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Piet Strydom, el concepto de modernidad

Fortunato Depero, New York 1930, tecnne

El concepto de modernidad, Piet Strydom

Piet Strydom examina el concepto de modernidad como parte del estudio de la Sociología del arte moderno y las teorías de vanguardia. El relato de Strydom indaga el lugar que ocupa el arte en la configuración social y cultural del periodo moderno, analizando el concepto de sociedad y su desarrollo.

Modernity and the Avant-Garde, Piet Strydom

Habiendo aclarado de forma preliminar el lugar del arte autónomo en la configuración socio-cultural de la sociedad moderna, acerquémonos un poco más al arte en sí mismo y como tal considerando el concepto de vanguardia, precedido por el concepto de modernidad.

El concepto de modernidad

Según el Oxford Dictionary of English Etymology, la palabra “modernidad” deriva del latín tardío modernus perteneciente o característico del presente, oficialmente el presente cristiano frente al pasado pagano,20 que tiene su raíz en el latín hodiernus, de hoy. La palabra “moderno” entró en las distintas lenguas europeas en el siglo XVI, “modernidad” en el XVII y “modernismo” en el XVIII.

Las tres modernidades: humanista, romántica y radical

En cuanto al concepto, lo cierto es que varias épocas del pasado se consideraron “modernas”, no sólo la nuestra, por ejemplo, la época de Carlos Magno, el siglo XII. El término “moderno” apareció y reapareció, al parecer, precisamente en aquellos periodos de Europa en los que la conciencia de una nueva época tomó forma a través de una relación renovada con la antigüedad21.

En este caso, tenemos lo que puede llamarse el concepto humanista de la modernidad22: un retorno, a la vez espontáneo y deseado, a los valores eternos, hace tiempo olvidados y enterrados, pero que una historia renacida y renovada vuelve a hacer presentes; un concepto que asigna a la “antigüedad” el papel de la época clásica y ejemplar y a la “modernidad” el papel de un renacimiento o una restauración de lo antiguo y lo clásico.

Aparte del humanista, existe también lo que puede llamarse el concepto romántico de la modernidad que surgió a finales del siglo XVIII. Con el trasfondo de la Ilustración, la ciencia moderna, la promesa del avance del conocimiento y de la mejora de las condiciones sociales y morales de la humanidad, los románticos se opusieron a los ideales antiguos de los humanistas y los clasicistas. Sin embargo, el concepto romántico de la modernidad resultó ser bastante ambiguo. Por un lado, al oponerse al clasicismo de la antigüedad, los románticos buscaron una nueva época histórica y la encontraron en la idealizada Edad Media.23

Por otro lado, el concepto romántico contenía la convicción de que lo nuevo y moderno debía considerarse en términos de un nacimiento más que de un renacimiento, no una restauración sino una instauración fundamental, una construcción del presente y del futuro no sobre los cimientos del pasado, sino sobre las ruinas de la época.24

De este último aspecto de la modernidad romántica surgió, hacia mediados del siglo XIX, una conciencia radical de la modernidad que rompió todos los lazos históricos específicos y llegó a oponer abstractamente el presente al pasado y a la tradición, es decir, el concepto de modernidad25 , un tercer concepto radical distinto de los conceptos humanista y romántico, que todavía tiene relevancia contemporánea y que tenemos en mente cuando, en este curso, hablamos de “la sociología del arte moderno”. En las artes visuales, este periodo comenzó con el impresionismo y el postimpresionismo; en la literatura, con la obra de Baudelaire. Es este concepto de modernidad, con su oposición a la tradición, su énfasis en lo nuevo y su nueva conciencia temporal de valorar el auténtico presente y el futuro, lo que corresponde al sentimiento vanguardista de lo moderno.

A veces se objeta que, en su momento, todo el arte es moderno, una objeción que implica que no existe una distinción real entre algo así como un concepto humanista, romántico y radical de la modernidad y, por tanto, que nuestra modernidad contemporánea no es en absoluto tan radical como a los modernos les gusta pensar. Hay que insistir, sin embargo, en que en cada caso no sólo la “modernidad” implicada, sino también el grado y la calidad de la conciencia de ser moderno difieren fuertemente. En ningún otro momento de la historia que no sea el nuestro, por ejemplo, descubrimos una evidencia de la peculiar estructura temporal que muestra la modernidad contemporánea: ser humano es ser un ser futurista u orientado hacia el futuro, preocupado por vivir un auténtico presente, al tiempo que dispone sobre el pasado en la medida en que sigue vivo, pero oponiéndose a la historia neutralizada del llamado “museo imaginario” del historicismo.26

Octavio Paz27 puede así escribir sobre el tiempo que no es pasado-presente-futuro, el tiempo de las cosas vividas en modo objetual de antes y después que cuenta, sino futuro-pasado-presente, el tiempo de la experiencia humana en modo interpretativo.

El concepto de vanguardia

En primer lugar, algo sobre la palabra: no hay ninguna entrada en el Oxford Dictionary of English Etymology, pero esto no es sorprendente, ya que la palabra pertenece casi exclusivamente a las lenguas y culturas neolatinas: francés, italiano y español. Tanto el inglés como el alemán mostraron durante mucho tiempo una cierta resistencia a la palabra, pero desde los años 60 y sobre todo los 70 la palabra “vanguardia” aparece en estos dos idiomas sin comillas, lo que sugiere que se ha apropiado de ella. De este modo, las feas inglesas ‘vanguard’ y ‘advance guard’ han perdido terreno.28

Ahora sabemos29 que la palabra avant-garde es de origen francés, originalmente un término militar utilizado por primera vez en francés antiguo para designar la división más avanzada de un ejército, en inglés referido como the reconnaissance party. El sociólogo francés clásico Claude Henri de Saint-Simon (1760-1825), heredero intelectual de Jean Jacques Rousseau y coronel del ejército francés durante la Guerra de la Independencia de Estados Unidos, trasladó el término “vanguardia” del ámbito militar al artístico y le dio así su significado cultural moderno:

“Qué destino más hermoso para las artes, el de ejercer sobre la sociedad un poder positivo, una verdadera función sacerdotal, y marchar con fuerza en el furgón de todas las facultades intelectuales, en la época de su mayor desarrollo. Este es el deber de los artistas, esta es su misión… “30

Las dos vanguardias: la artística y la política

La doctrina de Saint-Simon también dio lugar a una segunda idea de vanguardia, distinta de la vanguardia artística celebrada en esta cita: la idea de una vanguardia sociopráctica, más concretamente, una vanguardia política.31

Posteriormente, en el pensamiento de los seguidores de Saint-Simon, así como de Charles Fourier, la idea de una vanguardia artística se asoció estrechamente con la idea de una vanguardia política, incluso revolucionaria y radical. El vanguardismo artístico se vinculó a los ideales del radicalismo, que no era puramente cultural, sino también político. Esta alianza de las dos vanguardias queda patente en el pasaje de una obra de Gabriel-Désiré Laverdant, un fourierista, publicada poco antes de la Revolución de 1848 que trata de De la mission de l’art et du role des artistes:

“El arte, expresión de la sociedad, manifiesta, en su más alta elevación, las tendencias sociales más avanzadas: es el precursor y el revelador. Por eso, para saber si el arte cumple dignamente su misión de iniciador, si el artista es verdaderamente de vanguardia, hay que saber hacia dónde va la Humanidad, saber cuál es el destino del género humano… Junto al himno a la felicidad, la oda dolorosa y desesperada… Desnudar con el pincel brutal todas las brutalidades, todas las inmundicias, que están en la base de nuestra sociedad”.32

Aunque a veces se relajan, y antes del cambio de siglo hasta tal punto que el significado cultural del término llegó a predominar, las vanguardias artísticas y políticas coincidieron a menudo. Esta relación entre las dos vanguardias no carece de importancia en el siglo XX: varios movimientos de vanguardia, que muestran una clara filiación política, en su mayoría de izquierdas, pero, sin duda, también algunos de derechas.

El concepto de vanguardia

Por lo que respecta al concepto de “vanguardia”, en general se está de acuerdo en que no se aplica a todo el arte, sino específicamente al periodo moderno. Sin embargo, hay que señalar inmediatamente que no coincide exactamente con el arte del periodo moderno; más que coincidir o ser co-extensivo con el arte moderno como tal, el concepto de vanguardia designa sólo a ciertos grupos de artistas radicales e innovadores, desde el expresionismo alemán, el cubismo, el futurismo italiano, pasando por el abstraccionismo y la vanguardia rusa, hasta el dadaísmo y el surrealismo.

En inglés, el término “modernism” se utiliza muy a menudo para referirse al arte moderno, incluidas las vanguardias; e incluso cuando se habla de las vanguardias como tales se utiliza la denominación de modernismo. Este uso confunde a muchos y lleva a confundir el problema de las vanguardias con el de todo el arte moderno.33

En literatura, ha habido un movimiento hispanoamericano llamado “modernismo”, y es posible identificar un movimiento de este tipo en Europa y Estados Unidos que incluiría a autores como Thomas Mann, Proust, Rilke, T. S. Eliot, etc. Por tanto, podría decirse que las vanguardias y el modernismo son los brotes gemelos de la sensibilidad de la modernidad; pero es un error considerarlos como uno solo. Por diversas razones, no tiene mucho sentido agrupar a los autores mencionados con movimientos como el dadaísmo, el constructivismo ruso o el suprematismo y el surrealismo. Poggioli da otra connotación al “modernismo”: “modernolatría”, señalando la adoración ciega de los ídolos y fetiches de nuestro tiempo (en referencia a Marinetti), el “esnobismo de la modernidad” (en referencia a Huxley) y “el mitologismo melancólico y nostálgico que atrae a tantos artistas y críticos de la era moderna”, todo lo cual equivale a “la degeneración de la modernidad en modernismo” y, por lo tanto, obviamente no tiene nada que ver con la modernidad propiamente dicha y menos aún con la vanguardia.34

Una vez hecha la distinción entre vanguardia y modernismo, continuemos con el concepto de vanguardia. En primer lugar, como ha aclarado Bürger35, se trata de un concepto específicamente histórico, es decir, no se puede generalizar a épocas anteriores; sólo se aplica a la época moderna, es más, sólo a una parte de ella. En segundo lugar, la vanguardia es un fenómeno característico de Europa Occidental en su conjunto, que se extendió posteriormente también a América del Norte y del Sur, es decir, es una fase del desarrollo artístico que trasciende las fronteras nacionales. En tercer lugar, se trata de un concepto que no puede limitarse a un medio artístico concreto, por ejemplo, la literatura, sino que se aplica a las tendencias experimentales universales que trascienden los límites tradicionales de las distintas formas de arte.36

Ahora bien, si el concepto de vanguardia es un concepto histórico que se aplica transversalmente a una variedad de fenómenos nacionales, así como a distintas formas de arte, el principal problema que plantea el empleo del concepto es entonces la cuestión de la unidad de la vanguardia. ¿Qué caracteriza a la vanguardia como vanguardia?

Conclusión

Esta pregunta -¿Qué caracteriza a la vanguardia como vanguardia? – se convierte en la pregunta principal de este curso. En lo que sigue, abordaremos esta cuestión adoptando la estrategia indirecta de considerar una serie de diferentes teorías de la vanguardia que pretenden, de un modo u otro, resolver el problema de la unidad de la vanguardia. Estas propuestas van desde una tipología de los rasgos característicos de la vanguardia (Ortega y Gassett; Poggioli), pasando por la determinación de la naturaleza del arte de vanguardia (Lukács; Adorno; Benjamin; Marcuse) y la demostración del poder explicativo del concepto (Bürger), hasta la identificación del efecto social o el impacto de la vanguardia en la sociedad -típicamente, neutralizándolo o describiéndolo como negativo (Gehlen; Marquard; especialmente Bell).

En lo que respecta a mi propia contribución, considero que mi tarea consiste en combinar el énfasis en el poder explicativo del concepto y el significado social de la vanguardia histórica, pero de una manera que no sólo contradice, sino que va mucho más allá de la neutralización y la acusación conservadoras y neoconservadoras de la vanguardia.

Piet Strydom

Piet Strydom El concepto de modernidad

Bibliografía:

Piet Strydom, “Theories of the Avant-Garde”, University College Cork, Department of Sociology,  (1984), 10-13

Notas:

20 See Habermas depending on Jauss in ‘Modernity and Postmodernity’, p. 3.

21 Habermas, Ibid., pp. 3-4.

22 Poggioli, The Theory of the Avant-Garde, Cambridge, MA: Harvard UP, 1968, p. 217.

23 Habermas, Ibid., p.4.

24 Poggioli, Ibid., p. 217.

25 Compare Habermas, Ibid.; and Michel Foucault, ‘What is Enlightenment?’, in Paul Rabinow ed., The Foucault Reader, Harmondsworth: Penguin, 1984.

26 See Poggioli, Ibid.; Habermas, Ibid., pp. 4-5.

27 Paz, Alternative Current, London: Wildwood House, 1974, p. 20.

28 Poggioli, Ibid., pp. 508.

29 Donald Egbert, Social Radicalism in the Arts, London: Duckworth, 1970, pp. 118, 121.

30 Saint-Simon cited in Egbert, Ibid., pp. 121-2; See also Daniel Bell, The Cultural Contradictions of Capitalism, London: Heinemann, 1978, p. 35.

31 Egbert, Ibid., p. 122.

32 Cited in Poggiolo, Ibid., p. 9.

33 Ibid., p. 8; Andreas Huyssen, ‘The Search for Tradition: Avant-Garde and Postmodernism in the 1970s’, New German Critique, No, 22, 1981, pp. 23-40, here p. 26.

34 Poggioli, Ibid., p. 218-9.

35 Bürger, Theorie der Avantgarde, Frankfurt: Suhrkamp, 1981.

36 See Burkhardt Lindner, ‘Aufhebung der Kunst in Lebenspraxis?’, in W. Martin Lüdke (ed.), Theorie der Avantgarde: Antworten auf Peter Bürgers Bestimmung von Kunst und bürgerliche Gesellschaft, Frankfurt: Suhrkamp, 1976, p. 72.

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