La Arquitectura Radical, según Germano Celant, surge como una corriente crítica que cuestiona las convenciones establecidas en el diseño y la construcción. En este contexto, el «silencio» o la «no realización» adquieren un significado estratégico, funcionando como una forma de resistencia ante la cooptación por parte del sistema comercial y productivo. Lejos de representar una inactividad, este «silencio» se configura como un espacio de reflexión ideológica que permite la radicalización de las propuestas arquitectónicas. Su objetivo es redefinir el papel del arquitecto y la función del diseño, estableciendo una relación crítica entre teoría y práctica, y desafiando la dependencia tradicional del patrocinador.
Architettura Radicale según Germano Celant: Reflexión Ideológica y Resistencia al Sistema Comercial
Germano Celant define la Arquitectura Radical como un movimiento arquitectónico que emergió en Europa, particularmente en Italia, entre mediados de la década de 1960 y principios de la de 1970. Su origen se vincula con las protestas estudiantiles en las escuelas de arquitectura, las cuales exigían la apertura de la disciplina hacia prácticas conceptuales desvinculadas de las exigencias constructivas tradicionales.
El término «Architettura Radicale» fue empleado por Celant para referirse a la escena arquitectónica florentina, donde colectivos como Archizoom, Superstudio y UFO protagonizaron la cultura arquitectónica del periodo. Posteriormente, la categoría se extendió a otros contextos, incorporando a grupos como Haus-Rucker-Co y Coop Himmelblau, quienes exploraron la arquitectura a partir de experiencias psicosensoriales.
Las características fundamentales de la Arquitectura Radical pueden sintetizarse en los siguientes aspectos:
Rechazo de las limitaciones constructivas: Propone la liberación de la arquitectura de sus condicionantes materiales y técnicos, permitiendo una mayor exploración conceptual.
Primacía de lo conceptual y lo ideológico: Prioriza los discursos teóricos y comportamentales sobre la producción tangible de objetos arquitectónicos.
Crítica a la mercantilización y la alienación: Rechaza la instrumentalización comercial de la arquitectura, defendiendo la integridad de sus principios expresivos.
Conciencia política y social: Postula una dimensión ideológica y operativa del diseño que lo aleje de su función como vehículo del neocapitalismo.
Relevancia de los medios de producción: Identifica en los medios de fabricación arquitectónica y objetual una materia prima para la formulación de nuevas posiciones ideológicas y comportamentales.
El arquitecto como manifestación arquitectónica: Considera al arquitecto como un agente ideológico cuyo pensamiento y acción constituyen en sí mismos una práctica arquitectónica.
Radicalización de la práctica: Vincula la radicalización arquitectónica con la renuncia a la construcción material y al silencio, promoviendo un esclarecimiento filosófico sobre la naturaleza del diseño y la arquitectura.
Cuestionamiento de la arquitectura como disciplina: Enmarca la arquitectura dentro de un proceso crítico permanente, que interroga su definición y comportamiento a partir de un análisis ideológico y filosófico.
Este movimiento representó una ruptura con las prácticas arquitectónicas convencionales, reformulando su función dentro del contexto político y cultural de la época. A través de su carácter especulativo y crítico, la Arquitectura Radical estableció un punto de inflexión en el discurso arquitectónico contemporáneo, cuyas repercusiones continúan siendo objeto de análisis en el campo de la teoría y la historia de la arquitectura.



La crítica hacia la arquitectura y el diseño de la época
La Arquitectura Radical formuló una crítica fundamental contra la práctica arquitectónica y el diseño de su época, señalando su subordinación a la lógica del neocapitalismo y la producción comercial. Desde esta perspectiva, se denunciaba la pérdida de un carácter ideológico y filosófico en la disciplina, así como la alienación de los arquitectos y diseñadores en un sistema que priorizaba la mercantilización sobre el pensamiento crítico.
Uno de los aspectos centrales de esta crítica radicaba en la comercialización y alienación de las ideas arquitectónicas. La práctica arquitectónica se encontraba determinada por la producción en sí misma, despojando a los arquitectos de su papel reflexivo y conceptual en favor de una dinámica de producción serializada.
Asimismo, la Arquitectura Radical señalaba que, pese a la expansión de las técnicas constructivas y la producción, el diseño y la arquitectura no habían modificado sus objetivos fundamentales. La disciplina se mantenía ajena a cuestionamientos ideológicos y filosóficos, lo que evidenciaba una carencia de transformación en sus principios operativos.
Otro punto relevante era la pérdida de una dimensión ideológica en el diseño. La intención de dotar a la arquitectura de un nuevo sentido crítico se había diluido en un proceso de socialización populista, donde la tecnología avanzada se convertía en un fin en sí mismo, sin cuestionar sus implicaciones conceptuales y comportamentales.
Además, se criticaba el enfoque centrado exclusivamente en el objeto arquitectónico final. La materialización del proyecto se establecía como el objetivo principal de la práctica arquitectónica, relegando la importancia del pensamiento y la conceptualización del diseño.
Por otro lado, la Arquitectura Radical rechazaba la servidumbre al cliente y la reducción del arquitecto a un mero ejecutor de encargos. En su lugar, proponía una práctica basada en actitudes ideológicas y acciones disruptivas que desafiaran los paradigmas establecidos de la arquitectura tradicional.
La crítica también se extendía a la falta de una filosofía del diseño. La primacía del objeto construido había generado una actitud en la que la acción arquitectónica se limitaba a la ejecución sin una reflexión teórica subyacente, impidiendo la construcción de un discurso que orientara la práctica en relación con su contexto sociopolítico.
El papel de la «producción» en la crítica de Celant a la arquitectura tradicional
En la crítica de Germano Celant a la arquitectura tradicional, el concepto de «producción» ocupa un lugar central al ser identificado como un medio que, a su juicio, ha sido sobrevalorado y mal empleado, generando una alienación respecto a los objetivos ideológicos y conceptuales de la disciplina. Celant sostiene que la primacía otorgada a la producción y al objeto terminado ha desplazado la reflexión filosófica y la innovación ideológica dentro del campo arquitectónico.
Uno de los aspectos fundamentales de esta crítica es la alienación del rol del diseñador. La orientación excesiva hacia la producción como fin en sí mismo provoca que arquitectos y diseñadores pierdan de vista sus objetivos conceptuales, enfocándose en la creación de objetos y edificaciones sin una correspondencia adecuada con el desarrollo de ideas profundas y programas ideológicos.
Otro punto crucial señalado por Celant es el desplazamiento de la ideología y la filosofía en favor de la tecnología y las técnicas avanzadas de producción. Este fenómeno responde a las exigencias de la construcción especulativa, en detrimento de la exploración de nuevos conceptos y comportamientos en el diseño arquitectónico. La producción, en este sentido, se convierte en el objetivo predominante, relegando las cuestiones ideológicas y filosóficas a un plano secundario.
La producción es descrita, además, como el medio más alienante debido a su carácter concreto y definitivo. Al ser el vehículo de la ejecución material, introduce elementos que pueden comprometer la coherencia ideológica del programa original, transformando el proceso creativo en una actividad subordinada a las demandas productivas.
En este contexto, Celant plantea la tensión entre el control de los medios y la alienación. Según su perspectiva, la radicalización de la arquitectura depende del máximo control sobre los medios de producción para preservar la secuencia revolucionaria del diseño. Sin embargo, una integración plena con la producción, desprovista de un control ideológico, deriva en una secuencia reaccionaria, contraria a los principios transformadores.
Por último, Celant advierte sobre la capacidad de la producción para distorsionar el programa arquitectónico. Cuando la producción es concebida como el medio principal, su influencia modifica los aspectos ideológicos y de comportamiento del diseño, determinando el resultado final y subordinando las ideas al proceso productivo. Esta inversión de prioridades convierte a la producción en el elemento definitorio de la arquitectura, en lugar de ser una herramienta al servicio de un concepto.
La influencia de la vanguardia Rusa en la Architettura Radicale
La influencia de la vanguardia rusa en la concepción de la Arquitectura Radical radica en el cuestionamiento del concepto y la propia existencia del diseño y la arquitectura, priorizando el desarrollo de una idea y una actitud sobre la realización material de las obras arquitectónicas.
Uno de los aspectos fundamentales de esta influencia es la negación de la importancia de la finalización de la construcción. Arquitectos y diseñadores como El Lissitzky, Salijeskaia, Tatlin, Ladovsky y los hermanos Vesnin provocaron una crisis no en la forma física de las estructuras, sino en el concepto mismo del diseño y la arquitectura. En este sentido, buscaron desplazar la relevancia de la obra terminada para enfatizar, en cambio, un enfoque centrado en la conceptualización y en una actitud transformadora que respondiera a nuevas formas de existencia y acción social.
El énfasis en el concepto y la actitud llevó a sustituir la construcción material del edificio por la planificación y la formulación de ideas. La vanguardia rusa propuso que el valor de la arquitectura no residía en el objeto construido, sino en la intención y el pensamiento que lo sustentaban. Esta visión implicaba una transformación en el modo de ser y actuar de la arquitectura, alineándose con una perspectiva revolucionaria tanto en el ámbito existencial como en el social.
En esta línea, la arquitectura fue concebida como un medio para articular objetivos y actitudes ideológicas. El diseño y la planificación adquirieron un significado específico al vincularse estrechamente con las metas y convicciones de una sociedad en transformación. Por ello, los avances arquitectónicos no se limitaban a la producción de edificaciones concluidas, sino que se manifestaban a través de cambios profundos en el comportamiento y las prácticas sociales.
Por último, la propuesta de una «limpieza» en el diseño y la arquitectura reflejaba la convicción de que las formas de expresión arquitectónica tienden a perder su significado original a medida que evolucionan la historia, la tecnología y el comportamiento social. Esta depuración buscaba replantear los modos de representación para mantener una relación coherente entre la arquitectura y las dinámicas cambiantes de la sociedad.
El programa es la arquitectura
En el contexto de la Arquitectura Radical, la afirmación «el programa es la arquitectura» subraya la primacía del plan, la idea o el concepto subyacente en un proyecto arquitectónico, asignándole una importancia equivalente o incluso superior a la materialización física del edificio. Esta perspectiva cuestiona la concepción tradicional de la arquitectura centrada en la construcción y la producción de objetos tangibles.
La Arquitectura Radical otorga prioridad a los objetivos conceptuales y de comportamiento por encima de la producción material, situando al programa como elemento central del proyecto arquitectónico. Este programa, entendido como la expresión de una intención o visión, adquiere una autonomía que lo convierte en una arquitectura independiente y completa en sí misma, no solo como un plan instrumental, sino como un medio tautológico que ofrece una reflexión sobre la naturaleza y el devenir de la arquitectura.
En este sentido, el programa puede adoptar formas diversas —escritas, orales, tridimensionales o visuales— en función de los medios empleados en su formulación. De esta manera, la arquitectura se manifiesta también a través de expresiones como la fotografía, la escritura, el discurso oral, el libro o la creación multimedia, ampliando el campo de acción del diseño arquitectónico más allá de la edificación.
La flexibilidad y potencialidad del programa ideológico y de comportamiento permiten una multiplicidad de combinaciones entre idea y medio, entre diferentes ideas o entre distintos soportes expresivos. Esta capacidad combinatoria da lugar a una «explosión del programa», en la que se despliegan posibilidades lingüísticas y conceptuales que diversifican las formas de producción arquitectónica.
Además, en el marco de la Arquitectura Radical, la información misma es considerada arquitectura. Así, cualquier obra escrita o hablada se incorpora a este ámbito siempre que se relacione estrechamente con el lector o el oyente, evitando ser relegada a otros campos de actividad. La actitud adoptada frente al medio es, en última instancia, la que determina si una producción es reconocida como arquitectura.
La radicalización de la actividad arquitectónica se asocia con la abstracción y la liberación de compromisos comerciales. En este proceso, el programa escrito o hablado alcanza su máxima expresión en la no realización material y en el silencio, entendido como una postura crítica frente a las convenciones de la práctica arquitectónica tradicional.
El papel del patrocinador o comitente según Germano Celant
En el contexto de la Arquitectura Radical, Germano Celant plantea una transformación significativa en el papel del «patrocinador» o «comitente» en comparación con la arquitectura tradicional. Lejos de limitarse a ser el agente que encarga y financia el proyecto, el patrocinador se convierte en un medio integrado en el proceso arquitectónico, susceptible de ser controlado o incluso subvertido por el arquitecto o el grupo de diseño.
Uno de los aspectos fundamentales de esta transformación es la concepción de la comisión —es decir, el encargo del patrocinador— como un medio dentro del proceso creativo. Al igual que otros medios, esta comisión puede ser dirigida por el diseñador o el colectivo, adquiriendo el carácter de una herramienta operativa. Además, cumple una función informativa, ya que representa la segunda etapa en la secuencia idea-producción, sirviendo como vehículo de materialización de las consideraciones filosóficas e ideológicas del proyecto.
En este proceso, el control del mensaje desempeña un papel crucial. La puesta en marcha de la comisión se percibe como un mensaje de naturaleza temporal, que se desplaza en el tiempo respecto a las premisas ideológicas que estructuran el programa arquitectónico. En este sentido, la Arquitectura Radical procura ralentizar el ritmo de la comisión, compartiendo la información o la formación del programa, y situando al patrocinador en una posición pasiva, desprovista de capacidad de intervención, lo que lleva a una radicalización de la propuesta arquitectónica.
Celant describe dos escenarios opuestos respecto a la relación entre el arquitecto y el patrocinador. En el primero, el control recae en el arquitecto o el grupo de diseño, quienes conciben el proyecto y preparan una serie de ideas abstractas que el patrocinador debe aceptar sin posibilidad de modificación, limitándose a su función de soporte financiero. En este contexto, el patrocinador se convierte en un instrumento al servicio exclusivo de la visión del arquitecto.
En el segundo escenario, el patrocinador asume un papel preponderante, dictando su propia arquitectura y relegando al diseñador a la posición de mero ejecutor del encargo. Aquí, el patrocinador impone sus exigencias informativas, determinando el contenido y la orientación del proyecto, lo que conduce a una arquitectura de carácter reaccionario, alejada de la innovación y la exploración conceptual.
La interacción entre el programa arquitectónico y el patrocinador genera una serie de combinaciones posibles en la configuración de la arquitectura y los objetos manufacturados. Estas combinaciones pueden ser determinadas de antemano, estableciendo una relación predeterminada entre la ideología del proyecto y el medio de la comisión. De esta manera, la predeterminación de esta relación se convierte en un componente esencial tanto de la arquitectura como del diseño.
Finalmente, Celant subraya la importancia de la coherencia ideológica en esta dinámica. El programa arquitectónico debe prever si su contenido ideológico y comportamental se alineará con el patrocinador como medio económico o, por el contrario, se distanciará de él. La máxima coherencia se alcanza cuando la concepción ideológica del programa coincide plenamente con el medio de comisión, lo que caracteriza a la Arquitectura Radical en su esencia.
El arquitecto convertido en arquitectura
Según Germano Celant, la transformación del arquitecto en «arquitectura» dentro del contexto de la Arquitectura Radical implica una redefinición sustancial de su papel. El arquitecto deja de ser únicamente un creador de edificaciones para convertirse en un medio en sí mismo, portador de ideas, ideologías y comportamientos que poseen una relevancia equiparable a la obra física.
Uno de los aspectos fundamentales de esta transformación es la concepción del arquitecto como medio. A través de su oficina ideológica, su comportamiento y su imaginación, el arquitecto incorpora su forma de actuar, pensar y sentir al proceso arquitectónico, influyendo directamente en el resultado final. Este enfoque otorga al arquitecto un papel informativo preponderante, donde sus programas conceptuales e ideológicos adquieren máxima importancia, relegando consideraciones prácticas o comerciales.
En esta perspectiva, la arquitectura se orienta hacia una mística del actuar y ser, caracterizada por una radicalidad ideológica y de comportamiento que se niega a ser alienada de sus propias ideas e imagen. Esta actitud conlleva una inquebrantable fidelidad a los principios y conceptos del diseño y la arquitectura.
La producción arquitectónica, en este contexto, se transforma en una liberación de ideas. El arquitecto ya no produce simplemente ideas concretas, sino programas ideales concebidos como liberaciones mentales de su propio actuar y ser. Estos programas, aunque susceptibles de ser adoptados posteriormente por otros medios de producción, deben ser respetados en su totalidad, al ser expresiones libres y autónomas.
La liberación de la imaginación, a su vez, amplía el poder de invención del arquitecto, permitiéndole trascender las restricciones de medios tradicionales. Esta expansión se manifiesta en una diversidad de lenguajes y plataformas, desde la fotografía y el cine hasta la escritura y el diseño, posibilitando una realización multifacética de su visión.
Finalmente, la radicalización ideológica y filosófica se correlaciona directamente con la coherencia del arquitecto respecto a sus propios principios. Cuanto mayor sea esta coherencia, menor será el distanciamiento respecto a otros medios, reforzando así el impacto de sus proyectos. En este sentido, la abolición del trabajo se presenta como una consecuencia de la radicalización intelectual, proponiendo una inmovilidad productiva donde el silencio, la afirmación y la concentración en el pensamiento y la acción sustituyen a la producción material y la construcción física.
Implicancias de la “No Realización”
En el contexto de la Arquitectura Radical, el «silencio» o la «no realización» no constituyen una forma de inacción, sino un acto de reflexión y radicalización ideológica orientado a evitar la complicidad con el sistema comercial y productivo dominante. No representan una inclinación hacia la inmovilidad o la abstención, sino una estrategia para esclarecer, desde una perspectiva filosófica e ideológica, el papel del diseño y la arquitectura.
La «no realización» se configura como una crítica a la producción concebida como un fin en sí mismo. La Arquitectura Radical cuestiona la noción de que el objeto fabricado y el edificio construido sean los únicos resultados legítimos de la práctica arquitectónica y del diseño. Al rechazar la producción por la producción, se pretende evitar la alienación y reivindicar el carácter conceptual e ideológico de la disciplina.
Asimismo, el «silencio» busca escapar del efecto alienante que impone la comercialización de las ideas, promoviendo un ideal absoluto que trasciende lo material y se sitúa en el ámbito filosófico y actitudinal. Este posicionamiento implica un proceso de radicalización que desafía la institucionalización y mercantilización de la arquitectura, postulando la posibilidad de una transformación cultural basada en la subversión del sistema existente.
Desde esta perspectiva, la ideología y el comportamiento adquieren primacía sobre los valores comerciales. Los objetos, productos y edificaciones dejan de ser considerados elementos esenciales del diseño, mientras que la reflexión crítica y la acción intelectual se convierten en su eje fundamental. Esta postura invita a una toma de conciencia sobre el grado en que la arquitectura y el diseño han sido condicionados por mecanismos de represión ideológica y comportamental, y aboga por la recuperación de su dimensión crítica.
La inmovilidad y la concentración intelectual se establecen como principios rectores. La ausencia de producción material no implica una ausencia de trabajo, sino un desplazamiento del esfuerzo hacia la actividad intelectual y la exploración conceptual. En este sentido, el pensamiento, la autoexpresión y la invención se reconocen como formas de trabajo, mientras que la abolición del trabajo físico y productivo se reinterpreta como una actividad intelectual orientada a la redefinición de la disciplina.
Conclusión
En definitiva, el «silencio» en la Arquitectura Radical no es una mera ausencia de actividad, sino una declaración de principios que opera como estrategia de resistencia. Esta postura permite a los arquitectos preservar la coherencia ideológica de su trabajo, evitar la asimilación por el sistema comercial y redefinir su papel como agentes de transformación. Al priorizar la reflexión y la dimensión ideológica del diseño, la Arquitectura Radical busca incidir en la estructura social desde su fundamento conceptual y operativo. Este enfoque crítico y deliberado del «silencio» evidencia una preocupación por la integridad del diseño y su potencial para desafiar las jerarquías establecidas.
@tecnne
Fotografía de portada: UFO, Urboeffimero 3, Piazza della Signoria, 1968.
Fotografías interiores: ©Coop Himmelblau
Fuente: Celant, Germano, “Radical Architecture,” in Italy: The New Domestic Landscape: Achievements and Problems of Italian Design, (ed.) Emilio Ambasz (New York: The Museum of Modern Art, 1972), 380-387.
TECNNE | Arquitectura y contextos ©Marcelo Gardinetti 2021 Todos los derechos reservados.
El contenido de este sitio web está protegido por los derechos de propiedad intelectual e industrial. Salvo en los casos previstos en la ley, su reproducción, distribución, comunicación pública o transformación sin la autorización del titular de los derechos es una infracción penalizada por la legislación vigente. – Justificación del uso de imágenes y fotografías: – se utilizan las fotografías porque tratan de una obra artística y o arquitectónica significativa – la imagen solo se utiliza con fines informativos y educativos – la imagen está disponible en internet – la imagen es una copia de baja resolución de la obra original y no es apta para uso comercial – En todos los casos se menciona el autor –