La terza città: New York of Brains
En el punto más quemado, disgustado y derretido de ese espacio gris que una vez fue Nueva York, y precisamente donde estaba el Central Park, más o menos a la altura de la calle 81, se encuentra la ciudad. Cuando los demás se dieron cuenta de que la explosión había contaminado irreparablemente a todos los habitantes de Nueva York y que sus cuerpos se estaban pudriendo y desintegrando sin remedio, decidieron construir la nueva ciudad.
Se trata de un cubo largo, ancho, de 55 metros de altura, recubierto de azulejos de cuarzo de 25 x 25 cm, cada uno con una lente de 23 cm de diámetro. Este recubrimiento tiene la función de condensar la luz en la capa fotosensible que se encuentra detrás y que la transforma en energía para el funcionamiento de la ciudad.
El cubo está lleno sin interrupción de contenedores cúbicos de 25 cm. de lado de un polímero transparente especial de estabilidad indefinida; el interior de cada contenedor tiene una cavidad esférica llena de líquido fisiológico en la que vive un cerebro; en el espesor de las paredes de los contenedores se obtienen los conductos a través de los cuales se renueva continuamente el líquido fisiológico externo y el que reemplaza la circulación sanguínea; sistemas de electrodos injertados en los distintos puntos de las masas cerebrales permiten la comunicación directa entre los cerebros.
En el centro de la ciudad hay una larga y ancha cavidad de 10 metros y 13 cm de altura, cuyo suelo está a la misma altura que el suelo sobre el que se asienta el gran cubo; un pasillo de 1 metro de ancho, 2 metros de alto y 17 metros y 78 cm de largo conecta la cavidad central con el exterior.
La cavidad central está ocupada en gran parte por los dispositivos regeneradores y filtrantes de las soluciones fisiológicas; el filtrado es particularmente preciso, eliminando todas las toxinas que impiden los procesos de necrosis y envejecimiento.
En la ciudad viven 10.000.456 cerebros; en la suave luz roja del pasillo y de la cavidad central es posible verlos, a través de las paredes transparentes, pulsando lentamente en sus interminables meditaciones o concentrados en pláticas silenciosas e indefinidas. Permanentemente desprendidos de sus percepciones externas, pueden sublimar sus pensamientos por un tiempo mientras dure la vida del sol, libres para alcanzar las metas supremas de la sabiduría y la locura; para tal vez alcanzar el conocimiento absoluto. Sobrevivirán a la humanidad, reconocerán su camino hacia la destrucción, pero no harán nada para acelerarla o retrasarla. Y finalmente estarán solos.
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