciudades no son meras estructuras funcionales, sino que organizan nuestra experiencia del mundo y configuran el encuentro entre el sujeto y su entorno. Al proporcionar marcos perceptivos, convierten el espacio abstracto en una realidad dotada de sentido, transformando la exterioridad en una interioridad habitable. En este proceso, el ser humano proyecta significados existenciales sobre el espacio, domesticándolo y dotándolo de identidad.

Tanto en la arquitectura como en el cine, el espacio vivido se manifiesta a través de la construcción de imágenes que no son meramente visuales, sino que engloban dimensiones sensoriales, emocionales y cognitivas. Pallasmaa sostiene que en la arquitectura, una imagen mental emerge del ámbito experiencial del arquitecto y se transfiere al mundo perceptivo del observador, donde el edificio material funciona como un mediador de esa imagen. De manera análoga, el cine construye espacios en la mente del espectador, articulando una arquitectura de recuerdos y sensaciones que opera en un plano simultáneamente físico y mental. Así, ambas disciplinas generan marcos de experiencia que no solo representan el mundo, sino que lo estructuran de manera fenomenológica.

Fundamentos teóricos del espacio vivido

La visión de Pallasmaa sobre la «imagen existencial» encuentra un sólido respaldo en las teorías de Walter Benjamin y Maurice Merleau-Ponty, quienes han abordado la relación entre percepción, corporeidad y representación del espacio.

Walter Benjamin: La dimensión táctil de la percepción

Benjamin sostiene que, a pesar de su aparente visualidad, tanto la arquitectura como el cine son esencialmente artes táctiles. A diferencia de la pintura, que se dirige a la mirada contemplativa del espectador, estas disciplinas operan a través de la experiencia háptica y kinestésica. Para Benjamin, la percepción cinematográfica no se reduce a un acto visual pasivo, sino que involucra el cuerpo entero mediante un espacio háptico que genera experiencias sensoriales y kinestésicas intensas. Pallasmaa retoma esta idea para argumentar que la arquitectura y el cine afectan al individuo no solo a través de la imagen, sino mediante una inmersión multisensorial que transforma la percepción del espacio.

Además, Benjamin establece un paralelismo entre el pintor y el mago, por un lado, y el cineasta y el cirujano, por otro, subrayando la diferencia entre una intervención distante y una manipulación directa de la realidad. Pallasmaa extrapola esta idea para distinguir entre el director de cine, que crea una ilusión espacial a través del montaje y la luz, y el arquitecto, que trabaja con la materialidad del espacio físico. Sin embargo, en ambos casos, la experiencia generada es profundamente existencial y configura la manera en que el individuo habita el mundo.

Maurice Merleau-Ponty: La percepción como experiencia encarnada

La fenomenología de Merleau-Ponty aporta un marco conceptual fundamental para la noción de espacio vivido en Pallasmaa. Según Merleau-Ponty, la percepción no es un acto puramente visual o intelectual, sino una experiencia encarnada en la que el cuerpo es el punto de anclaje entre el sujeto y el mundo. Su afirmación de que «el mundo está totalmente dentro de mí y yo estoy totalmente fuera de mí mismo» ilustra la relación de continuidad entre el espacio externo y la conciencia del individuo, una interconexión que Pallasmaa describe como una estructura de Moebius en la que lo interno y lo externo forman un todo indivisible.

Merleau-Ponty argumenta que la percepción es un fenómeno encarnado en el que el cuerpo actúa como mediador entre el sujeto y su entorno. En este sentido, la arquitectura no es solo una construcción material, sino un marco que organiza la experiencia del habitar. De manera análoga, el cine no se limita a proyectar imágenes en una pantalla, sino que construye espacios mentales y emocionales en el espectador. En ambas disciplinas, la experiencia del espacio vivido emerge de la interacción entre lo externo y lo interno, entre el mundo físico y la conciencia del sujeto. Pallasmaa adopta esta perspectiva para argumentar que tanto la arquitectura como el cine no solo crean espacios físicos, sino que generan entornos existenciales en los que el espectador o el habitante experimentan la realidad de manera multisensorial y afectiva.

Cine y arquitectura como artes encarnadas

La concepción de la arquitectura y el cine como «artes encarnadas» (embodied arts) plantea una forma de experiencia estética que trasciende la percepción visual para involucrar la totalidad del cuerpo y sus sentidos.

La perspectiva de las artes encarnadas introduce un enfoque que valora la atmósfera y la sensación como elementos fundamentales de la experiencia estética. La arquitectura no solo define espacios funcionales, sino que construye entornos que afectan la percepción y el estado emocional del individuo. En el cine, la manipulación del espacio fílmico genera climas sensoriales que intensifican la respuesta afectiva del espectador. Así, los espacios en el cine de Hitchcock no solo son escenarios narrativos, sino estructuras que generan ansiedad y tensión corporal, mientras que las imágenes de Tarkovsky evocan un sentido de nostalgia y trascendencia que se experimenta de manera visceral.

Además, esta perspectiva destaca el papel de lo invisible en la experiencia artística. En el cine, la sugestión puede ser más poderosa que la representación explícita, como lo ilustra Fritz Lang en M, donde la violencia se manifiesta a través de la imaginación del espectador. En arquitectura, el vacío, la penumbra y la textura del material generan impresiones que trascienden la forma visible, configurando experiencias espaciales que apelan a la memoria y la emoción.

En última instancia, tanto la arquitectura como el cine no solo representan el mundo, sino que lo configuran fenomenológicamente, proporcionando marcos experienciales en los que se inscriben la percepción, la memoria y la imaginación. Este enfoque nos invita a reconsiderar la estética desde una perspectiva más amplia, en la que la inmersión sensorial y la experiencia vivida se sitúan en el centro del proceso artístico.

Conclusión

El ensayo de Juhani Pallasmaa ofrece una visión profunda sobre la conexión entre cine y arquitectura, destacando su capacidad compartida para dar forma a nuestra percepción del espacio y suscitar emociones intensas. Al considerar ambas disciplinas como artes táctiles, ancladas en la experiencia del espacio vivido, Pallasmaa desafía las concepciones tradicionales y muestra cómo cineastas y arquitectos crean mundos que resuenan en nuestra memoria y conciencia. Su análisis de la arquitectura del miedo y la melancolía enfatiza el impacto del espacio, tanto construido como imaginado, en la configuración de nuestra experiencia emocional y nuestra manera de habitar el mundo.

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Cine y arquitectura, El Gabinete del Doctor Caligari
Arquitectura y Cine, El Gabinete del Doctor Caligari

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