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El Eternauta: ciudad, polución y resistencia colectiva

El Eternauta

El Eternauta, historieta seriada Argentina de ciencia ficción creada por el guionista Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López, fue publicada originalmente entre 1957 y 1959 en la revista Hora Cero Semanal. La narración se articula en torno a una invasión alienígena manifestada en una nevada tóxica que aniquila a gran parte de la población. Ante esta circunstancia, un grupo de sobrevivientes adoptan una posición de resistencia, encabezados por el personaje Juan Salvo, designado como “El Eternauta”. La obra se caracteriza por introducir la figura del “héroe colectivo”, en contraposición al modelo individualista tradicional, y por estructurar su relato a partir de una configuración circular de literatura reflexiva, de temporalidad dislocada y narración enmarcada. Pese a haber enfrentado episodios de censura y restricciones editoriales, la historieta ha sido objeto de múltiples reediciones, extensiones narrativas y adaptaciones consolidando una posición destacada dentro del canon de la historieta internacional.

Apocalipsis y la arquitectura del poder en El Eternauta

La narrativa de El Eternauta se inicia con la irrupción de una nevada luminiscente de naturaleza tóxica en una localidad cercana a Buenos Aires.  La nieve, al entrar en contacto con los cuerpos humanos, produce la muerte inmediata, instaurando de manera abrupta un escenario de colapso. Este evento inicial opera como mecanismo narrativo que marca el inicio de una invasión extraterrestre cuya violencia no se manifiesta de forma directa, sino a través de una sofisticada cadena de mediaciones biológicas, técnicas y simbólicas.

El progresivo reconocimiento del carácter letal de la nevada, inferido por los protagonistas a partir de la observación de los efectos sobre los vecinos, establece una dinámica que tiene como objetivo la supervivencia. A medida que la población se ve diezmada, el orden social se fractura, dando paso a episodios de violencia interna y descomposición de las estructuras de organización colectiva.

Los verdaderos agentes de la invasión, los “Ellos”, ejercen el control mediante una red jerárquica de intermediarios biológicamente subordinados: los “Cascarudos”, los “Gurbos” y los “Hombres-Robot”, dirigidos por los “Manos”, quienes a están sujetos a un dispositivo de control fisiológico a través de una “glándula del terror” que inhibe su capacidad volitiva y los convierte en sujetos funcionales a un régimen de dominación total.

Este sistema de mando, articulado a través de capas de delegación biotecnológica, configura una estructura de poder que incorpora mecanismos de sujeción mental, incluyendo un tipo de armamento que genera estados alucinatorios en sus víctimas. Además de plantear un imaginario apocalíptico, la obra elabora una crítica alegórica del poder como forma de alienación integral, en la que cada instancia de control reproduce la subordinación de la anterior. De ese modo, la historia revela condiciones de un posible un orden opresivo que trasciende lo ficticio y se inscribe en las tensiones sociopolíticas propias del contexto histórico de producción del texto.

La disolución del héroe individual y la emergencia del sujeto colectivo

Un elemento estructural de El Eternauta es la renuncia deliberada a la figura del héroe individual en favor de una configuración narrativa que desplaza el protagonismo hacia un colectivo. Esta elección, expresamente formulada por el propio Oesterheld, responde a una concepción ideológica del autor, que entiende la acción transformadora como producto de la cooperación y no de la excepcionalidad individual. En este marco, la figura heroica se redefine como la expresión de un entramado social en el que la supervivencia depende de la organización y la solidaridad entre sujetos comunes.

La colectivización del heroísmo en la obra constituye un gesto ético y político que interpela las formas tradicionales de representación en la ficción de ciencia ficción y la aventura. Frente a las narrativas centradas en el individuo como agente de resolución, El Eternauta propone una resistencia fundada en la interdependencia, donde la continuidad de la vida frente al desastre es inherente al fortalecimiento de los vínculos comunitarios.

Esta construcción del “héroe en grupo” articula una ética de la cooperación que se opone tanto a la lógica individualista como a las narrativas hegemónicas de poder, anclando su propuesta estética en un horizonte de resistencia compartida.

El Eternauta: Estructura narrativa circular y dispositivos metaficcionales

La organización narrativa de El Eternauta se estructura a partir de un dispositivo circular que articula la historia como un relato dentro del relato. La figura de Juan Salvo, designado como “El Eternauta”, irrumpe en la temporalidad presente de 1959, manifestándose en el espacio doméstico del propio Héctor Germán Oesterheld, quien se incorpora como personaje en el universo ficcional. Este procedimiento de metaficción, es un recurso literario que implica que un texto de ficción reflexiona sobre sí mismo y habilita una exploración filosófica de conceptos como la memoria, el tiempo y la agencia narrativa. El relato de Salvo, proveniente de un futuro catastrófico ubicado en 1963, se configura como una tentativa de advertencia, en la que el acto de narrar se instituye como mecanismo potencial de transformación del porvenir. En esta clave, la narración adquiere un estatuto performativo: contar implica no solo recordar, sino también intervenir en el curso de los acontecimientos a través de la transmisión de la experiencia.

Este montaje temporal dislocado convierte a la obra en un espacio de reflexión sobre la posibilidad de redención histórica mediante la palabra. Oesterheld, escucha y eventual transmisor del testimonio de Salvo, sugiere que la escritura y la publicación pueden funcionar como estrategias de resistencia frente a la repetición del desastre. Así, la historia no se clausura en un fatalismo distópico, sino que abre una instancia crítica en la que el futuro permanece disponible para la acción.

Metáfora política y estructura alegórica de la dominación

El Eternauta ha sido objeto de una interpretación crítica sostenida que identifica en su trama una alegoría de los dispositivos de represión y control desplegados por los regímenes autoritarios en la historia argentina contemporánea.

La representación de una invasión extraterrestre, articulada mediante una arquitectura jerárquica de poder ejercido a través de intermediarios biológicamente sometidos, configura un sistema de dominación que encuentra resonancias directas en los mecanismos de represión estatal, particularmente en el contexto de los golpes de Estado que caracterizaron el devenir político del país durante las décadas de 1950 a 1970.

En este sentido, la metáfora de la ocupación alienígena actúa como un dispositivo semiótico que vehiculiza una crítica estructural a las formas contemporáneas de poder. La figura de los “Ellos”, entidad superior que permanece ausente pero cuya voluntad se impone a través de sujetos subordinados constituye un modelo de dominación delegada en el que el control se ejerce a distancia, despersonalizado, y por lo tanto más eficiente, menos identificable y más difícil de resistir. Esta cadena de obediencia forzada se asemeja a la lógica de los aparatos represivos estatales, donde las órdenes emanan de esferas de poder invisibilizadas, pero se ejecutan mediante agentes intermedios sin autonomía propia.

La obra, por tanto, despliega una crítica alegórica del poder como fenómeno estructural, en el que la violencia no se impone de forma directa sino a través de dispositivos de alienación que perpetúan la explotación y la pasividad de los dominados. En esta clave, el relato puede leerse como una reflexión sobre la lucha de clases, en la medida en que el sistema de invasión reproduce las lógicas de explotación de unos cuerpos funcionales al sostenimiento del privilegio de otros.

La coincidencia de las distintas versiones de la obra con períodos de gobiernos de facto sugiere una evolución en la radicalización del discurso de Oesterheld, especialmente en las versiones posteriores realizadas con Alberto Breccia y en la continuación escrita en los años setenta. En ellas, la crítica se vuelve más explícita, y la relación entre ciencia ficción y comentario político se intensifica, configurando a El Eternauta como una intervención discursiva en los debates sobre poder, resistencia y memoria en el ámbito latinoamericano.

Localismo, codificación cultural y espacialización del conflicto

Uno rasgo distintivos de El Eternauta es su anclaje explícito en la espacialidad concreta y reconocible, que introduce un nivel de realismo geográfico inusual dentro del género de la ciencia ficción. La elección deliberada de emplazamientos urbanos específicos como Vicente López, la Avenida General Paz, el Estadio Monumental, las Barrancas de Belgrano, Plaza Italia y Plaza del Congreso permite inscribir la narrativa del desastre en un territorio familiar para el lector argentino, produciendo un efecto de extrañamiento mediante la superposición de lo cotidiano con lo catastrófico.

Este recurso incorpora también prácticas culturales, tecnologías comunicacionales y marcas ideológicas propias de la vida urbana en la Argentina de los años cincuenta, como el juego del truco, el uso de la radio de onda corta como medio de información y coordinación, o la aparición de inscripciones electorales callejeras, construyen una matriz cultural con densidad histórica y social, en un tiempo y lugar definidos sin ambigüedades.

La elección de la nevada, fenómeno meteorológico inusual en Buenos Aires, como vector de destrucción funciona como signo de lo extraordinario irrumpiendo en la normalidad. Su carácter letal subvierte el imaginario tradicionalmente asociado a la nieve como elemento estético o lúdico. La violencia de lo ajeno se materializa así en una forma climatológica que remite simultáneamente a lo exótico y a lo reconocible, reforzando la tensión entre lo propio y lo invasivo.

El Eternauta, tecnne

El Eternauta: Configuración de personajes

La construcción de los personajes responde a una lógica funcional y simbólica que articula una tipología de figuras significativas en el marco de una narrativa de resistencia. El protagonista, Juan Salvo, se presenta como un sujeto ordinario, cuya progresiva transformación en viajero temporal El Eternauta, deriva de su implicación en una experiencia límite que lo convierte en testigo y narrador del desastre. Motivado por la búsqueda de su esposa, Elena, y su hija, Martita, la trama adquiere una dimensión afectiva que contrasta con la deshumanización propia del conflicto interestelar.

El núcleo del grupo de supervivientes se compone de personajes que encarnan distintas formas de saber y prácticas sociales. Favalli, profesor de física, representa la racionalidad científica aplicada a la supervivencia, y constituye una figura clave en la interpretación de la tecnología alienígena. Su presencia introduce un eje epistémico que complementa la dimensión práctica de otros integrantes del grupo, como Franco, obrero tornero, cuya destreza técnica y disposición al sacrificio simbolizan la capacidad de la clase trabajadora para asumir funciones decisivas en contextos de crisis.

Otros personajes cumplen funciones dramáticas específicas. Lucas y Polsky, ambos amigos de Juan Salvo, mueren en las primeras etapas del relato, configurando un escenario que acentúa la peligrosidad del entorno y legitima la necesidad de organización colectiva. Pablo, un niño sobreviviente incorporado al grupo, representa la vulnerabilidad y la posibilidad de continuidad generacional, mientras que Mosca, historiador, cumple una función meta-narrativa al documentar los acontecimientos con una perspectiva orientada a la memoria, introduciendo ocasionales inflexiones humorísticas sin desestabilizar la tonalidad trágica del conjunto.

La figura de Héctor Germán Oesterheld, inscripto como personaje, se constituye como receptor del relato de Juan Salvo y agente de su eventual difusión, sugiriendo una dimensión política del acto narrativo, en tanto asume la responsabilidad de transformar el testimonio en advertencia pública, desplazando la función del escritor desde la representación hacia la intervención.

El sistema invasor se compone de entidades escalonadas según un orden de dominación biológica. Los “Ellos” constituyen una figura abstracta e invisible que encarnan el poder último y omnipresente, definido por una lógica de control absoluto interpretada como representación del “odio cósmico”, o del poder despersonalizado propio de las estructuras totalitarias. Los “Manos”, inteligencias humanoides sensibles, actúan como mediadores forzados del dominio, sometidos mediante dispositivos fisiológicos que neutralizan su voluntad. Tienen a su cargo los “Hombres-Robot”, humanos capturados y convertidos en autómatas mediante tecnología de teledirección, además de las criaturas de combate “Cascarudos” y “Gurbos”, cuya violencia se ejerce sin agencia ni conciencia, reducidas a función instrumental.

La interacción entre estos personajes configura una red de relaciones simbólicas que permite una lectura en clave de conflicto ideológico, donde cada figura representa posiciones diferenciadas frente a la dominación, la memoria, la técnica y la posibilidad de resistencia.

Importancia histórica y resignificación política de El Eternauta

El Eternauta ocupa una posición central en el canon de la historieta argentina y latinoamericana. Su publicación inicial, el 4 de septiembre de 1957, ha sido institucionalizada en Argentina como el “Día de la Historieta Nacional”, un reconocimiento oficial de su papel fundacional en la configuración del medio como forma de expresión cultural legítima.

Más allá de su valor como producto cultural de época, El Eternauta es pionera en el empleo de la narrativa gráfica para la problematización de cuestiones sociales, políticas y filosóficas. A través de su estructura compleja, su alegoría política y su dispositivo metaficcional, la obra instauró un modelo de historieta que abre un campo para la elaboración crítica de la experiencia histórica y para la intervención en debates ideológicos. Su influencia se proyecta sobre generaciones posteriores de guionistas e ilustradores, que reconocen en Oesterheld una figura fundacional en la constitución de una historieta comprometida.

El reconocimiento internacional de El Eternauta se ha consolidado con el tiempo. La obra ha sido traducida a múltiples lenguas y recibió el Premio Eisner en 2015 por su edición en inglés a cargo de Fantagraphics Books, reafirmando su condición de clásico global dentro del medio. Este proceso de canonización ha sido acompañado por una intensificación de las lecturas políticas, especialmente a partir de la desaparición forzada de Héctor Germán Oesterheld durante la última dictadura cívico-militar argentina (1976–1983). En este contexto, la figura del Eternauta ha adquirido un estatus icónico como símbolo de la resistencia frente a la violencia estatal, la censura y la impunidad. La obra ha sido objeto de censura institucional, como ocurrió en 2012 cuando fue retirada de la currícula escolar pública de la Ciudad de Buenos Aires durante la gestión de Mauricio Macri, decisión que suscitó controversia y reactivó el debate sobre el papel de la memoria y la narrativa gráfica en la educación pública.

Continuidades y expansión intermedial

Desde su publicación original, El Eternauta hubo múltiples intentos de continuación, reescritura y adaptación, que reflejan su potencia simbólica y las tensiones propias de una obra atravesada por conflictos autorales, editoriales y jurídicos. La más destacada es El Eternauta II, escrita por el propio Héctor Germán Oesterheld y publicada en 1976. Existen versiones posteriores como El mundo arrepentido, El regreso y El Eternauta: tercera parte, desarrolladas por distintos autores con grados variables de coherencia narrativa y fidelidad conceptual respecto del original. El desarrollo de nuevos proyectos ha estado frecuentemente obstaculizado por disputas legales en torno a los derechos de autor, que han involucrado a herederos editoriales y entidades culturales.

En el plano de las adaptaciones, El Eternauta ha sido objeto de numerosos intentos de transposición cinematográfica que no llegaron a concretarse plenamente. Entre ellos se cuenta un cortometraje animado inconcluso de fines de los años sesenta y proyectos cinematográficos como el dirigido por Lucrecia Martel.  Existen versiones teatrales, como Zona liberada y El viajero de la eternidad, y de radioteatro en San Martín de los Andes (1990) y La Plata (2010). La histrorieta también a inspirado producciones musicales y documentales, entre ellos La mujer del Eternauta, centrado en la figura de Elsa Oesterheld.

En la actualidad, el anuncio de una serie televisiva producida por Netflix, con proyección internacional, protagonizada por Ricardo Darín y bajo la dirección de Bruno Stagnaro, con Martín Oesterheld (nieto del autor) prevista para 2025, abre la posibilidad de reinstalar la historieta en el imaginario contemporáneo global, en un formato que combina producción industrial, reconocimiento de autoría y potencial de alcance masivo.

Conclusión: símbolo de resistencia, memoria y comunidad

El consenso crítico converge en considerar El Eternauta como una obra que trasciende los límites del género de ciencia ficción, constituyéndose en una reflexión filosófica, política y ética sobre la condición humana, la violencia estructural y la potencia de lo colectivo como forma de resistencia. Su localismo potencia su capacidad alegórica, convirtiéndola en una narración situada que alcanza una resonancia universal. El concepto de “héroe colectivo”, su compleja estructura narrativa, el uso del espacio urbano como escenario de conflicto, y la articulación entre memoria, testimonio y narración, configuran un dispositivo cultural profundamente innovador. En tal sentido, la historieta continúa funcionando como archivo activo de los conflictos del siglo XX y como herramienta crítica frente a las formas contemporáneas de opresión.

©tecnne

Nota: las imágenes no corresponden a la historieta original, fueron creadas con AI al solo efecto de caracterizar el texto.

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