La narración arquitectónica de John Hejduk en la Wall House 2, se caracteriza por la deformación de las formas cúbicas, la integración del muro como elemento de diseño y la exploración del carácter plástico de la obra de Le Corbusier. El muro juega un papel fundamental como elemento organizador, separando el programa en espacios autónomos y simbolizando el paso del tiempo. Hejduk enfatiza la unidad a través de la primacía del plano sobre los volúmenes y la diferenciación cromática de cada elemento. A pesar de ser una obra ambigua y contradictoria, la Wall House 2 se destaca como una vanguardista experiencia arquitectónica y un ejercicio pictórico tridimensional.
Wall House II, John Hejduk
Marcelo Gardinetti | 1 de octubre de 2013
Según Immanuel Kant, la arquitectura se define como un arte de las formas, un conocimiento previo sobre un objeto que, aunque debe cumplir una función utilitaria, no está necesariamente regido por un propósito específico. Por lo tanto, su forma no se origina en la naturaleza, sino en un fin arbitrario. Esta arbitrariedad, considerada un valor en sí misma, establece la base de la narración arquitectónica de John Hejduk. Su relato se construye sobre ejercicios pictórico-morfológicos, fundamentados en la deformación de las formas cúbicas, la integración del muro como elemento de diseño y en continuas exploraciones del carácter plástico de la obra de Le Corbusier.
En este contexto, el cubo desnaturalizado y el plano se convierten en los elementos clave de la arquitectura de Hejduk, configurando un escenario donde la Wall House 2 manifiesta plenamente esas concepciones. Diseñada en 1973 por encargo del paisajista Arthur Edward Bye, esta obra enfrenta dos ejes en los que el muro cumple un papel fundamental como elemento organizador: uno horizontal, en el que el muro actúa como conector, y otro vertical, donde se presenta como una barrera. Esta disposición de planos refuerza la intención de separar el programa en espacios autónomos, en los que el muro se define no como un componente estructural, sino como un símbolo que genera una tensión dinámica. Además, el muro simboliza el paso del tiempo, especialmente en su delgada forma, que refleja un tránsito fugaz, interpretado por Hejduk en la fragilidad de los tabiques.

Hejduk: El protagonismo del muro
Frente a la irrupción de los volúmenes, la primacía del plano refuerza el criterio de unidad. Los elementos que, en apariencia, surgen del muro como cuerpos suspendidos, establecen una iconografía en la que cada volumen adquiere un signo distintivo, acorde a una función específica. Esta autonomía se enfatiza en la separación entre el piso y el techo de cada volumen, y se confirma con la introducción de elementos transparentes que intercalan el muro y los volúmenes.
En planta, Hejduk emplea el muro para segmentar las actividades. En uno de sus lados, organiza las funciones principales: dormitorio, comedor y sala de estar. En el lado opuesto, ubica las funciones de servicio: escaleras y baños. En el plano vertical, el programa también se fragmenta: el primer nivel alberga el dormitorio, el segundo el comedor y el tercero la sala de estar. En el extremo opuesto, el estudio se conecta con el resto del programa a través de un largo corredor que culmina en la escalera de acceso.
El interior de la Wall House 2 no permite una contemplación estática; la dinámica del proyecto exige transitar de un espacio a otro, estableciendo una segmentación que contrasta con la fluidez espacial promovida por el movimiento moderno. La diferenciación cromática aplicada por Hejduk en el exterior refuerza la individualidad de cada elemento. La elección de colores remite a la paleta utilizada por Le Corbusier en la Maison La Roche, aunque Hejduk adapta esos tonos, inicialmente puros al estilo de los neoplasticistas, hacia una suavidad más cercana al gris, tras haber experimentado con ellos en La Roche. Los colores rojo, azul, amarillo, verde y violeta, atenuados, se asignan a volúmenes y funciones específicos. El muro gris, por su parte, representa la neutralidad.
Hejduk también vincula estos colores a la obra de Jean-Auguste Ingres, en particular a su pintura Louise de Broglie, Contesse d’Haussonville (1845), buscando una relación entre la arquitectura y el arte pictórico.
Aunque originalmente concebida para un terreno en las afueras de Connecticut, la construcción de la casa fue abandonada por el propietario debido a diversos inconvenientes. Sin embargo, en 2001, meses después de la muerte de Hejduk, un proyecto empresarial posibilitó la edificación de la Wall House 2 en la ciudad de Groningen, Países Bajos. Esta obra es, en muchos aspectos, ambigua y contradictoria: su funcionalidad compleja permite apreciarla tanto como una vanguardista experiencia arquitectónica como un ejercicio pictórico tridimensional. Hejduk crea un organismo arquitectónico que expone sus partes despojadas de su «piel», un culminado de ideas representadas a través del oficio de los signos.
Marcelo Gardinetti










Abstract
According to Immanuel Kant, architecture is defined as an art of form, a prior knowledge of an object which, although it must fulfil a utilitarian function, is not necessarily determined by a specific purpose. Therefore, its form does not come from nature, but from an arbitrary purpose. This arbitrariness, considered a value in itself, is the basis of John Hejduk’s architectural narrative. His narrative is built on pictorial-morphological exercises based on the deformation of cubic forms, the integration of the wall as a design element, and continuous explorations of the plastic character of Le Corbusier’s work.
In this context, the denaturalised cube and the plane become the key elements of Hejduk’s architecture, configuring a scenario in which Wall House 2 fully manifests these concepts. Designed in 1973 for the landscape architect Arthur Edward Bye, this work confronts two axes in which the wall plays a fundamental role as an organising element: a horizontal one, in which the wall acts as a connector, and a vertical one, in which it is presented as a barrier. This arrangement of levels reinforces the intention to divide the programme into autonomous spaces, in which the wall is not defined as a structural element, but as a symbol that creates a dynamic tension. In addition, the wall symbolises the passage of time, especially in its slender form, which reflects a fleeting passage that Hejduk interprets in the fragility of the partitions.
Nota:
El cuadro «Louise de Broglie, Condesa d’Haussonville», pintado por Jean-Auguste-Dominique Ingres en 1845, es una obra emblemática del retrato del Romanticismo francés con toques neoclásicos. En esa obra predomina una paleta sobria con tonos suaves y fríos (azules, grises y blancos), que realzan la elegancia y serenidad de la figura.
Fotografias: superior: ©Gea Schenk; Galería ©Liao Yusheng / Planos: ©parallel-archive.org
John Hejduk, Wall House II, 1973
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