The Fish egg and the Salmon
A pesar de que el cultivo de las artes en sí no existe naturalmente, ninguna causa hay que me impida referirme por escrito a cuestiones relacionadas con el arte, considerándolas desde el mismo punto de vista que el crítico o los teóricos del arte que no son artistas de profesión. Pues un hombre de profesión no tiene la imparcialidad del teórico del Arte en lo que se refiere a la creación artística actual y al punto de vista de sus colegas. A esto se debe el que escriba una serie de reflexiones producto de mi propio trabajo creador. Se ha discutido siempre las sagradas relaciones de la Arquitectura y las Bellas Artes y se ha manifestado el deseo de hacerlas revivir.
Esta intención se hace patente en una demanda mayor de pintura y escultura en las nuevas construcciones, proponiéndose una colaboración organizada entre los expertos de las tres artes: Arquitectura, Pintura y Escultura. Me imagino, poco más o menos, siguiendo esta idea, un “congreso” para sacerdotes y médicos. De nuevo se manifiesta la tendencia de exigir más pintura monumental en los edificios oficiales; es bastante curioso señalar que este deseo raramente está expresado por notabilidades artísticas.
En general, son, con algunas excepciones comprensibles, los medios que se interesan en el arte popular. Lejos estoy de ser un enemigo de la frase “más pintura en la arquitectura” (uno de los países hacia los cuales me siento más atraído es Italia); confieso que la destrucción de la pequeña vivienda de Mantegna en la iglesia de los Ermitaños, fue un verdadero choque para mí; sin embargo, no dudo que la cuestión es mucho más complicada que todo esto.
La cuestión de “las relaciones entre la arquitectura y el arte abstracto”, que ha promovido el redactor jefe de la Editorial Domus, el doctor Rogers, me parece que se podría, siguiendo esta misma línea, llegar a una solución más segura y más duradera que no le permitiría una asimilación cuantitativa de los diferentes géneros del arte. Ante todo, se puede decir que las formas abstractas han dado un gran estímulo a la arquitectura contemporánea de una manera indirecta pero innegable. Estos estímulos se han influenciado recíprocamente y la arquitectura, por su parte, ha dado impulsos al abstracto, es decir, se han influenciado mutuamente. Esto no es más que lo que debe ser, y ya es bastante bello.
Cuando tengo que resolver un problema arquitectónico me encuentro, ante todo, detenido en la idea de su realización, que es probablemente debido a las dificultades que surgen ante el cúmulo de los diferentes elementos en el momento de la concepción arquitectónica. Las exigencias sociales, humanas, técnicas y económicas, que se presentan en unión con los factores sicológicos y que conciernen a cada individuo y cada grupo con su ritmo y roces internos, son tan numerosos que forman un complejo que no se puede resolver de una manera racional. Llevan a tal complicación, que impiden a la idea básica arquitectónica de tomar forma; en tales casos trabajo de una manera irracional; por un instante olvido todo el complejo de problemas, los horro de mi memoria y me distraigo en algo que podríamos caracterizar como de algo abstracto; me pongo a dibujar dejándome guiar por el instinto y súbitamente la idea principal nace: es un punto de partida que reúne los diferentes elementos–con frecuencia contradictorios– nombrados anteriormente y los coloca en armonía.
Mientras diseñaba la biblioteca de Viipuri-tenía a mi disposición cinco largos años–, me entretenía grandes ratos en hacer dibujos como los niños, representando una montaña imaginaria con diferentes formas sobre las laderas y una cantidad de soles como superestructura celeste que iluminaban los diversos costados de la montaña de una manera similar, En sí estos dibujos no tenían nada que ver con la arquitectura, pero de su aparente infantilidad surgió una combinación de planos y secciones cuyo entretejido es difícil saber describir y que llegó a ser el concepto básico para la biblioteca, que desgraciadamente, en el momento presente, está destruida. Esta idea fundamental consistía en agrupar los salones de lectura y salas de entrega de libros sobre planos diferentes alrededor del control central, situado en la cumbre del edificio, justamente como los lados de una montaña situado alrededor del cerro, y por encima un sistema de soles: lucernarios tronconónicos como sistema de iluminación.
No refiero estas experiencias puramente personales, conseguidas a través de mi trabajo profesional, con el fin de lanzar un método; además, creo que un gran número de mis colegas reconocerán en todo lo que he escrito las características familiares de sus propias luchas con los problemas de la arquitectura. Más aún: el ejemplo que muestro no tiene nada que ver con el resultado final. He mencionado solamente el proceso para mostrar cómo ha nacido mi convicción personal, pues creo -más aún, estoy convencido que en sus principios la arquitectura y las bellas artes tienen el mismo punto de partida-en un punto de partida que desde luego es abstracto, pero que al mismo tiempo está influenciado por todos los conocimientos y todos los sentimientos que hemos· acumulado en nosotros.
En 1933, en la exposición que se celebró en Londres, organizada por Architectural Review, expuse un número de placas de madera conteniendo dibujos en relieve de formas abstractas, que tenían en parte una relación directa con nuestras construcciones de muebles que presentábamos en dicha exposición y que en parte eran una fusión de formas y construcciones de madera carente de utilidad práctica y aun de toda relación con ella. El crítico de arte del Time denominó a estas placas como “arte no objetivo”, creadas por un proceso opuesto; dicho de otra manera, consideraba que se trataba aquí de un arte abstracto, pero estando en contacto directo con fines puramente prácticos, experiencias de laboratorio puramente constructivas que han conducido a un arte puramente inmaterial.
Puede ser que el crítico tuviese razón y no quisiera contradecirle ahora de la misma manera que en 1933; por mi parte desearía solamente añadir la siguiente observación: en cierto modo la arquitectura y sus detalles son como la embriología, cuyo nacimiento tiene lugar en circunstancias muy complicadas. Se podría comparar la arquitectura al desarrollo del salmón: no nace adulto, no nace siquiera en el mar donde él nada, sino lejos, allí donde los ríos estrechos se dividen en corrientes tributarias entre las montañas bajo primeras gotas de agua que provienen de los glaciares; es comparable a los primeros impulsos de la arquitectura que nacen tan lejos de la vida práctica y del resultado definitivo: son los mismos impulsos iniciales de los sentimientos y de la vida instintiva del hombre, de la lucha diaria tan necesaria para el pan diario que nos liga los unos a los otros. Y de la misma manera que los diminutos huevos del pez necesitan tiempo para crecer y llegar a ser poco a poco grandes salmones, así todo lo que nace en el espíritu del hombre exige tiempo para poder desarrollarse. Y la arquitectura necesita más tiempo que cualquier otra cosa.
Para citar un ejemplo —una fábula refleja los grandes acontecimientos mundanos— les puedo decir que he realizado personalmente la experiencia de lo que un juego aparentemente sin consistencia me dio diez años o más tarde la llave de una serie de formas prácticas desde el punto de vista arquitectónico; por otra parte, se pueden citar tantos otros casos donde en un medio logrado desde el punto de vista arquitectónico ha originado el nacimiento de formas abstractas aisladas que han dado al hombre impulsos emotivos de importancia o también la construcción en sí ha tomado gran importancia desde el punto de vista del sentimiento. Un joven pintor checoslovaco me dijo, al visitarme en mi estudio, que hay algo profundamente humano en el arte abstracto, y añadió: “Y o no puedo explicarle la conexión, pero mi sentimiento y mi convicción me lo dicen.” “Siento algo o no siento nada”, me dijo un médico suizo este verano; era un hombre que conocía la tragedia de la vida humana; he aquí su único criterio cuando se trataba de juzgar al arte.
Quizá el punto importante es que el arte abstracto es una simplificación que no nos permite más que experimentar sentimientos que han hecho de nuestros días un arma humana, un sentimiento puramente humano que no es posible traducir por escrito. Pero esto, naturalmente, con la sola condición que el arte permita al nacer y al desarrollarse la enorme complejidad de la inteligencia, de la naturaleza y de los sentimientos humanos de los que se han hecho mención anteriormente. ¿Cómo ha nacido el capitel jónico? Las desmoronadas fibras de madera sobrecargadas · formaron el punto de partida, pero su creación en mármol no fue una imitación realista: hubo en su lugar una cristalización, habiendo sido originado por motivos humanos que no hizo suponer el origen de su construcción.
Hoy día es lo mismo: las formas nacen con la construcción como punto de partida, tanto en la naturaleza como en el cuerpo del hombre, pero el resultado es una cristalización simplificada de todas las cosas humanas en el mismo molde en lugar de una reproducción de los valores y de la vida que no se pueden lograr más que de esta manera, por cristalización. La construcción–en este caso, la inteligencia, la razón, o lo que quiera llamarse—son un todo con la creación; su parte en la creación es más o menos trascendental. Aquí los sentimientos profundos, los que no se pueden definir, entran en juego. Pero es necesario considerar que se ha llegado a un grado de desarrollo elevado cuando se tiene en cuenta lo que se ha logrado en el arte moderno: aquellos resultados donde un hombre, no habiendo tomado parte la inteligencia constructiva que es necesaria al trabajo creador, ha podido, gracias a esta forma cristalizada, recibir impresiones positivas únicamente con la ayuda de lo que no se puede definir, que se llama SENTIMIENTO.
Lo que acabo de decir anteriormente es la realidad, excepción hecha, naturalmente, de las formas vulgares y comercializadas del arte moderno, que en nuestros días son tan numerosas como las malas hierbas.
Me parece que estamos en vías de formar una unidad en el arte que tenga las fuentes más profundas que la simple reunión superficial de los diferentes géneros del arte en el punto de partida, que sea el estatus nascendi. Es evidente que nos encontramos al comienzo de este proceso, pero en el desarrollo cultural cada período es de un valor similar; no podemos estimar el arte arcaico menos alto o por debajo que la acrópolis; el arte del Giotto no es inferior al ejercido por sus colegas arquitectos y pintores que han sobresalido más tarde que él.
Alvar Aalto, “El huevo del pez y el salmón” Revista Arquitectura Nº 13 (1960), 13-22 [Escrito en respuesta a una encuesta que realizó la revista “Domus”, bajo la dirección del arquitecto Rogers]
Fotografías: ©Maija Holma Alvar Aalto Foundation / Sunila pulp mill, ©Gustaf Welin Alvar Aalto Foundation
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