Superestructura ideológica, El Lissitzky 1929
El Lissitzky se propuso crear un arte que pudiera invocar el cambio. En el texto Superestructura ideológica, expone aspectos del proceso de transformación nacido a raíz de la revolución. Para Lissitzky, en la creación de cualquier gran obra, existe una parte que corresponde al arquitecto, pero no inventa nada; la comunidad influye en forma determinante y la reconstrucción arquitectónica tiene una influencia ambivalente que posibilita la reconstrucción que permite eliminar lo misterioso y lo caótico.
El Lissitzky, Superestructura ideológica
Presentamos aquí algunos aspectos de un proceso vital que, nacido a raíz de la revolución, aún no cuenta ni cinco años. En este sentido, han arraigado en los sentimientos y en la conciencia de nuestra nueva generación de arquitectos las elevadas exigencias que plantea la revolución cultural. Nuestros arquitectos han comprendido claramente que, con su trabajo, podían participar como colaboradores activos en la construcción del nuevo mundo. Para nosotros, la obra de un artista no tiene valor “por sí misma”, no constituye un fin en sí misma, no posee belleza propia, todo esto lo adquiere sólo en su relación con la comunidad. En la creación de cualquier gran obra, la parte que le corresponde el arquitecto es evidente y la que le corresponde a la comunidad latente. El artista, el creador, no inventa nada que le venga caído del cielo. Por ello, entendemos por “reconstrucción” la eliminación de lo oscuro, “misterioso” y caótico.
En nuestra arquitectura, como en la totalidad de nuestra vida, estamos empeñados en crear un orden social, es decir, en convertir lo instintivo en consiente.
La superestructura ideológica protege y asegura el trabajo. Al principio, citábamos la reconstrucción socio-económica como infraestructura para la renovación que debemos emprender en arquitectura. Es el inequívoco punto de partida, pero sería un error explicar las interconexiones de una manera tan simple. La vida, el crecimiento orgánico, es un proceso dialéctico, que dice simultáneamente sí (más) y no (menos). Todo lo existente forma parte del proceso vital de la sociedad, es consecuencia de hechos concretos y se desarrolla más allá de las perspectivas existentes. Sobre la base de lo creado se forma una ideología, una manera de considerar, se forma una interpretación y una relación, que se proyectan a su vez sobre lo que se está creando. Podemos seguir este proceso dialéctico en la evolución de nuestros arquitectos.
1 Aniquilación de lo heredado. La producción material se paraliza en el país. Se anhela una superproducción. Primeros sueños de estudio. Se forma una ideología con dos requisitos fundamentales para el desarrollo general posterior: elemento e invención. Una obra, que esté de acuerdo con nuestra época debe ser inventiva. Nuestra época requiere creaciones realizadas a partir de formas elementales (geometría). Se inicia la lucha contra la estética del caos. Se exige un orden convertido en conciencia.
2 Iniciación de la reconstrucción. Primeramente, en la industria y la producción. Los problemas concretos exigen una solución. Pero la nueva generación se ha formado en una época sin arquitectura, posee insuficiente experiencia práctica, poca autoridad y aún no se ha convertido en academia. En la lucha por conseguir encargos de obras su ideología se ha orientado hacia lo de primera utilidad, lo meramente práctico. El grito de batalla es: “constructivismo”, “funcionalismo”. Entre ingeniero y arquitecto se traza un signo de igualdad…
3 El primer período de reconstrucción requiere una concentración de las fuerzas del campo de la revolución socio- económica para profundizar la revolución cultural. En el complejo total de una cultura resultan inseparables los factores físicos, psicológicos y emocionales.
Se reconoce al arte su capacidad de organizar y activar la conciencia mediante energías emocionales. La arquitectura aparece como arte principal y se convierte en centro de atención general. Los problemas arquitectónicos se convierten en problemas de masas. Los sueños de estudio del principio pierden su carácter individual y adquieren un sólido fundamento social. Una vez más ante los “utilitaristas” aparecen los “formalistas”. Estos últimos afirman que la arquitectura no queda cubierta por el concepto “ingeniería”. Resolver el problema de la utilidad, construir un volumen que funcione correctamente de acuerdo con el fin perseguido, sólo constituye una parte del problema. La segunda consiste en organizar correctamente los materiales, resolver el problema constructivo. Una obra arquitectónica sólo nace cuando todo el conjunto adquiere vida como idea espacial, como forma, que ejerce una influencia determinada sobre nuestra psique. Para ello no basta con ser un hombre moderno, es necesario además que el arquitecto domine plenamente los medios de expresión de la arquitectura.
Así podemos recapitular estos tres períodos de una manera todavía más concisa.
a) Negación del arte como cuestión meramente emocional, individual, románticamente aislada.
b) Creación “objetiva” con la secreta esperanza de que el producto creado sea considerado más tarde como una obra de arte.
c) Creación consciente, con un objetivo determinado, de una arquitectura que ejerza una influencia artística cerrada sobre una base previa, objetivo-científica.
Esta arquitectura elevará activamente el nivel de vida general.
Esta es la dialéctica de nuestra evolución, que llega a la afirmación a través de la negación y que ha fundido el viejo hierro y ha forjado el nuevo acero.
El Lissitzky
Bibliografía:
El Lissitzky, “Ideological Superstructure” en Ulrich Conrads (ed) Programs and Manifestoes on 20th-century Architecture, (Cambridge:The MIT Press, 1970), 122-123
Fotografía: El Lissitzky, The Constructor, 1924 ©Yale University Art Gallery
El Lissitzky, Ideological Superstructure
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